miércoles, 14 de julio de 2021

4° semana (B): Fr. Carlos de Dios Murias y P. Gabriel Longueville. (Testimonios)




Hoy te proponemos conocer más a fondo la vida de los beatos y mártires P. Gabriel Longueville y Fr. Carlos de Dios Murias, a través de dos testimonios, el primero de Fr. Miguel Ángel López, quien fue compañero de seminario y amigo de Fr. Carlos y el segundo testimonio es de Pierre Rivier, seminarista de la diócesis del P. Gabriel, quién vivió una experiencia pastoral en la diócesis de La Rioja.


Haciendo Memoria del Beato Fray  Carlos de Dios Murias

La memoria de Fray Carlos de Dios Murias, se hace, con el pasar del tiempo, más luminosa y provocativa. Narraré tres momentos de nuestra vida compartida. Con “Carlitos” como lo llamábamos nosotros, hemos sido no solo compañeros de seminario y hermanos de vida religiosa, sino también y sobre todo amigos.  Una amistad corta en el tiempo pero profunda en vínculos.




Por los caminos de Dios

Carlitos era un joven universitario cordobés, inquieto y sensibilizado en esa iglesia renovadora. Es, podríamos decir, un converso, a partir de unas jornadas de espiritualidad que se hacían  en Rio Tercero, llamadas “Mariapolis”. Esa experiencia marca un antes y un después en su vida. Regresa comprometido, y, como todo converso, radicalizado en deseo de comprender a Jesús y seguir su propuesta de vida, en la Iglesia. Comenzó a participar en los encuentros que se hacían en la Iglesia  de Cristo Obrero, donde se daban encuentros entre universitarios, sindicalistas y sacerdotes. Allí fue descubriendo y forjando sus inquietudes vocacionales.

En las jornadas de Rio Tercero había estado en contacto con dos frailes nuestros que también participaban, al manifestarles estas inquietudes lo invitaron a una ceremonia de toma de habito, de algunos jóvenes,   en Buenos Aires, y allí podría conocer nuestro estilo de vida y carisma religioso. En esa ocasión nos conocimos y establecimos una cercanía y amistad. Al poco tiempo ingresó en la Orden.

Enseguida percibimos sus  inquietudes y sensibilidad, no solo hacia lo específicamente religioso, sino hacia los pobres y marginados. Proponiendo aperturas renovadoras en nuestro modo de vivir y misionar. A veces, nos desconcertaba con ciertas propuestas e ideas, o sus visiones de y sobre la Iglesia. Estábamos en el reciente post concilio. Era pequeño de estatura, cantaba muy bien, con una hermosa voz, tocaba la guitarra y le gustaba contar chistes,  con esa típica picardía cordobesa.





Misioneros del Reino

Muy jóvenes, ya frailes, organizamos una misión en la Patagonia. Fueron dos meses inolvidables en la zona desértica entre  Ñorquincó y Cerro Mesa, en Rio Negro. Allí pude experimentar y aprender esa doble sensibilidad, llevar a Dios a cada familia y estar atento a las necesidades de la gente. Iba más allá de lo asistencial, sobre todo visitamos todas las familias de las comunidades Mapuches, que eran muchas. Escucharlos y tomar nota de sus quejas, sobre el modo como eran mal tratados, y como se les corrían los límites territoriales. Junto fuimos a las autoridades a reclamar por los derechos vulnerados de esas familias.

Fue tal la cercanía que se estableció con estas comunidades que nos invitaron a una celebración ancestral que se hacía en el amanecer, en un lugar sagrado para ellos, en el desierto. Era una celebración interesante. Imitando, parecía, el ritmo de los movimientos del ñandú, y saludaban al sol naciente, con gritos y plegarias, que no comprendíamos por ser en lengua mapuche.  Era todo un rito que se repetía continuamente. Lo que nos llamó la atención es que tenían dos banderas, la de ellos y la de Argentina. Cuando les preguntamos porque y nos dijeron que el General Roca los obligó a llevar también la bandera argentina. 

Nosotros estábamos cerca, pero alejados del espacio de la celebración, ya que según ellos no podíamos estar junto a los que participaban- . Se inició al amanecer. Alrededor del mediodía, ya un poco cansados, estábamos siempre de pie, nos sentamos, en una especie de lomita, para seguir participando. Vino uno de ellos y con mucho respeto y delicadeza nos informó que no se podía estar sentados, sino que se debía estar siempre de pie, pero podíamos irnos más lejos, de donde no se viera la ceremonia y allí sentarnos. Con Carlitos reflexionamos y nos sentimos mal, porque tendríamos que habernos dado cuenta, ya que ninguno de ellos, ni los más ancianos estaban sentados. Todos de pie y danzando. Nos enseñaron, decíamos, liturgia mapuche.

Al encuentro de un Pastor

Carlitos tenía un cariño y aprecio muy especial al obispo de La Rioja, Monseñor Angelelli.  Lo había conocido en Córdoba y mantenía un contacto con él. Cada vez que venía a Buenos Aires para la Conferencia Episcopal, tenía un encuentro con los Riojanos, en la sede del clero de Buenos Aires, en la calle Rodríguez Peña. Me invitaba a ir y escuchar a este obispo.

Era para mi muy interesante el modo como el obispo se relacionaba con la gente. Preguntas y respuestas, aplausos y frases, aves, fuertes desde la platea. No era lo común en ese tiempo, ver un obispo tan cercano y tan directo con la gente, sobre todo con los riojanos jóvenes que vivían en Buenos Aires. Carlitos me permitió conocer y acercarme a ese obispo, totalmente desconocido para mí.
Lo invitábamos a venir a nuestro convento y venía  a almorzar a nuestra casa y luego lo llevábamos a San Miguel donde se realizaba, en aquellos años,  las Conferencia Episcopal.

Fr. Carlos fue ordenado por
Mons. Angelelli (17/12/1972)

En esos encuentros nació su propuesta de abrir una presencia en La Rioja y Carlitos era el más entusiasta y el que se ofrecía para hacer una experiencia. Siendo yo el rector del seminario y él un ayudante, le permitía viajar a La Rioja, para hacer, con algunos seminaristas, un retiro, con el padre Arturo Paoli, hermanito de Foucauld.

Así fue naciendo un vínculo y una amistad que concluyó con el envío de Carlitos a Chamical para ir viendo dónde y cómo podríamos hacernos presente en esa diócesis.

Me tocó acompañarlo, cuando vino, y, me tocó, acompañar su cuerpo, cuando entregó su vida por Jesús y su Mensaje. 
 
Fray Miguel Ángel  López ofm conv.

Fr. Carlos de Dios Murias, impone las manos a
Fr. Miguel Ángel López (15/07/1973)

 

Conociendo al Beato  Gabriel Longueville

Es un gusto poder compartir un poco de lo que Dios me regaló durante estos dos años que estuve en La Rioja y de lo que me impactó de la vida del beato Gabriel Longueville.

Durante el seminario, en Francia, tenemos la oportunidad de hacer una experiencia pastoral en algún otro país del mundo. Después del ciclo de filosofía, pedí realizar esta experiencia pastoral en un medio parroquial. Entonces, mi Obispo me mandó a La Rioja siguiendo las huellas de Gabriel Longueville, antiguamente sacerdote de la Diócesis de Viviers.

P. Gabriel Longueville

Mi experiencia fue hermosa, aunque me tocó el año de la pandemia. Durante los primeros meses, estuve aprendiendo el español y conociendo la parroquia con el padre Fabián y su vicario, el padre Pablo. Viviendo en fraternidad con ellos, aprendí mucho de la cultura riojana, del acento y las expresiones hasta sus comidas típicas. Luego, cuando iba a empezar las actividades pastorales, la pandemia restringió prácticamente todas las actividades pero, gracias a Dios, me dieron la posibilidad de ayudar a una Fazenda, viviendo con ellos y acompañándolos espiritualmente. ¡Fue una experiencia hermosa! Cinco meses después, volví a la parroquia y allí pude empezar a servir como catequista y a través de varias actividades con la comunidad. Me encantó esta experiencia porque, por un lado, aprendí un montón sobre la vida parroquial y, por otro, porque pude acercarme a lo que vivió nuestro beato Gabriel.

La primera anécdota con el beato fue enterarme que fue el director espiritual de mi acompañante: se trata del sacerdote francés que acompaña a los seminaristas. Este sacerdote me contó algunos recuerdos de su vida, como muchos aquí en La Rioja que tuvieron la oportunidad de conocerlo. Además que yo estaba viviendo casi la misma realidad que vivió el beato Gabriel. 

P. Gabriel, frente de la parroquia "El Salvador"
(Chamical - La Rioja)

Todo eso me hacía sentir muy cerca de él. Fue para mí como un hermano mayor con quién podía compartir mis dudas y con quien entendía mejor este nuevo mundo. Por ejemplo, la manera de vivir la fe es distinta allá en Francia: la devoción popular es muy fuerte acá en La Rioja, a los fieles les gustan tocar las imágenes y hay bastantes procesiones. Esto no lo entendía. Y el ejemplo de Gabriel me ayudó a acercarme y aceptar esta realidad. Pero el punto más fuerte para mí, de este encuentro con Gabriel, fue de entender y experimentar de alguna manera su fraternidad con el pueblo riojano, acompañando al beato Carlos cuando le dijo “voy contigo” a la hora de su martirio. Se hizo totalmente hermano y amigo para no dejarlo ir solo. Estuvo junto con él. Y algo de esto lo pude experimentar a través de las actividades pastorales que hice: traté de ser un hermano más para el otro, un amigo en Cristo.

Fue precioso lo que viví, y los invito a buscar este acercamiento y esta fraternidad entre ustedes porque es un modo de acercarse a Jesús.

Pierre Rivier, seminarista de la Diócesis de Viviers (Francia)



Publicaciones anteriores:


1° Semana de los Mártires (A): "La mesa como imagen del Reino"


1° Semana de los Mártires (C): "La Mesa" - Peteco Carabajal
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Agradecemos:

A Fr. Miguel Ángel Lopez y al seminarista Pierre por compartir estos testimonios.
A Alexis Rosales, seminarista de la diócesis de La Rioja, quien hizo la propuesta de vivir el "Mes de los Mártires" a través de este blog.
Centro Tiempo Latinoamericano, por sumarse a la difusión de estas publicaciones. 
A todos los que están realizando este camino digital con lo mártires riojanos.

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