martes, 30 de abril de 2019

Mons. Angelelli y el Cardenal Pironio (Cartas)



Queridos amigos en el marco de la beatificación de Monseñor Enrique Angelelli y compañeros mártires, comparto a continuación dos cartas: una del beato y mártir Monseñor Angelelli y otra del Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio.


La Rioja, 30 de abril de 1976


Al Flamante Cardenal
Emmo. Eduardo Pironio
ROMA

Querido Eduardo:

Quedó flotando un abrazo de amigo en la Basílica de Luján cuando te marchabas para estar junto a PABLO. Hoy la noticia de tu cardenalato me llena de alegría y desde estos austeros cerros riojanos vuela el mismo abrazo para entregárselo al hermano y amigo a quien el Señor lo llama a servir desde el centro de la unidad y del amor.

Te decía que trataras de que tus pies no se pegaran con el asfalto de la plaza de San Pedro, sino que se mantuvieran ágiles para estar prontos a rumbear por los cuatro vientos del mundo y seguir siendo un testigo de la ESPERANZA y de la unidad eclesial. Estoy seguro que esa púrpura no impedirá que tus pies de evangelizador se enrieden en ella; todo lo contrario, el Señor y María (la de Luján) – la misma Madre de Jesús – te sigan enseñando por dentro que nuestro llamado es SERVIR y ayudar a los hombres a ser FELICES como Jesús quiere. Me hubiera gustado contarte “cosas” de la paisanada de estos lares para distraerte un poco de tus grandes responsabilidades. Pero lo dejaré para otra oportunidad. Hoy quiero unirme a la alegría de la Madre Iglesia al haberte señalado para que cargues ese símbolo de “martirio” y de “fidelidad”. Lo felicito al Santo Padre por esta elección. Si no te es difícil hacerlo me gustaría que se lo digas.

Sí quiero ofrecerte lo que en este momento tengo. Mi diócesis es duramente probada. Sacerdotes y religiosas encarcelados – personalmente estoy sometido a un control humillante. Sigue esta Iglesia con los dolores de la Cruz. Sigue, más allá de los límites de esta Rioja, el “silencio”. El Señor me sigue dando paz, aunque dolorida, como costándole florecer en pascua. Sigue demorándose la aurora y mi gente arracimándose para no caer en la tentación de “cansarse”.

Por eso florece más mi alegría al saber que eres elegido para ayudarle a Pedro a continuar siendo testigo de la Pascua. Esto te ofrezco: la pobreza de nuestros dolores esperanzados. Por la Iglesia; por el Papa; por Ti; por esta Patria nuestra; por nuestro Episcopado; por tantos hermanos que dudan de la Iglesia y sin embargo esperan. Acabo de enviarle a Zazpe los últimos informes de lo que acaece aquí. Le digo que disponga de mi persona; que quizás ha llegado la hora de Dios para que haga esta opción. Por cierto que no es mi intención empañar tu acontecimiento salvífico que está hablando muy claro de lo que el Señor quiere de tu episcopado.

A la carta del Santo Padre se la silenció intencionalmente; respeto y guardo silencio ante este hecho; pero estamos aquí recogiendo las consecuencias. Sí me dolió profundamente cuando se me dijo que era infiel al Papa. Comprenderás por qué te digo que te ofrezco lo único que tengo. Es duro tener que seguir clarificando que soy “católico” y que no soy “comunista” ni “subversivo”.

Querido Eduardo: los arenales de mi Rioja se están adormeciendo y los cerros del Velazco se envuelven en un silencio contemplativo. Todo esto me ayuda mucho a rumiar su mensaje que no es otro que lo del salmo ocho. De tanto perderse en los cerros uno acaba por ser vaqueano y las cicatrices que vamos juntando se convierten en capítulos de ese libro de la sabiduría que no acabamos de aprenderlo. Cuando vayas a San Pedro, después de esta carta, te pido que recites el Credo ante la tumba de Pedro; si sigues rezando el rosario por la Plaza, acordate que te acompaña un hermano y amigo desgranando el mismo rosario.

Si haces un recordatorio, mándame uno. A cambio de un abrazo, bendíceme.

N.B. Te saluda toda la diócesis, curas, monjas y laicos.

Enrique Angelelli

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ROMA 4 DE AGOSTO DE 1976

EXMO. Y RVMO. MONSEÑOR ENRIQUE ANGELELLI
OBISPO DE LA RIOJA

 Mi Querido Angelelli:
                                    El misterio de la Pascua –con todo lo que tiene de cruz y de esperanza- se ha clavado en tu iglesia particular y en el corazón sensible de su pastor por eso van estas líneas quiero estar a tu lado, en silencio como maría, tratando de compartir tu pasión, asegurarte mi amistad y ofrecerte mi oración.

Es inútil que te diga cosas, tú las sabes y las hemos conversado juntos tantas veces. La muerte en tu diócesis, de dos sacerdotes, tuyos y míos, me hace pensar en la Pascua: en la pacificación por la sangre de la cruz, como diría San Pablo a los Colosenses, o en la comunión en Cristo de los dos pueblos separados, mediante la muerte que derriba el muro de enemistad para hacer de él el verdadero hombre nuevo. (Ef, 2).

La Pascua es siempre fecunda, con la fecundidad del grano de trigo que muere para que fructifiquen las espigas y con la seguridad de que cada día es pascua entre nosotros: porque cada día Cristo prolonga su pasión en la historia y el gozo de su resurrección. Cristo vive, mi querido Angelelli. Es inútil que los hombres pretendan ignorarlo. Lo importante es que nosotros lo anunciemos con la palabra, lo testifiquemos con la vida y lo confirmemos con el gozo de la sangre derramada.

Ayer precisamente leíamos en el evangelio de la misa: “ánimo, soy yo, no tengan miedo”. Con la sencillez de un hermano y de un amigo te aseguro la presencia del señor resucitado. No tengas miedo. Vive la serenidad y el gozo de la esperanza.

Roma –que tú conoces piedra a piedra y que amas tan hondamente con tu corazón de obispo- nos enseña que la iglesia se plantó en la fe y el amor de los apóstoles y fue amasada con su sangre.

Desde aquí te envío un abrazo fraterno, extensivo a tus sacerdotes y religiosas, y mi bendición en Cristo y maría santísima.

CARDENAL E. PIRONIO

 (Cabe mencionar que esta carta tiene fecha del mismo día del asesinato de Mons. Angelelli)





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jueves, 18 de abril de 2019

BOLETÍN MONS. ORZALI, Siervo de Dios. N° 2 "Ameriquito"




Desde Italia, el 24 de junio de 1857 arribó a Buenos Aires don Tobías Orzali. Arquitecto de profesión; estaba casado con Teresa Nicoletti, quien le había dado dos hijos: María Laura y Juan Ignacio (según relata Raúl Entraigas), fallecidos en 1856.

Don Tobías trabajó durante un tiempo en la capital argentina y luego, cuando ya encontró estabilidad, regresó a su país en búsqueda de su esposa. El 9 de septiembre de 1862, el feliz matrimonio llegaba al muelle de las Catalinas.

En Calle Libertad al 132, el primer hogar de la familia Orzali, el 13 de marzo de 1863, nació el tercer hijo de Don Tobías y Doña Teresa: Américo, así le pusieron en honor a la nueva tierra que les permitía progresar; José, de segundo nombre, por estar próxima la fiesta del gran Patriarca de la Iglesia. Dos días después Américo José fue bautizado en la iglesia de San Nicolás de Bari. Tras él nacieron Ignacio y Silvano, este último fallecido al año y medio. Ignacio fue el gran compañero de juegos de la infancia del Siervo de Dios.

A los siete años, Américo comenzó a asistir a la Escuela del Consejo Escolar 1°. Luego, pasó al colegio particular Seminario del Plata. A los nueve años, en 1872, fue confirmado por Mons. Aneiros. Luego, la familia se mudó a media cuadra del Colegio de las Hermanas del Huerto. Allí, ante la falta de monaguillos, Don Tobías preparó personalmente a sus hijos para servir en el altar.

Ameriquito, como le decía la Superiora de las Hermanas del Huerto, Hermana Pastora; entabló una profunda amistad con el padre Truccano, una amistad que llevó al sacerdote a impartirle algunas nociones básicas de latín, y al pequeño monaguillo, a ayudarle a su amigo a superar los errores que cometía al hablar español.

Tanto en invierno como en verano, Doña Teresa interrumpía el sueño de Américo para que asistiera a la Santa Misa y cumpliera con su misión en el altar.
Un día, la hermana Pastora, que desde hace tiempo venía rezando, le preguntó al pequeño monaguillo:
-         Ameriquito; ¿te gustaría ser sacerdote?
El niño miro a los ojos a la superiora, luego al piso y finalmente, viéndola nuevamente a los ojos y sonriendo, exclamó:
-         ¡Sí, madre!
-         Bueno; piénsalo bien. Porque es una cosa muy seria y bien vale la pena estudiarla a fondo -replicó la religiosa.
Desde ese día, la Hermana Pastora clamaba al cielo para que el Padre le regalara el don de la vocación a Américo José.

El 8 de diciembre de 1875, el Siervo de Dios recibió por primera vez a Jesús Eucaristía. El 14 de diciembre de ese mismo año llegaron a Buenos Aires los primeros salesianos. Don Tobias Orzali asistió con sus dos hijos, para recibir a sus compatriotas. Junto a los hijos de Don Bosco, la familia Orzali trabajó por la evangelización de la tierra bonaerense.

A medida que iba creciendo, Américo Orzali se sentía atraído por lucir la vestimenta militar. Sin embargo, Dios tenía otros planes; como escribió Entraigas: “Américo no empuñará la espada sino la cruz”.

Bibliografía:

CALATAYUD, Ángel (1960). Rosas. Ediciones Rosarinas. Buenos Aires, Argentina.
CASTRO, Ana E. (1998) José Américo Orzali. Fundador, Obispo y misionero. Arzobispado de San Juan de Cuyo. San Juan, Argentina.
DE JESÚS, María Araceli. (2012). Padre y Pastor: Vida y obra de Mons. Américo Orzali. Ágape Libros. Buenos Aires, Argentina.
ENTRAIGAS, Raúl A. (1949) El Buen Pastor de Cuyo. 2da edición. Editorial Difusión. Buenos Aires, Argentina.



Descargar Boletín "Mons. Orzali N° 2"

Leer Boletín N° 1



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miércoles, 17 de abril de 2019

"Reflexión sistemática sobre el martirio" - Leonardo Boff




En la acepción corriente, mártir es la persona que sufre una muerte violenta para dar testimonio de una verdad religiosa o a causa de una práctica que se deriva de esa verdad. Una reflexión teológica que quiera ser sistemática no puede dejar de plantearse las siguientes cuestiones: ¿por qué existen los mártires?, ¿qué concepción de vida subyace en el gesto del martirio? La respuesta a estas simples preguntas ha de introducirnos en una reflexión sistemática.

En primer lugar, el martirio es posible porque existen personas que prefieren sacrificar su vida a ser infieles a sus propias convicciones. Para el mártir no todo vale; pueden darse situaciones en que la conciencia exige aceptar la persecución y el sacrificio de la vida en testimonio de la verdad.

En segundo lugar, el martirio es posible porque hay personas o instancias que rechazan el anuncio y la denuncia; persiguen, torturan y matan. Tal hecho revela que en la historia rige aún una situación decadente. La verdad, la justicia y el propio Dios no son transparentes ni rigen ellos solos las relaciones entre las personas y las sociedades. Pueden existir mecanismos de dominación y mentira que implican la negación de Dios. En tales circunstancias, la afirmación de Dios, de la verdad y la justicia sólo puede mantenerse, sin traición y pecado, bajo la forma de la persecución y el martirio. Siempre hubo mártires en la historia. Jesús de Nazaret se sitúa en esa tradición martirial. La Iglesia, en el seguimiento de Cristo, no sólo tiene mártires, sino que es una Iglesia de mártires. El martirio pertenece al verdadero concepto de Iglesia. Esta no debe guardar solamente una fidelidad doctrinal, sino principalmente una finalidad de vida con Jesús, que sufrió persecuciones y martirio.

Nuestra estrategia teórica tendrá el siguiente orden: primero, consideraremos a Jesucristo como el mártir por excelencia; después, a los mártires de la fe cristiana como seguidores del mártir Jesús; finalmente, a los mártires del reino de Dios, es decir, a aquellos que, sin tener una fe cristiana explícita, pertenecen a la misma causa de Cristo: el reino; ellos supieron sacrificar su vida por los bienes que concretan la utopía del reino, como la verdad, la justicia, el amor a Dios y a los pobres.


I. JESUCRISTO, SACRAMENTO ORIGINAL DEL MARTIRIO


La muerte violenta de Jesús fue consecuencia de un mensaje y una práctica. Ella admite diferentes lecturas: como castigo por blasfemia y desprecio de la ley (fariseos), como fracaso de una política subversiva y revolucionaria (romanos) o como el precio pagado por la liberación y salvación de los hombres en un contexto de no conversión. Las comunidades primitivas, recurriendo a motivos y representaciones del Antiguo Testamento, intentaron desentrañar la significación religiosa y salvífica de la vida y destino de Jesús. Así llegaron a entenderlo como el justo doliente, el siervo que asume y se entrega por los demás, como el profeta perseguido y asesinado y también como el mártir. De hecho, se le llama "mártir fiel y verdadero" (Ap 3,16; 1,5) en el doble sentido de la palabra: el que da testimonio oral ante un tribunal (cf. I Tim 6,13) y el que testimonia mediante una acción y acepta ser perseguido y muerto (cf. Ap 1,5). Al parecer, la primitiva versión del Evangelio de Marcos acerca del proceso y condenación de Jesús se redactó según los esquemas de las "actas de los mártires", siguiendo la inspiración de las actas de los mártires helenistas y de los martirios del judaísmo tardío.

Jesús es representado, especialmente en las Acta martyrum, como el prototipo del mártir. Los mártires cristianos se consideraban como seguidores del mártir Jesucristo, como Policarpo, a quien se llama "socius Christi". No cabe aquí entrar en detalles sobre el contenido martirial del acontecimiento Jesucristo. Nos conformamos con algunas referencias. La perspectiva del martirio emerge en el momento en que el mensaje y la práctica de Jesús comienza a provocar una crisis en los diferentes estamentos del judaísmo; de ahí provienen las incomprensiones, difamaciones, amenazas de muerte. Jesús no fue a la muerte ingenuamente. Asume con coraje los riesgos; en los últimos momentos se esconde de la guardia del templo; pero no hace concesiones a su situación de perseguido; guarda una fidelidad radical a su mensaje, al Padre y a la trayectoria que había elegido; no elude a sus adversarios; en el auge de la crisis de Galilea, "se dirigió resueltamente a Jerusalén" (Lc 9,51) para el enfrentamiento final.

Los relatos de Getsemaní y de la pasión muestran la fortaleza de Jesús en medio de una situación angustiosa; su resignada entrega en la cruz (cf. Lc 23,46) es la victoria contra la tentación de desesperanza (cf. Mt 15,34). Muy pronto, en la era apostólica, se elaboró la imagen del Jesús que sufre, ejemplo para todos los que padecen injustamente a causa de su fidelidad a Dios (cf. 1 Pe 2,19): "Ultrajado, no replicaba con injurias; torturado, no profería amenazas, sino que se entregaba en manos de aquel que juzga con justicia" (1 Pe 2, 23). El martirio de Jesús debe entenderse correctamente; no corresponde, simplemente y sin mediaciones, al designio de Dios; es la consecuencia histórica de un rechazo del mensaje y de la persona de Jesús por aquellos que no quisieron convertirse al reino de Dios. Jesús, por ser fiel a sí mismo y a su misión, tuvo que aceptar la persecución y el martirio. Dios no quiere tanto la muerte de su hijo cuanto la fidelidad, que implica la muerte violenta, en un contexto de no conversión. Esta perspectiva es importante para entender teológicamente el martirio, pues éste nunca es buscado por sí mismo, sino impuesto violentamente. Ya afirmaba san Agustín: "No es el sufrimiento, sino su causa, lo que hace auténticos mártires". El mártir no defiende su vida, sino su causa, que es su convicción religiosa, su fidelidad a Dios y a sus hermanos. Y esta causa se defiende muriendo10 . El mártir lanza una pregunta radical: ¿cuál es el sentido último de esa vida que se sacrifica por algo que se considera de más valor que la vida? La resurrección del mártir Jesucristo tiene, entre otras significaciones teológicas, la de que quien pierde así la vida la recupera en toda su plenitud. Al mártir le está reservada la participación en la plenitud de sentido, es decir, la entronización en el reino inmortal de la vida.

II. LOS MÁRTIRES DE LA FE CRISTIANA: SEGUIMIENTO Y PARTICIPACIÓN


En su predicación, Jesús recogía los principales elementos del martirio: "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre... Os llevarán ante los gobernadores y reyes por mi causa... El discípulo no es más que el maestro..." (cf- Mt 10,17-36).

El seguimiento de Cristo, como expresión privilegiada de la fe cristiana, implica participar de su vida y, eventualmente, compartir su destino. Esto lo entendieron muy bien los mártires cristianos de los primeros siglos, como abundantemente lo atestiguan las Acta martyrum11 Los cristianos se vieron enfrentados a un terrible dilema: o Dios (Cristo) o el César12 . Al ser mártires (testigos) de la resurrección (cf. Hch 1,21; 2,32; 3,15; 13,31; 22,15; 26,16; 1 Cor 9,1) como los apóstoles, daban testimonio de Jesús como único Señor y Dios. Cometían así un crimen de lesa majestad contra el emperador (asébeia), al negarle el carácter divino; rechazaban, como consecuencia, las deidades romanas (atheótes). La fe cristiana se convertiría, por tanto, en políticamente subversiva, pues ponía en tela de juicio los fundamentos del aparato político-religioso del Imperio romano y sus dirigentes13 .

Hay, pues, mártires de la profesión pública de la fe que desabsolutiza y desdiviniza los poderes de este mundo como última instancia. La historia está llena de estos mártires desde los tiempos de la divinización de los emperadores hasta el desenmascaramiento de las modernas tiranías fascistas.

Hay también mártires de la práctica cristiana derivada del seguimiento de Cristo. En otros tiempos, los cristianos observaron conductas directamente religiosas con consecuencias políticas; hoy un grupo cada vez más numeroso de cristianos despliega unas conductas directamente políticas, principalmente en el Tercer Mundo, cuyo origen se encuentra en la fe y en el evangelio. No son pocos los cristianos (cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares) que, a causa del evangelio, han optado preferencialmente por los pobres, por su liberación, por la defensa de sus derechos. En nombre de esta opción anuncian y denuncian las formas de dominación y deshumanización social. Pueden ser perseguidos, secuestrados, torturados y muertos. También ellos son mártires en el sentido riguroso de la palabra14 .

En estos casos se da también el odium fidei. Se odia no la fe simplemente, sino este tipo de fe y praxis liberadora que se inspira en la pasión por Dios y por los pobres a los que Dios ama. No se suele odiar a los cristianos por serlo. Se los persigue y odia porque se comprometen en un proceso de liberación y confiesan que este compromiso nace de la vivencia del evangelio y la oración. Esta conexión es la que se rechaza y provoca el sacrificio de la vida por el martirio.

Ya santo Tomás, al plantearse la cuestión de si es martirio morir por la república, decía con acierto teológico: "El bien humano puede convertirse en divino si hace referencia a Dios; por eso cualquier bien humano puede ser causa de martirio si se refiere a Dios15 . Este es exactamente el caso de muchísimos cristianos comprometidos en la liberación de sus hermanos y que refieren sus conductas a Dios y al seguimiento de Jesucristo. No son menos mártires que quienes ante un tribunal romano, con valentía y orgullo, confesaban christianus sum y aceptaban jovialmente la muerte.




III. MÁRTIRES DEL REINO DE DIOS: LA POLÍTICA DE DIOS


Se muere no sólo en nombre de la fe cristiana explícita, ni sólo por una conducta derivada de la fe. Son muchos los que entregan su existencia en procesos sociales de cambios, orientados a una mayor participación y justicia para todos16 . Revoluciones victoriosas (como en Cuba o en Nicaragua) celebran a sus héroes y mártires que cayeron en defensa de los humildes o que fueron víctimas en el costoso proceso de liberación. Ellos se constituyen en puntos importantes de referencia que animan el espíritu revolucionario o la construcción de la nueva sociedad. Escogieron lo más difícil y poseen una dignidad, independientemente de cualquier referencia religiosa.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿qué valor teológico tienen estos mártires políticos?, ¿es exacto llamarlos mártires? Creemos que, con toda exactitud teológica, se les puede llamar, verdaderamente y no con eufemismo, mártires.

Con razón explicaba Orígenes: "Quien da testimonio de la verdad, ya con palabras ya con actos, tiene derecho a ser llamado mártir; pero entre los hermanos, llevados por su amor a los que lucharon hasta la muerte, se ha establecido la costumbre de llamar mártires a quienes testimoniaron en favor del misterio de la piedad con la efusión de su sangre"17 . Se distingue aquí claramente entre lo que es esencial y general (el testimonio de la verdad) y lo que es una concreción específica aceptada por común acuerdo (el testimonio sangriento en favor de la verdad cristiana). A la objeción de que "sólo la fe en Cristo da a los que sufren la gloria del martirio", responde santo Tomás: "Cristiano es aquel que es de Cristo; se dice que alguien es de Cristo no sólo porque tiene la fe de Cristo, sino también porque hace obras virtuosas con el espíritu de Cristo"18 . Por tanto, la pertenencia a Cristo no se realiza solamente por vía de la conciencia que se concreta en el acto de fe explícito; hay una referencia ontológica en la medida en que el obrar se inscribe en el espíritu que informa también el obrar de Cristo. La existencia de Cristo fue una existencia para los demás, una entrega al servicio de los otros y una incondicional fidelidad a la verdad y a Dios. Decíamos antes, citando a santo Tomás, que cualquier bien humano puede ser causa de martirio si hace referencia a Dios. Ahora bien, esa referencia ha de entenderse en su sentido pleno; no existe referencia por el simple hecho de que conscientemente hagamos referencia a Dios; la acción virtuosa en sí misma, por su estructura óntica, se refiere a principio de toda virtud que es Dios. Porque objetivamente así es, podemos conscientemente referir todo a Dios.

La teología ha afirmado categorías para afirmar la presencia de Dios allí donde ésta no se manifiesta como tal presencia. Entonces se habla no de Iglesia, sino de reino de Dios o de misterio de salvación. Reino y misterio de salvación son realidades teológicas que pasan por la Iglesia y la sociedad y se realizan en ellas bajo signos diferentes, pero de forma real y objetiva. Dios penetra así la materia de la historia y realiza su obra. Y el verdadero nombre de Dios es justicia, amor, paz de modo absoluto; la verdadera fidelidad Dios -esto es lo que importa, en definitiva, para la salvación- es la fidelidad a la justicia y a los imperativos de la paz. Por tanto todos los que han muerto y mueran todavía por estas causas, independientemente de su ideología, si derraman su sangre son realmente mártires y han realizado obras virtuosas según el espíritu de Cristo. No son mártires de la fe cristiana ni héroes de la Iglesia: son mártires del reino de Dios, de la causa que fue la de Hijo de Dios cuando vivió entre nosotros. Ayudan en la historia a la realización de la política de Dios.

Esta perspectiva radical y óntica nos abre a la posibilidad de leer en clave de martirio, sin entrar en detalles como el tema merecería, la suerte de todos aquellos que sufren el mismo destino de Jesús. De su pasión dolorosa participan los pobres, las razas subyugadas, los indígenas y proletarios; a causa de la opresión ven su vida partida por medio, mueren sus hijos de anemia y miseria. Toda esta carga de iniquidad, brecha de sufrimientos y lágrimas sin enjugar, no carece de sentido y fruto delante de Dios. La teología del Siervo doliente y del Mesías sacrificado, liberador colectivo de su pueblo, nos permite discernir, en medio de esta contradicción, un significado divino y redentor19 . Tal vez la misericordia de Dios para con la tierra de los hombres dependa de la intercesión de estas víctimas anónimas de la historia,


IV. VALOR SACRAMENTAL DEL MARTIRIO


El martirio posee innegablemente una eminente función de signo (sacramento). En primer lugar, contiene una alta significación antropológica. Lo que confiere dignidad a la existencia no es el centrarse en sí mismo, sino el descentrarse y estructurar la existencia en favor de los otros. El mártir lleva hasta el radicalismo la dinámica de la vida: la entrega total al otro como donación de la propia vida. Este gesto plantea indudablemente el problema del valor absoluto. Normalmente la vida se concibe como el valor supremo. Con el sacrificio de la vida por el martirio se apunta a algo superior a la propia vida. En otras palabras: la vida se ordena a algo mayor y más digno. ¿Es el otro? ¿Es la sociedad? La fe cristiana habla de Dios; el otro y la sociedad, por cuyo bien alguien se sacrifica, prolongan cualitativamente el mismo ámbito de la vida; por eso no son adecuadamente el valor supremo de la vida: el otro y la sociedad son sacramentos de Dios, el verdadero nombre del sentido supremo de la vida y de la historia. El martirio muestra el carácter relativo de todo, incluso de la propia vida; relativo en un doble sentido: todo se refiere a un bien mayor en función del cual todo puede, y a veces debe, ser sacrificado; ante este bien mayor todas las cosas pasan a un segundo o tercer orden y son, por tanto, relativas. El mártir apunta (por eso es un sacramento) en una dirección en la que el lenguaje que habla de lo absoluto puede ser significativo.

El mártir, por su gesto valiente, se hace sacramento de la verdad. Plantea unos interrogantes, como lo atestiguan san Justino, Tertuliano y el autor del De laude martyrum: "Hay algo que estudiar, una valentía que es necesario investigar hasta el fondo; hay que tener en cuenta una creencia por la que alguien sufre o acepta morir"20 . No sin motivo se dice que la sangre es semilla de nuevos cristianos21 .

Por último, el mártir es un sacramento eficaz, productor de verdad para la Iglesia. La Iglesia tiene mártires, que son su gloria. Pero siempre que un cristiano, por seguir a Cristo, se compromete de tal forma que es llevado al martirio, produce credibilidad para la Iglesia. Más aún: produce sustancia eclesial, en el sentido de que una Iglesia es solamente Iglesia de Cristo en la medida en que está dispuesta a vivir de manera que considere normal participar del mismo destino del mártir Jesucristo. El mártir proclama la verdad de la Iglesia de Cristo y manifiesta la santidad de Dios comunicada a la Iglesia. La Iglesia es santa a causa de sus santos.

Estas breves reflexiones nos permiten entender mejor lo que significa el martirio en una perspectiva sistemática. Mártir es todo aquel que sufre una muerte violenta por causa de Dios o de Cristo, o por causa de una manera de vivir la vida derivada de la fe en Dios o en Cristo, o también por lo que constituye el verdadero contenido de la palabra de Dios y de Cristo: la verdad y la justicia. Evidentemente, necesitamos mediaciones que garanticen, contra los mecanismos de las ideologías (ilusión), del fanatismo (exacerbamiento de la subjetividad) y de la idolatría (identificación errónea de Dios), la identificación de la verdad y la justicia. Justicia y verdad constituyen los mínimos sin los que quien muere violentamente no puede ser llamado mártir. La verdad y la justicia (verdadero nombre de Dios) no se encuentran tan ocultas que no puedan identificarse. La existencia del mártir prueba su identificación en la historia y en la conciencia.

Lenoardo Boff, Marzo, 1983, - Traducción: S. García Díez

Notas:

  • 1 En el campo católico véanse los siguientes estudios, considerados clásicos: H, Delehaye, Martyr et confesseur: "Analecta Bollandiana" 39(1921)20-49; E. Hocedez, Le concept de martyr: NRT 55(1928)81-99, 198-208; en el campo protestante: F. Kattenbusch, Der Martyrertitel: ZNW 4(1903)111-127; K. Holl, Der ursprüngliche Sinn des Namens Martyrer: "Neue jahrbücher" 35(1916)253-259; Reitzenstein, Der Titel Martyrer: "Hermes" 52(1917)442-452.
  • 2 Cf. E. Peterson, Testigos de la verdad, en Tratados teológicos (Cristiandad, Madrid 1966) 71-101, espec. 76; id., Martirio e martire, en Enciclopedia Cattolica VIII (Roma 1952) 233-236.
  • 3 Cf. M. L. Gubler, Die frühesten Deutungen des Todes Jesu (Gotinga 1977)0-94, 203-205
  • 4 Cf. D. Dormeyer, Die Passion Jesu als Verhaltensmodel (Munich 1974) 43-50, 238-261.
  • 5 Cf. Les chrétiens de Vienne et Lyon à leurs frères d'Asie... Lettre sur les martyrs de 177 (ed. de C. Montdésert y J. Comby; Lyon 1976), c. 2, n. 3; otros testimonios en E. Hocedez, Le concept de Martyr, op. cit., 200-201.
  • 6 Martyrium Sancti Polycarpi, VI; cf. XV.
  • 7 Cf. L. Boff, Jesucristo y la liberación del hombre (Ed. Cristiandad, Madrid 1981) 316-363; H. Cousin, Le prophète assassiné (Paris 1976) 22-230.
  • 8 J. Sobrino, Cristología desde América Latina (México 1976)79-185.
  • 9 In Ps 34; Sermo 2,13: PL 36, 340.
  • 10 Cf. Actas de los Mártires (BAC 75; ed. D. R. Bueno; Madrid 1951)1149.
  • 11 Cf. H. Delehaye, Martyr et confesseur, op. cit., 46-47; E. Hocedez, Le concept de mártyr, op. cit., 200-203.
  • 12 Cf. B. Reicke, The Inauguration of Catholic Martyrdom according to St. John the Divine: "Augustinus" 20(1980)275-283, espec. 283.
  • 13 Cf. 1. Lesbeaupin, A Bem-aventurança da perseguição (Petrópolis)13-18.
  • 14 Cf. S. Tomás, In Ep. ad Rom, c. 8, lect. 7: "Patitur etiam propter Christum non solum qui patitur propter fidem Christi, sed etiam qui patitur pro quocumque justitiae opere pro amore Christi".
  • 15 II-II, q. 124 ad 3.
  • 16 Cf. La sangre por el pueblo. Nuevos mártires de América Latina (Instituto Histórico Centroamericano; Petrópolis 1982); cf. Bartz, Heroische Heiligkeit und Martyrium ausserhalb der Kirche, en Einsicht und Glaube (Homenaje a G. Söhngen; Friburgo 1962) 321-331.
  • 17 In Joan. II: PG 14,176.
  • 18 11-II . 124 a. 5.
  • 19 C. Mesters, O destino do povo que sofre (Petrópolis 1981).
  • 20 Justino, Apol. II, 12; Tertuliano, Ad Scapulam, 5; De laude Martyrum, 5.
  • 21 Tertuliano, Apol. 50: "Plures efficimur quoties metimur a vobis, semen est christianorum".



  • El próximo 27 de abril celebraremos el martirio de Monseñor Enrique Angelelli, Fr. Carlos de Dios Murias, P. Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera en la diócesis de La Rioja, Argentina


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    martes, 16 de abril de 2019

    "Sangre de mártires riojanos, semilla de unidad de los argentinos" - P. Quique Bianchi




    Jesucristo es el mártir por antonomasia. Él vino como testigo del amor misericordioso de Dios y, en humilde sumisión a la voluntad del Padre, sostuvo su testimonio hasta el doloroso desenlace en la cruz. Con su pasión y muerte Él ofrece su vida en sacrificio redentor para reconciliar a la humanidad con Dios. A nosotros, por el bautismo -que nos hace de Cristo- se nos da la gracia de participar de los frutos de ese sacrificio sin sufrimiento alguno de nuestra parte.

    Los cristianos estamos llamdos a ser “testigos” (gr. μάρτυρες, mártires) de esta salvación: “recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos” (Hch 1, 8). Lo propio de la palabra testimonial es que no se ofrece como un sistema de ideas, cuyas afirmaciones se apoyan en una evidencia exterior a la persona que la profiere. Al contrario, un testimonio se presenta como creíble sólo si quien lo sostiene lo es. Por eso, ser testigos de Cristo no es algo que pueda sostenerse sólo con los labios. El testimonio debe envolver la vida entera. Pronto lo entendieron los primeros cristianos cuando comprobaron que el pedido de Jesús de ser sus testigos tenía que ver con compartir sus sufrimientos e incluso su muerte. Tanto que -desde el testimonio de sangre de Esteban- llamaron mártir (testigo) por excelencia al que moría por sostener su fe (cf. Hch 22, 20).

    Los mártires siempre han sido una fuente de gracia en la vida de la Iglesia. Que haya cristianos capaces de encarnar el Evangelio de tal modo que pongan el amor de Cristo antes que su subsistencia es una poderosa fuerza de inspiración. Sus vidas ofrecidas son una especie de “prueba” de la plenitud que ofrece la fe cristiana. De este modo, la sangre de los mártires mezclada con la de Cristo suscita nuestra fe, hace creíble la Buena Noticia que trajo Jesús y que la Iglesia transmite. De aquí la feliz sentencia de Tertuliano: “sangre de mártires, semilla de cristianos”.

    La beatificación de los mártires riojanos, Enrique Angelelli, Wenceslao Pedernera, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, nos señalan que en Argentina -en su historia reciente- también se derramó semillas de cristianos. Sabemos cómo es Dios de generoso cuando esparce su simiente: no sólo arroja en tierra fértil, sino entre piedras, espinas y hasta al borde del camino. Pero también sabemos que esa semilla espera un buen terreno para desplegar su fecundidad. Son muchos los que trabajan con entusiasmo para hacer germinar la memoria de estos mártires en la vida de la Iglesia argentina. Pero también hay que reconocer que la frialdad de algunos sectores ante la inminente beatificación hace pensar que todavía hay mucho terreno que preparar para obtener fruto de esta siembra divina.

    Tal vez este silencio tenga que ver con que los mártires riojanos nos obligan a hablar de lo que no se habla. Como cuando en una familia hay un tema doloroso que todos tienen presente y que nadie quiere revolver. La dificultad de hablar de estos mártires parece estar relacionada con la profundidad de la herida que dejó en la sociedad argentina la violencia política y el terrorismo de estado de la década del 70. Aún hoy, es difícil hablar serena y sinceramente de la responsabilidad de la Iglesia en esos años oscuros. Este silencio hace que, por ejemplo, en algunos ambientes siga vivo el mito de un “Angelelli comunista” y no logra conjurarlo ni el hecho de que no hayan aparecido pruebas de su supuesto apoyo a grupos violentos, ni el hecho de que la justicia sentenció que fue asesinado en un acto de terrorismo de estado, ni -lo que es más grave tratándose de gente de Iglesia- el hecho de que la Congregación para las Causas de los Santos haya llevado adelante un proceso de beatificación confirmado por el Sumo Pontífice.

    También puede pensarse que los mártires riojanos no sólo nos muestran que la herida no termina de cerrar sino que nos revelan nuestra incapacidad para revisar nuestras posturas. Si nadie está dispuesto a reconocer que su propia mirada necesita complementarse con otra perspectiva resulta superfluo cualquier intento de diálogo o cualquier nueva investigación histórica. Lo peor es que esta falta de actitud crítica nos deja indefensos frente a las fuerzas que buscan polarizar a la sociedad para dominarla (polarización que parece ser un fenómeno común en muchas sociedades modernas). La sabiduría popular conoce este peligro, tanto que canonizó la sentencia del Martín Fierro que lo advierte: “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. En el último Concilio la Iglesia se definió a sí misma como un signo e instrumento de la unidad del género humano (cf. LG 1). Si la semilla de los mártires tiene la potencia del acontecimiento redentor de Cristo, ¿por qué no confiar en que sea capaz de acercar posiciones en la Iglesia y que eso tenga un efecto difusivo en toda la sociedad? ¿Por qué no soñar con que la sangre de los mártires riojanos se vuelva semilla de unidad de los argentinos?



    En los mártires riojanos tenemos nuevos intercesores. Pidámosle como Iglesia que nos consigan de Dios la gracia de ser tierra fértil para su semilla. Que sus sangres derramadas sean una siembra de amor y unidad para el pueblo argentino. Atrás de cada martirio hay un odio asesino, pero no puede ser eso lo que domine la escena. Bastante herido está nuestro pueblo con la siembra de odio de quienes buscan dividirlo. La Iglesia cuando lee la Pasión pone el foco en el amor sobreabundante de Cristo, no en el rencor de sus victimarios (Hans U. von Balthasar dice que “la «traición» de los hombres no puede ser en todo este acontecer sino un factor de segundo orden” Mysterium salutis III, 720). En esta siembra, el amor de los mártires debe brillar de un modo que envuelva misericordiosamente el pecado de sus muertes. Sirva como inspiración la actitud de otro obispo de esos tiempos -que tal vez con el tiempo sea reconocido como mártir-, Carlos H. Ponce de León, que mientras las autoridades militares se referían a él en informes de inteligencia como alguien de “accionar subversivo” que dirigía “fuerzas enroladas sustancialmente en las filas del enemigo” (sic) declaraba en su testamento: “no tener enemigos, no guardar rencor ni odio a persona alguna; si ofendí a alguien pido perdón y si alguien se considerase deudor, queda perdonado”. Igualmente preñadas de Evangelio están las palabras que Wenceslao Pedernera en su agonía le dirigía a su hija: “perdonen, no guarden rencor, no odien, yo los perdono”.

    Otras publicaciones del P. Bianchi en este blog:

    "APUNTES PARA UNA RECEPCIÓN ECLESIAL DE LOS MARTIRIOS DE ROMERO Y ANGELELLI"

    ANGELELLI: ¿QUÉ SIGNIFICA MARTIRIO “EN ODIO DE LA FE”?

    "LOS POBRES NOS SALVAN"

     PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (1° Parte)
     PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (2° Parte)
     PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (3° Parte)
     PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (4° Parte)



    Redes sociales oficiales de la beatificación de Monseñor Angelelli y compañeros mártires: (FacebookTwitter e Instagram). 



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    domingo, 14 de abril de 2019

    "DOMINGO DE RAMOS - HOMILÍA DE MONSEÑOR ANGELELLI"


    Domingo de Ramos, 1974 - Mons. Angelelli

    Amigos y Hermanos radio oyentes de L.V.14.
    En este Año Santo hemos venido preparando esta Pascua. Hoy, con este domingo de Ramos entramos a vivir la Semana Santa. Dios, Nuestro Padre, nos ha venido regalando un “tiempo fuerte” de oración y de gracia, que ha sido la Cuaresma. Porque prepararse para celebrar la Pascua es prepararse para celebrar la VIDA. Hoy resuena en todo el mundo un grito de esperanza y de alegría, como la de ese pueblo y la de esos niños del Domingo de Ramos de Jesús, en donde haya sido anunciado Cristo y en su nombre se haya engendrado una Comunidad Cristiana por la Fe, como Don de Dios al hombre, y por el regalo de la Vida Divina, infundida en nosotros en la fuente bautismal.

    Nuestra Rioja, renacida a la Vida de Dios, por la Fe predicada desde la Colonia y por el bautismo que hemos recibido como regalo de Dios, une su voz a la de todos los cristianos del mundo, en este Año Santo, exclamando: “Hosana en las alturas”. “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Entramos en la Semana Santa. Vivimos el Misterio de Nuestro Señor Jesucristo, que fue consumado por medio de su muerte en la Cruz y por la Resurrección gloriosa el domingo pascual. Por la Fe nos sentimos, como empujados a acompañar a Cristo en el Vía Crucis del Viernes Santo para que la gracia que brota de esa Cruz, nos haga participar de la Resurrección y de la Vida que es la Pascua.

    Hermanos Riojanos: esta es la gran Semana; la Semana que llamamos: Santa. Todas las reflexiones que hemos venido haciendo en esta Cuaresma, aquí tiene su sentido; en CRISTO, que muere en una Cruz y Resucita; por nosotros; por cada hombre de la condición social que fuere; por el que cree y por el que dice no creer; por el blanco y por el negro; por el sabio y por el ignorante; por el bueno y por el malo; por el que camina según los preceptos de Dios y por el que lleva una vida desordenada. La Redención Liberadora de Cristo es para todo el hombre: inteligencia y corazón, sentimientos; cuerpo y alma; y para todos los hombres de todos los tiempos. El hombre, cada uno de nosotros, con una respuesta libre, lo aceptamos o la rechazamos. Nos salvamos o nos condenamos eternamente. Aquí encontraremos la fuente del “hombre nuevo”; que todos anhelamos ser; la sociedad nueva que todos dolorosamente buscamos construir; esa paz verdadera que no acaba de nacer plenamente; la justicia que todos ansiamos verla hecha realidad en nuestras comunidades, que es el pueblo por quien Cristo entregó su vida; aquí encontraremos la clave de esa fraternidad que va cobrando tanto precio de sangre; ese “Encuentro” de pueblo de Dios que camina fatigosamente para encontrar la verdadera felicidad.

    Esta Semana Santa no es un simple recuerdo religioso; es una realidad viviente hoy; la gran respuesta de Dios a nosotros los hombres par que seamos un pueblo liberado en justicia y “santidad de vida”. Es nuestra Semana Santa; en este Año Santo; en este camino doloroso que venimos haciendo, como individuos y como pueblo, para dar el salto a una vida que no sea “aguantada” sino “celebrada”. La Cruz que besaremos, con cariño y con gratitud el Viernes Santo no es solamente un madero muerto, sino el “árbol de la vida”; es mi misma vida personal y la vida nuestra como pueblo en su realidad como la tenemos. Por esta Cruz, precio de la Vida Pascual, la fraternidad entre nosotros, la justicia, la paz, se hacen posibles entre los hombres.

    Es necesario darle acogida y cabida en nuestras propias vidas. En esta Cruz y en esta Pascua deben caer todos nuestros resentimientos, todos nuestros engreimientos, todos nuestros egoísmos, toda nuestra mentira secreta y pública como llevamos la vida, todos nuestros odios, nuestra resistencia en ir contra la verdad, la luz y la reconciliación verdadera y profunda de mente y corazón. Obrar de otra manera es hacernos daño a nosotros mismos; impedir un proceso liberador según Cristo y hacer sufrir injustamente a nuestros hermanos que reciben las consecuencias de una vida así vivida. No lo dudo; en esta Semana Santa, La Rioja recogerá el fruto de muchas conversiones de vidas, necesitadas de hacer un verdadero cambio de todo aquello que les impide vivir felices y hacer felices a los demás.

    Nuestra Diócesis Riojana, que es decir lo mismo, nuestra Rioja, quiere vivir intensamente esta Semana Santa, porque la necesitamos más que nunca; porque en este Año Santo hay un reclamo de Dios, apremiante y urgente, de reconciliación según la mente del Santo Padre. No es necesaria describirla; es suficiente mirar la Cruz de Cristo; caer de rodillas; depositar junto a ella un corazón sincero y arrepentido y decir secretamente con todo las fuerzas de nuestra alma ¡PERDÓN SEÑOR! ¡Gracias, Señor! necesito tu luz y tu gracia para salir de esta situación que a veces se me hace insoportable. Necesito ser más amigo de mis hermanos; más justo; más noble de sentimientos; más generoso; más creyente de veras; más limpio de mente y de corazón; más amigo de la verdad porque la mentira me envuelve y me lleva a la ruina; más respetuoso de mis hermanos y de su honra; más consecuente con la vida de lo que digo creer; más comprensivo con el que dice no reconocerte; más sensible a mis hermanos que sufren y que necesitan de mí.

    Hermanos Riojanos: esta Semana Santa nos debe llevar a una oración personal y comunitaria más profunda y prolongada. Tomemos el Libro de los Evangelios, el Libro de los Salmos; los Libros de los Profetas Isaías y Jeremías y las Cartas de San Pablo, de San Pedro y de San Juan, y hagamos de su lectura personal y en grupos, reflexión de ella y oración. Iluminemos nuestra vida a la luz de esta Palabra Viva de Dios. En esta Semana Santa, el miércoles por la noche, en la Catedral, celebraremos la única misa vespertina de la diócesis, para consagrar los ÓLEOS y el CRISMA. Con ellos se celebrarán los sacramentos en la diócesis durante todo el año. Son: el Óleo para los   bautismos; el Óleo para los enfermos; el Crisma para las Confirmaciones, consagrar sacerdotes y consagrar vasos sagrados. Esos Óleos son el fruto de nuestros olivares y del trabajo de nuestro pueblo riojano. En esa misma misa crismal, todos los sacerdotes de la diócesis, harán frente a la comunidad reunida en el templo y ante la diócesis la renovación de las promesas de la consagración sacerdotal que hicieron el día de la ordenación y la ratificación de la unidad sacramental del Orden Sagrado como servidores de Cristo a este pueblo confiado por el ministerio del obispo, que son ustedes. Traten de participar de esta Misa Crismal.

    En esta Semana Santa, celebraremos la Institución de la Eucaristía, el día del Amor que es Cristo y la necesidad de vivir en unidad y en caridad como servicio a nuestros hermanos. Este día eucarístico y sacerdotal, debemos estar muy unidos en la oración para pedirle a Cristo que nunca nos falten sacerdotes para las comunidades; que seamos fieles a nuestra consagración y al servicio de nuestro pueblo aunque tengamos que sufrir. El discípulo no puede ser mayor que su Maestro, que es Cristo. Es el Jueves Santo. Donde no hay sacerdotes, reúnanse ustedes para orar juntos y sentirse unidos a toda la gran familia diocesana.
    En esta Semana Santa celebraremos el día de la CRUZ el Viernes Santo. No hace falta que les diga todo lo que es para un cristiano un Viernes Santo. Ustedes que están solos y sin sacerdotes, reúnanse junto a ese crucifijo que tienen y mediten juntos. Pídanle por tantas necesidades; por nuestra Rioja; por la Patria; por la verdadera justicia y por la verdadera paz. Para que todos seamos fieles hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Si van al Señor de la Peña, encontrarán que este año, se realizarán los principales actos de la Semana Santa, especialmente el Jueves por la noche y durante todo el Viernes Santo. Traten de vivir ese día, en el Señor de la Peña en la oración y en el respeto a los demás. Les darán indicaciones para que ese día sea vivido religiosamente y con espíritu de Fe.
    En esta Semana Santa: viviremos el sábado santo. Día de preparación para la noche pascual. Será día para prepararse a la confesión. Traten de seguir las celebraciones penitenciales y poder, así, ensanchar el corazón en el canto del Aleluia, que es un canto de fiesta, de gloria, de gozo, de paz, de vida. La velita que llevarán a la ceremonia del sábado santo para encenderla con la luz del cirio pascual (esa vela gorda), es símbolo de lo que debemos ser los cristianos: testigos de la vida nueva en nosotros; de la alegría; de la paz interior y entre hermanos; de la fuerza de Cristo que nos llama para ser los verdaderos liberadores de todo lo que es pecado y consecuencia del pecado. Debemos ser verdaderamente: Pueblo de Dios en Marcha, que seguimos peregrinando, tomados de las manos y construyendo, lo que siempre les digo, una Rioja feliz.

    Así preparamos la Pascua en esta última semana, la Semana Santa.

    Quisiera poder anunciar para la Pascua o en la semana Pascual el anuncio pascual para aquellos hermanos que no pueden vivir plenamente, en la FE, la alegría de Cristo Resucitado. A la Virgen Madre y a San Nicolás les pedimos que nos permita hacer este anuncio, habiendo preparado los corazones de quienes lo deben recibir. No es un regalo humano, sino hay que administrar debidamente el Don de Dios.




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    viernes, 5 de abril de 2019

    "LA MISERICORDIA DE DIOS CON LOS QUE SE ARREPIENTEN"



    Los predicadores de la verdad y ministros de la gracia divina, todos los que desde el principio hasta nuestros días, cada uno en su tiempo, nos han dado a conocer la voluntad salvífica de Dios, nos enseñan que nada hay tan grato y querido por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a él con sincero arrepentimiento. 

    Y, para inculcarnos esto mismo de un modo aún más divino, la divina Palabra del Dios y Padre, aquel que es la primigenia y única revelación de la infinita bondad, con un rebajamiento y condescendencia inefables, se dignó convivir con nosotros, hecho uno de nosotros; e hizo, padeció y enseñó todo aquello que era necesario para que nosotros, que éramos enemigos y extranjeros, que estábamos privados de la vida feliz, fuéramos reconciliados con nuestro Dios y Padre y llamados de nuevo a la vida.

    En efecto, no sólo curó nuestras enfermedades con la fuerza de sus milagros, no sólo nos liberó de nuestros muchos y gravísimos pecados, cargando con la debilidad de nuestras pasiones y con el suplicio de la cruz -como si él lo mereciera, cuando en realidad estaba inmune de toda culpa-, con lo que saldó nuestra deuda, sino que nos enseñó también, con abundancia de doctrina, a imitarlo en su benignidad condescendiente y en su perfecta caridad para con todos.

    Por esto afirmaba: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Y también: No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Y decía también que él había venido a buscar a la oveja perdida. Y que había sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Asimismo, insinúa de una manera velada, con la parábola de la dracma perdida, que él ha venido a restablecer en el hombre la imagen divina, cubierta por el repugnante estiércol de los vicios. Y también: Os aseguro que habrá en el cielo gran alegría por un pecador que se convierta.

    Con este fin, a aquel hombre que cayó en manos de los ladrones, que lo desnudaron, lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto, él lo reconfortó, vendándole las heridas, derramando en ellas aceite y vino, haciéndolo montar sobre su propia cabalgadura y acomodándolo en el mesón para que tuvieran cuidado de él, dando para ello una cantidad de dinero y prometiendo al mesonero que, a la vuelta, le pagaría lo que gastase de más.

    Nos muestra también la condescendencia del buen padre para con el hijo pródigo que regresa arrepentido, al que abraza, al que devuelve plenamente sus prerrogativas de hijo, sin echarle en cara su conducta anterior.

    Por esto mismo, cuando encuentra a la oveja que se había apartado de las otras cien, errante por los montes y colinas, la devuelve al redil, no a golpes y con amenazas ni agotándola de fatiga, sino que, lleno de compasión, la carga sobre sus hombros y la vuelve al grupo de las demás.

    Por esto también clamaba: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. Y decía: Tomad sobre vosotros mi yugo, dando el nombre de yugo a sus mandamientos, esto es, a una vida ajustada a las enseñanzas evangélicas; y dándoles también el nombre de carga, ya que, por la penitencia, parecen algo pesado y molesto: Porque mi yugo -dice- es suave y mi carga ligera.

    Y en otro lugar, queriendo enseñarnos la divina justicia y bondad, nos manda: Sed santos, perfectos, misericordiosos, como vuestro Padre celestial. Y también: Perdonad y seréis perdonados. Y: Cuanto queréis que os hagan los demás, hacédselo igualmente vosotros.

    De las Cartas de san Máximo Confesor, abad
    (Carta 11: PG 91, 454-455)

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    martes, 2 de abril de 2019

    EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL sobre los Jóvenes: "VIVE CRISTO" (Para Descargar)



    Queridos amigos, con alegría compartimos con todos ustedes la nueva exhortación apostolica del Santo Padre Francisco. Al final de este articulo encontraran el link para descargarla, antes te contamos la historia de este documento:

    Enero 2017: Carta del Papa a los jóvenes

    La primera página de este documento, en cierto modo, la escribió el Papa Francisco el 13 de enero de 2017: ese día se publicó el Documento Preparatorio del Sínodo y el Papa decidió acompañarlo con una Carta en la que invita a los jóvenes a lanzarse "hacia un futuro desconocido, pero portador de ciertas realizaciones", siempre acompañados por Dios.

    Septiembre de 2017: Seminario Internacional sobre la situación de la juventud

    La invitación del Papa se recogió en el "Seminario Internacional sobre la condición de la juventud en el mundo", organizado en Roma, en septiembre de 2017, por la Secretaría General del Sínodo. Durante los trabajos se discuten numerosos temas relacionados con la juventud: de la migración al desempleo, del compromiso social al político, del desarrollo tecnológico a la fe. Al final, la voz de los jóvenes se eleva claramente: "Somos una familia – dicen – escuchémonos unos a otros y crezcamos juntos". Esto pone de relieve el deseo de los jóvenes de encontrar en la Iglesia un hogar, una familia, una comunidad donde puedan madurar sus opciones de vida y contribuir al bien común.

    Marzo 2018: Reunión Pre-Sinodal

    En marzo de 2018, en el Encuentro Presinodal celebrado en Roma en el Pontificio Colegio Internacional "María Mater Ecclesiae", el Papa respondió directamente a este deseo: cerca de 300 jóvenes físicamente presentes, mientras que otros 15.000 participan a través de las redes sociales.

    Domingo de Ramos 2018

    Los frutos del Encuentro Presinodal se recogen en un Documento  Conclusivo que el 25 de marzo de 2018, Domingo de Ramos y Jornada Diocesana de la Juventud, se entregó al Papa en la Plaza de San Pedro. "En este documento – explicaron al Papa – te damos nuestra vida y los deseos más profundos de nuestro corazón. Estamos seguros de que la Iglesia seguirá escuchando las voces de los jóvenes.

    Junio de 2018: Instrumentum laboris en 7 palabras claves

    El Instrumentum Laboris del Sínodo, entonces, presentado a la prensa el 19 de junio de 2018, recoge todas estas peticiones, integrándolas con más de cien mil respuestas dadas por los jóvenes al cuestionario en línea lanzado en los meses anteriores por la Secretaría General del Sínodo. Siete, sobre todo, son las palabras clave que emergen del Instrumentum: escucha, acompañamiento, conversión, discernimiento, desafíos, vocación y santidad. 

    Octubre 2018: Documento Final del Sínodo

    Los temas contenidos en el Instrumentum laboris se convierten así en la "hoja de ruta" del Sínodo sobre el tema "Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", que tiene lugar en el Vaticano en octubre de 2018 y que ve a muchos jóvenes hablando en el Aula. Sus reflexiones, sus testimonios, sus fuertes llamadas se encuentran en el Documento Final de las obras, cuyo hilo conductor es el episodio de los discípulos de Emaús, narrado en el Evangelio de Lucas.

    Enero 2019: JMJ en Panamá

    De hecho, son muchos "nosotros los jóvenes" que en enero de este año encontraron al Papa Francisco en Panamá, con ocasión de la 34ª Jornada Mundial de la Juventud. Como sucedió en Río de Janeiro en 2013, cuando los exhortó a "hacer ruido", es decir, a hacerse oír, ahora el Pontífice invita a los jóvenes a hacer algo activo y creativo en la Iglesia y en el mundo, haciendo uso de sus "energías renovadoras" para ser "testigos del Evangelio": "Queremos encontrar y despertar junto con vosotros la continua novedad y juventud de la Iglesia, abriéndonos siempre a esta gracia del Espíritu Santo que tantas veces hace un nuevo Pentecostés. Y esto sólo es posible si, como acabamos de vivir en el Sínodo, sabemos caminar, escuchándonos y completándonos unos a otros, si sabemos dar testimonio anunciando al Señor en el servicio a nuestros hermanos, que es siempre un servicio concreto".

    Marzo 2019: Exhortación apostólica

    El 25 de marzo, dos años después de la primera Carta a los Jóvenes, el Papa confía a la Virgen Lauretana la Exhortación Apostólica Post-sinodal, siempre en forma de Carta: un signo concreto de esa escucha, ese diálogo y ese caminar juntos deseado por los participantes en el Sínodo.

    Abril 2019: Publicación de la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL sobre los Jóvenes: "VIVE CRISTO" (Descargar) o leer online

    La exhortación está conformada por los siguientes capítulos:
    Capítulo I: “¿Qué dice la Palabra de Dios sobre los jóvenes?”
    Capítulo II: “Jesucristo siempre joven”
    Capítulo III: “Tú eres el  ahora de Dios”
    Capítulo IV: “El gran anuncio para todos los jóvenes” 
    Capítulo V: “Los caminos de la juventud”
    Capítulo VI: "Jóvenes con raíces"
    Capítulo VII: “La pastoral juvenil”
    Capítulo VIII: “Vocación”
    Capítulo IX: “El discernimiento”


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