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sábado, 8 de agosto de 2020

Homilía de Monseñor Angelelli - Domingo XIX - Ciclo A

 Evangelio según San Mateo 14,22-33.

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli (10 de Agosto 1975)

Ayer finalizamos un encuentro sacerdotal. Quisimos, en un primer momento que fuera sólo y profundamente sacerdotal para reflexionar ante el Señor nuestra misión de pastores, en las presentes circunstancias que vivimos. No tenía nada de especial y misterioso. Simplemente orar y ahondar nuestra responsabilidad ante la realidad de nuestro pueblo. Luego invitamos, también, a las religiosas por las responsabilidades que tienen en barrios y pueblos de la diócesis. No puedo dejar de comunicarles este hecho en la vida de la diócesis, porque ha constituido una verdadera bendición del Señor este encuentro para bien de La Rioja. El clima de oración, fraternidad y profundidad de reflexión, en quienes tenemos responsabilidades, así graves, significan un bien para una comunidad. Es muy importante, en circunstancias como las que vivimos, tener la serenidad y la lucidez suficientes para tratar de ver claro cuál debe ser nuestro ministerio sacerdotal y religioso. Quizás, podrá significar, para algunos, sin importancia; esto sin mala voluntad; pero sin percibir su dimensión en la comunidad.

Cuando cada sacerdote, pastor de su pueblo, trae a una mesa común no sólo su propia vida consagrada sino la de su pueblo, con todo lo que ella significa, para rezarla y reflexionarla con sus otros hermanos, es una realidad que honra y alienta a una comunidad como lo es la diócesis. Y si esto se hace con gran espíritu de profundizar de buscar juntos las soluciones, nos debe llenar de alegría, como la tengo yo.

Precisamente el texto del Evangelio de hoy (Mt 14, 22-33) nos ilumina desde la fe el camino que venimos haciendo como pueblo y como comunidad cristiana. En el Evangelio se nos habla del mar sacudido por el viento; en él, una débil barca metida muy adentro; en ella Jesús y el grupito de los apóstoles; Jesús dormido, por el cansancio de haber estado todo el día con la gente; los apóstoles asustados por no saber qué hacer con el mar sacudido por las olas; ... luego los diálogos; antes el miedo de los apóstoles, Jesús que es despertado les dice: ¡Animo... no tengan miedo...” ...y a Pedro que se hundía en el agua... ¡hombre de poca fe, porque has dudado -despuntaba el alba después de una noche de angustias y desorientación. Jesús había buscado el silencio de la noche para orar.

La sola lectura de este pasaje del Evangelio nos pinta nuestra realidad personal y las circunstancias en que vivimos con tantos problemas de todo tipo. Se nos acaba la esperanza; nos entra el miedo; nos angustiamos; perdemos el sentido de la vida; no sabemos qué hacer; se nos vienen abajo nuestros proyectos. A todo esto no es fácil la respuesta concreta para buscar solución a todos los problemas que tenemos. También, quienes tenemos la misión sacerdotal de ser pastores de nuestros pueblos, necesitamos oír en el silencio de la oración y de la búsqueda en común, la palabra de Jesús: “Animo... no tengan miedo...”; lo necesita cada sacerdote para confirmar la fe de sus hermanos. Necesitamos profundizar el Evangelio de Cristo, descubrirlo mejor a él, para iluminar la vida de las comunidades confiadas.

¿Qué hicimos en el encuentro? Sentirnos, una vez más, necesitados de orar en común; de ahondar la fraternidad sacramental y sacerdotal; revisar juntos nuestra delicada misión religiosa en la vida concreta de nuestros hermanos; poder ser mejor servidores de ustedes. Quisimos prepararnos, juntos, para la “visita de San Nicolás” por La Rioja. A este “paso jubilar de Dios” por toda nuestra diócesis, lo queremos preparar con la oración y con el estudio meditado de la Palabra de Dios. Esa misma Palabra que deberemos anunciarles a ustedes en toda esta gran misión diocesana.

Además de lo organizativo, nos interesa fundamentalmente que La Rioja, sienta en este Año Santo la realidad reconciliadora y renovadora exigida por Cristo. Por eso profundizamos los Sacramentos de Cristo: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Unción de los Enfermos, Matrimonio, Penitencia -especialmente este último-, la penitencia, llamada hoy, el sacramento de la reconciliación. Descubrir mejor y más hondo que nosotros los hombres necesitamos de la Misericordia de Dios y de su Perdón y que nosotros somos débiles y pecadores si él no nos “libera-perdona-salva-ayuda.

Sentimos la necesidad, una vez más, de ponernos en actitud de “escucha” ante Dios, para recoger en nuestro corazón lo que nos dice a nosotros como pastores y lo que le dice a su pueblo. Sentirnos que pastores y pueblo, necesitamos de su luz, de su misericordia, de su perdón, de su gracia. Cuando nos ponemos en esta actitud, entonces nos sentiremos libres interiormente; no miraremos solamente lo personal e individual, sino que nuestra mirada y nuestra preocupación será abierta y hacia todos.

Hablar del sacramento de la reconciliación en una “visita de San Nicolás a La Rioja”: no es suficiente “arreglármelas” a solas con Dios, es necesario descubrir los pecados personales y sociales que tenemos. Cristo nos urge a remover los obstáculos personales y seculares para que de veras seamos una comunidad fraternal.

Ser discípulo de Cristo; miembro vivo y consciente de su Iglesia es procurar que unidos procuremos infatigablemente, que todo hombre sea plenamente hombre como lo quiere y lo ha creado Dios. No anunciamos ni anunciaremos a nuestro pueblo un Dios y un Cristo separado y descolgado del hombre y de un pueblo; lo repetimos una vez más; es el Dios vivo y eterno, que ya ha elegido en cada hombre su propia casa y que al rostro de Cristo hay que descubrirlo en el rostro de cada hombre. Por eso decimos que Cristo es cuestionador de toda nuestra vida. Cristo se nos ha metido en la vida y está más presente de lo que pensamos.

Hombres de poca fe... ¿por qué tienen miedo?.... Nos lo repite a todos. Qué gracia de Dios es poder mirar la vida y los problemas de la vida con los ojos y la mirada de Dios. Qué responsabilidad tenemos quienes tenemos por pura gracia de Dios el don de la Fe. Más obligados estamos a construir una sociedad nueva; una fraternidad verdadera entre los hombres.

Hermanos de los Llanos y hermanos del Oeste: este año tendrán ustedes la “visita” de San Nicolás. Prepárense bien; dispónganse a acoger la palabra de Dios y a concretar en la vida de cada uno, de cada hogar y de cada pueblo con Palabra de Dios. Debemos celebrarlo con sentido festivo, pero lo importante es que luego de su paso quedan reconciliados y renovados cristianamente, las personas, las familias, los pueblos.

 Que San Nicolás interceda por La Rioja. 


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