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sábado, 25 de julio de 2020

"El Tesoro de la Fe" - Monseñor Angelelli



Evangelio según San Mateo 13,44-52.

Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".


Homilía de Monseñor Enrique Angelelli:

Hermanos y Amigos Radioyentes de L.V. 14.-

El 24 de diciembre pasado el Santo Padre Pablo VI, abrió en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa, como símbolo de la apertura del Año Santo Universal, invitando al mundo cristiano y no cristiano a la Reconciliación de los hombres y de los pueblos, y a la Renovación interior y estructural querida y propiciada por el Concilio Vaticano II. Millones de personas de todos los pueblos y razas, lenguas y culturas siguen pasando por ella buscando los fines señalados por el Santo Padre en este año santo. 

En esta “Puerta Santa” desde siglos, hay todo un simbolismo muy profundo. Lo que está cerrado se abre; lo que separaba se comunica. Cristo mismo quiso llamarse la PUERTA DE LA VIDA... “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida...” Por Cristo llegamos a nuestro Padre Dios; por Cristo nos viene la Vida de Dios a los hombres; por Cristo somos hijos de Dios; por Cristo podemos construir verdaderas fraternidades entre los hombres; por Cristo reencontramos, los hombres y los pueblos, el verdadero sentido de la vida. En este “año santo universal”, queremos, como diócesis, buscar y vivir más profundamente los fines señalados por el Santo Padre, RENOVARNOS y RECONCILIARNOS. Reencontrarnos más intensamente con Cristo y entre nosotros, los hombres. Buscaremos infatigablemente a esta “Puerta de la Vida” que es Cristo.

A esto apuntamos con la visita de San Nicolás a toda La Rioja: “Reconciliar y renovar cristianamente a las personas, a las familias, a los barrios, a los pueblos... a toda La Rioja...” decía en la Carta Pastoral. En este sentido aún nos queda mucho camino por andar. El análisis de la vida diaria, privada y pública, nos indica que nos falta mucho. Hablando en la carta pastoral de las comunidades parroquiales, les decía: “deberán ser comunidades orantes, misioneras, renovadas conciliarmente, comprometidas con el proceso de cambio de La Rioja según el Evangelio. Estupenda y difícil tarea para todo el laicado que quiere ser consecuente con su fe cristiana en la responsabilidad que tiene como constructor de la sociedad. A veces, por las razones que fueren, buscamos pretextos para evadir esta urgente responsabilidad cristiana de comprometernos seriamente con la vida y en la vida para hacer una Rioja mejor.

El texto evangélico de hoy (Mateo 13,44-52), en forma sencilla nos ilumina cual debe ser nuestra escala de valores; buscar el “tesoro escondido”, buscar la “perla preciosa”. Supone dejar en la vida todo lo que no es importante y fundamental; es saber discernir bien para elegir el camino que nos haga felices como personas y como pueblo; es tomar determinaciones, aunque sean difíciles, si en ellas está en juego nuestra felicidad y la de nuestros hermanos. Este es el reino de Dios; al tesoro escondido y a la perla fina se asemeja. Llevamos dentro de nosotros mismos el tesoro y la perla fina de nuestra Fe Cristiana y la presencia viva de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Llevamos en nosotros el tesoro de ser hijos de Dios y la capacidad para ser hermanos. Si bien es cierto que es un Don o Regalo de Dios, la Fe que recibimos en nuestro bautismo, sin embargo es también una tarea a la que no debemos ni podemos renunciar si no queremos ser infieles a Dios y a nuestros hermanos. Nuestra Confirmación nos llama y nos exige ser “testigos” operantes de la Vida de Dios que llevamos dentro de nosotros mismos. La confirmación nos exige que seamos y obremos como cristianos maduros en la Fe y la hagamos fructificar en la vida de todos los días.

Decía el Sínodo de los Obispos recientemente celebrado en Roma: 

1- La Religiosidad Popular constituye un valioso punto de partida para una evangelización más profunda; pero exige que sea purificada, interiorizada, madurada y comprometida con la vida.

2- Se requiere una pedagogía pastoral que cultive y purifique sin destruirla, procurando un mayor conocimiento vivencial de Dios, de la Persona de Cristo, y del misterio pascual de la Iglesia.

3- La Evangelización intensa que deseamos realizar debe tender a que los bautizados conozcan más plenamente la Palabra de Dios y sus exigencias; y aspiren a una más plena inserción en la vida del Señor Resucitado, por la participación de los sacramentos. Ayudará a lograrlo principalmente, la adecuada pastoral sacramental o catecumenado.

4- En el contexto actual de corrientes y situaciones contrastantes, que pueden destruir o desviar la religiosidad popular, es urgente encontrar evangelizadores que puedan dinamizar y ayudarla en el máximo respeto a las personas y a las comunidades.

 5- Una Religiosidad Popular en la que la adhesión a la Iglesia sea más débil y en que la evangelización no se haga más profunda, podrá producir una quiebra de la identidad cristiana.

 6- La pastoral popular puede constituir un apreciable signo de evangelización de los pobres y puede ayudar a que los pobres por su disponibilidad a la Palabra de Dios y por las virtudes cristianas que  poseen sean también evangelizados.

Todo esto significa, como ven, que, una visita de San Nicolás por La Rioja, nos debe hacer cristianos no sólo de “fiestas patronales” sino fieles a lo que nos comprometimos por nuestro bautismo y nuestra confirmación, les decía, también, en la carta pastoral.

Finalmente, también les decía, en la misma carta pastoral que esta visita nos debe ayudar a discernir bien lo que debemos hacer en esta hora difícil en que vive la Patria. Hoy el texto de la lectura en el Libro de los Reyes (3,5.7-12) nos ayuda a discernir, especialmente a quienes tenemos la  responsabilidad de conducir: “Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido sabiduría para gobernar bien y Dios le dijo: por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos; sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente como no lo ha habido antes ni lo habrá...”

Amigos: cuánta necesidad tenemos de pedirle al Señor de que dé un corazón sabio e inteligente y la sabiduría para servir a nuestro pueblo, para quienes hoy tienen la difícil misión de gobernar. Porque el desacierto acarrea grandes males para quienes son, especialmente, más pobres y desprotegidos.

Le pedimos al Señor, que también, siga derramando a su Iglesia la sabiduría y la fortaleza cristiana para saber acompañar y guiar en la Fe a su pueblo que en este caso es el nuestro, el pueblo riojano.

Que San Nicolás nos ayude y nos proteja, que su paso por La Rioja sea de bendición.



Homilía de Monseñor Enrique Angelelli, 27 de Julio de 1975  


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