sábado, 30 de mayo de 2020

"PENTECOSTÉS" - Homilía de Monseñor Angelelli




Celebramos, hoy, la gran fiesta cristiana de PENTECOSTÉS.

Después de la Pascua y la Ascensión de Cristo Nuestro Señor, celebramos la fiesta del Espíritu Santo. El domingo coronaremos con la celebración de la Santísima Trinidad lo que constituye el fundamento de nuestra Fe Cristiana: en el Dios Único y Verdadero: PADRE, HIJO, ESPÍRITU SANTO.
Cuando recitamos el Credo de nuestra Fe Cristiana, precedemos, progresivamente como desovillando todo lo que confesamos cuando decimos: “Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo Jesucristo, Creo en el Espíritu Santo y en la Santa Iglesia Católica”.
Jesucristo es quien nos ha ganado el Don del Espíritu Santo, por su muerte y su resurrección. Pentecostés es el fruto de la Pascua. Nos dice Jesús antes de la Ascensión: “Os conviene que me vaya, porque si yo no me fuere no vendría a ustedes el Espíritu Santo.”.

Por Obra del Espíritu Santo, el Hijo de Dios, Jesucristo, se encarnó y por obra de este mismo Divino Espíritu sigue encarnándose en nuestra pobre carne humana, en cada niño que nace y especialmente dándole la plenitud de la vida de cada niño que sacamos de la fuente bautismal. Por eso confesamos y creemos firmemente que cada hombre bautizado es templo vivo del Espíritu Santo en donde habita toda la Santísima Trinidad. Dios puso su casa en el corazón del hombre. Por eso a Dios se lo debe encontrar y descubrir y amar en la carne de los hombres. Por eso cada hombre, es como esa piedra viva con que edificamos el templo de Dios que es su Iglesia. Por eso el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Por eso entendemos mejor aquello de San Juan: “Quien dice amar a Dios que no ve y no ama a su hermano que ve, es un mentiroso”. Es como si nos dijera: si Dios está también en tu prójimo, ¿cómo vas a encontrarlo fuera de él?

Puede parecernos difícil y hasta árido este lenguaje; en cierta manera es verdad, sentimos la necesidad de tener como agarraderas para poder comprender mejor la presencia de Dios en nosotros y todo lo que El viene haciendo en cada uno de nosotros y en todo su pueblo que somos nosotros mismos. Es difícil comprender cómo Dios se hizo hombre como nosotros, en la Persona de Jesucristo; y cómo el mismo Dios, presente en nuestra carne y en nuestra vida va haciendo la historia con nosotros. Cada cristiano por obra del Espíritu Santo que es el Espíritu de Cristo tiene que ser como el rostro de Dios en la tierra para todos los hombres que no lo alcanzan a ver y descubrir la presencia de Dios en ellos y en el mundo.

La Iglesia nació misionera bajo el soplo del Espíritu Santo en aquel primer pentecostés. Así como Jesucristo es el gran Misionero del Padre Dios para todos los hombres de todos los tiempos. “Así como mi Padre me ha enviado, así Yo los envío a ustedes...”. “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos en todas las naciones...”. “Vayan y prediquen el Evangelio a todo hombre, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...”. Dar la fuerza y la gracia necesaria a quienes han recibido este mandato es obra del Espíritu Santo. En el Libro de los Hechos varias veces se anota esta realidad: “Entonces todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar.” (2,4). “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a anunciar la Palabra de Dios con seguridad.” (4,31).

Un apóstol es antes que nada un santificado por el Espíritu Santo. No es un simple propagandista sino el misionero de Dios para servir a sus hermanos. El mismo es un eslabón vivo en el Plan salvador y liberador de Dios. Un apóstol es como una retrasmisión del amor salvador y rejuvenecedor de los hombres que ha salido del corazón de Dios Padre, pasa por el dios Encarnado Jesucristo y se comunica a los hombres por el Espíritu Santo. (Rm. 5,5).

Los apóstoles antes de Pentecostés eran hombres miedosos, cobardes, tímidos, desorientados; después de Pentecostés se truecan en valientes, ubicados y claros. Son emprendedores y hacen frente a las situaciones más encontradas. Todos los cristianos, que un día hemos recibido al Espíritu Santo y fuimos enviados a ser misioneros de nuestros hermanos los hombres, debemos ser testigos de Cristo y proclamadores de la verdad. Para eso es necesario ponernos cada día en las manos del Espíritu Santo para que nos santifique y nos haga fuertes en vivir valientemente nuestro testimonio cristiano en la vida de todos los días.

Por obra del Espíritu Santo se nos regaló en el bautismo la FE, la Esperanza y el Amor. Por Obra del Espíritu Santo se nos regaló la PRUDENCIA, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza. Por obra del Espíritu Santo se nos regalan los dones de la Ciencia, entendimiento, sabiduría, Consejo, Piedad, fortaleza, temor de Dios.

Tocamos como con las manos y sentimos su presencia y sus efectos, cuando celebramos la eucaristía; cuando celebramos cada sacramento; cuando nos ponemos en contacto con la Palabra de Dios en su evangelio; cuando los hombres nos esforzamos por ser amigos, generosos, serviciales, honestos, libres interiormente; cuando sentimos que en nuestro interior la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos; cuando nos esforzamos por ser justos; cuando entrega un pedazo de su vida cada día por sus hijos; cuando el padre se esfuerza por conseguir el pan para sus hijos; cuando tratamos de vivir las Bienaventuranzas; cuando tratamos de vivir las Obras de Misericordia; cuando buscamos no estancarnos en la vida, rejuveneciéndonos siempre; dejando todo aquello que no hace crecer el reino de Dios entre los hombres; cuando desechamos toda mentira en nuestra vida; cuando respetamos a nuestros hermanos y no los profanamos con la calumnia y la delación; cuando respetamos la vida de nuestro hermano en todas sus manifestaciones; cuando no usamos a ningún hombre o mujer para saciar nuestras pasiones descontroladas, sino que buscamos que sean verdaderamente felices procurando solucionarles sus problemas; cuando construimos el don de la paz cada día con la verdad, la justicia y el amor; cuando seguimos construyendo una comunidad cristiana fraternal, rica interiormente y lanzada al servicio de los demás con verdadero espíritu misionero; cuando buscamos concretar la atención de la salud, la educación y el trabajo para todo nuestro pueblo; cuando corregimos fraternalmente, cuando denunciamos lo que atenta contra la dignidad de todo hombre, cuando procuramos hacer descubrir el rostro de Dios en cada hombre; cuando no entorpecemos la evangelización y santificación de nuestro pueblo; cuando asistimos a nuestros hermanos ancianos, niños, enfermos; cuando visitamos a nuestros hermanos presos; damos acogida al amigo; ayudamos a orientar la vida al desorientado; cuando defendemos al que sufre injusticia material o moral; cuando ponemos al servicio de la comunidad nuestros dones que son de Dios.

TODO ESTO ES EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO QUE HABITA EN NUESTROS CORAZONES.


Amigos: cuando decimos que nuestra misión es caminar desde nuestro pueblo para ser en él misioneros de Cristo con el Evangelio y la gracia santificadora no hacemos sino cumplir con ese mandato de Cristo y realizarlo en nosotros por el Espíritu Santo. Asumir consciente, valiente y evangélicamente esta estupenda y difícil misión, ciertamente trae aparejado muchos dolores de cabeza; muchos obstáculos en el camino. Ciertamente, que debemos pensar siempre: En tus manos Señor lanzo las redes; con la fuerza de tu Divino Espíritu.

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu AMOR. Ven Espíritu Santo con tus dones divinos y acreciéntalos en el corazón de esta tu Iglesia riojana. Reconforta a quienes sufren; convierte a quienes están rechazando tu luz; congrega a quienes están dispersos; ayuda a quienes construyen la vida; sacude interiormente a quienes interiormente están ciegos; bendice a nuestros hogares; cuida de nuestros niños; ilumina y fortalece a nuestros jóvenes; consuela a nuestros ancianos; despierta vocaciones sacerdotales y religiosas; bendice a tus sacerdotes, religiosas y laicos apóstoles. 


Mons. Enrique Angelelli, 18 mayo de 1975



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viernes, 22 de mayo de 2020

BOLETÍN MONS. ORZALI, Siervo de Dios. N° 12 "Buen Pastor"




“Yo soy el pastor, el Bueno” (Jn 10, 13), dijo Jesús; y es un desafío y camino de toda la vida, especialmente para los sacerdotes, configurarse con ese Buen Pastor que nos conduce a aguas tranquilas y nos hace descansar en verdes praderas (Sal 22).

La vida de Mons. Orzali fue un esfuerzo constante por configurarse con Jesús. En sus propósitos de consagración episcopal escribía: “en mis sermones seré siempre bondadoso”, “en el confesionario seré siempre muy bondadoso, caritativo y paciente”, “seré sumamente afable, cortés y jovial con todos, especialmente con los pobres y con los que en cualquier forma me hubieren agraviado”, “nunca reprenderé en público, ni de mal modo, ni en forma hiriente a mis súbditos”. Lo más maravilloso de la vida de este Obispo es haber practicado cada uno de éstos propósitos.

Un hermano, en el episcopado, de Orzali, Mons. Fernández, dijo por aquella época: “Tiene quizás un defecto: es demasiado bueno… ¡el defecto de las almas grandes!” Y así también lo recordaban algunos de sus clérigos. Orzali fue bueno, por eso fue amado.
Con sus sacerdotes no fue el superior, nos cuenta Entraigas, sino el padre. La “niña de sus ojos” eran sus sacerdotes. Cuando Mons. De Andrea estuvo en San Juan, felicito al Obispo Orzali por la unión que notó entre él y los sacerdotes.

Quería que entre los seculares reinara una perfecta armonía. Él mismo fomentaba la unidad. Amó a todos los religiosos por igual. Orzali nunca negaba una recomendación. Son centenares de personas quienes obtuvieron un empleo de la mano del Obispo de Cuyo. Era bueno con todos por igual. Supo bajar hasta las personas más humildes en alas de su caridad.

“Yo soy devoto de santa condescendencia”, solía decir Monseñor, sobre todo cuando lo criticaban porque aceptaba ciertas invitaciones sin importancia. Quería ver siempre y a todos alegres. Son edificantes los testimonios que Entraigas, Castro y Araceli de Jesús cuentan, en sus biografías sobre el Obispo, del cariño y las muestras de afecto de ésta para con todas las personas. 

Sólo el Padre es bueno, dijo Jesús; y Mons. Orzali reflejo en su vida parte de esa infinita bondad.


Bibliografía:

CALATAYUD, Ángel (1960). Rosas. Ediciones Rosarinas. Buenos Aires, Argentina.
CASTRO, Ana E. (1998) José Américo Orzali. Fundador, Obispo y misionero. Arzobispado de San Juan de Cuyo. San Juan, Argentina.
DE JESÚS, María Araceli. (2012). Padre y Pastor: Vida y obra de Mons. Américo Orzali. Ágape Libros. Buenos Aires, Argentina.
ENTRAIGAS, Raúl A. (1949) El Buen Pastor de Cuyo. 2da edición. Editorial Difusión. Buenos Aires, Argentina. 

Martín Sillero (Seminarista de la Arquidiocesis de San Juan de Cuyo)




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martes, 19 de mayo de 2020

CARTA A CARLO ACUTIS



Querido Carlo: ¡Felicidades!

Felicidades porque hoy, 18 de Mayo, hace 29 años de tu bautismo, y los amigos, cuando llegan estas fechas se felicitan, y tú eres mi amigo. Esta tarde, en el Facebook, han publicado una foto tuya; una foto de tu bautizo en Londres, y contemplarla me ha llenado de alegría.

Muchas gracias, porque hoy me has ayudado mucho. Sí, porque hoy he ido a Misa por primera vez, después de tantísimos días sin poder salir de casa por la dichosa pandemia. He podido comulgar otra vez, y luego, como tú hacías cada día, quedarme un rato largo ante el Sagrario. Pero no he dejado de acordarme de tí y de tu foto; además el sacerdote, en la homilía, nos ha hablado de tí. ¡Qué bueno que los curas te conozcan cada vez más, y que hablen de tí en los seminarios, y te propongan como modelo!.

Me acordaba de tu foto: eras un precioso bebé de quince días en brazos de tu orgullosa abuela Luana, pero sonreías, porque tu alma era ya plenamente de Dios, y tú, que ya eras su criatura, ahora, por el Sacramento, habías comenzado a ser su hijo. Y me he acordado de lo que tú luego digiste: que no recordabas haberle negado nunca nada al Señor. Por eso Jesús se sintió siempre tan a gusto en tu alma.

Carlo: Nos ha dicho el sacerdote que qué pena: que por la maldita pandemia, se ha quedado con las ganas de poder haber dicho tu nombre en la Misa, junto al de San Juan Pablo II, que hoy cumple 100 años en el cielo: “que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, san Juan Pablo II, el beato Carlo Acutis, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda”; pero tiempo habrá. A ver si de una vez por todas, anuncian ya la fecha de tu beatificación, porque ¡qué largo se nos está haciendo!. Todos los días entro en la página de la diócesis de Asís, a ver si la anuncian, pero nada ¡a seguir esperando!

Hoy, cuando tras tantos días hemos podido comulgar de nuevo, se me ha hecho fácil entender lo que es tener hambre de Cristo. Nos ha dicho el sacerdote que, como tenías tanta hambre de Jesús, te permitieron comulgar con solo 7 años; pero que tu hambre no se sació, sino que tuviste más, y por eso Jesús, que tenía prisa, te llevó tan pronto con él. Eso es lo que yo también le pido a Jesús: que el hambre de Él, no se me pase nunca. Ayúdame tú.

Carlo, te quiero contar un pequeño secreto, a ti que siempre le dijiste sí a Jesús: me estoy planteando mi vocación, y cada vez me está viniendo más a la cabeza sino me estará llamando Jesús para que sea su sacerdote. Cuando tú le preguntaste a tu madre si deberías serlo, ella te dijo que eso era algo que sólo tú habías de decidir. Pero todos estaban convencidos que tú acabarías siendo sacerdote. Ayúdame tú a decidirlo.

Querido Carlo, amigo, ayúdame a ser generoso con el Señor, que yo tampoco quiero negarle nada. Gracias, porque gracias a ti, hoy he disfrutado mucho en esta nueva “primera comunión”
Felicidades de nuevo: ¡29 años de cristiano y santo por toda la eternidad! ¡es maravilloso tener un amigo santo!

Sígueme enseñando a querer a Jesús y a la Virgen María.

Tu amigo.

Publicado en Venerable Carlo Acutis en España, el día 18 de Mayo de 2019


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viernes, 8 de mayo de 2020

"Hoy es el día de la Virgen de Luján" - P. Quique Bianchi


Hoy, 8 de mayo, es el día de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina. Hace ya casi 400 años que quiso quedarse entre nosotros. Ella se quedó en la pampa argentina para brillar irradiando vida hacia los cuatro puntos cardinales. El lugar que eligió era muy humilde: el medio del campo, donde todo era peligroso en esos tiempos y apenas vivía un puñado de gente de vida muy sacrificada. Hizo detener junto al río Luján la carreta y se quedó allí para siempre protegiendo a todos los que vengan a cobijarse bajo su manto. Ella puso su ojos en esos humildes hijos suyos, miró con misericordia sus luchas cotidianas para vivir y quiso empezar algo muy grande desde ellos. Ella, con su mano de madre fue formando una patria con los hijos que venían a ponerse bajo su mirada.

Lo primero que hizo fue tomarse para sí el más humilde de sus hijos, un negro esclavo llamado Manuel. Él se dejó tomar el corazón, se enamoró hasta el tuétano de esa Virgencita que cuidaba a aquellos campesinos. La tenía limpia, alumbrada y con flores y atendía a los devotos que visitaban la pobre ermita. Alma, vida y corazón le entregó para cuidarla, y Ella lo cuidaba a él.

En ese entonces, Buenos Aires era apenas un caserío polvoriento. Entre sus habitantes, muy pronto creció la fama de esta sencilla Imagen de la Concepción Inmaculada que estaba en un humilde ranchito en el campo. Era muy milagrosa esta Virgen, se decía. Al poco tiempo ya recibía devotos de muchos lugares. Como un hilo de agua que nace en los cerros y en el valle se transforma en caudaloso torrente, con los años se fue engrosando el número de peregrinos y se convirtió en este río vital por el que han pasado tantas generaciones de argentinos. 

En los orígenes más remotos de nuestra patria, Ella ya estaba ahí, brillando e irradiando vida. Fue atrayendo a sus hijos y moviendo sus corazones para hacerlos más hermanos. Ella fue lentamente formando un pueblo. En los momentos más difíciles de nuestra historia estuvo presente. Ya tenía dos siglos en estas tierras cuando ocurrieron las invasiones inglesas. Fue bajo su manto donde se refugiaron algunos patriotas junto a Pueyrredón para organizar la reconquista. A falta de uniforme llevaron para identificarse lo que se llamaban “medidas de la Virgen”. Éstas eran unas cintas celestes y blancas -el color del manto de la Virgen- que medían lo mismo que la altura de la milagrosa Imagen. Era algo que acostumbraban a usar los devotos para sentirse protegidos por Ella.

En 1810, a pocos días de la Revolución de Mayo, cuando Belgrano tuvo que ir al norte como improvisado general, pasó por Luján con su ejército a poner bajo los pies de la Madre la patria que nacía. Seguramente tuvo muy presente su figura al elegir los colores de nuestra bandera. En las dos batallas más importantes de Belgrano, y decisivas para la Independencia, tuvo su protagonismo la Virgen. La batalla de Tucumán en 1812 fue para el General un triunfo de la Virgen de la Merced y a Ella le entrega su bastón de mando apenas terminada la refriega. A los pocos meses obtiene un triunfo resonante frente a los españoles en Salta. Dos de las banderas tomadas a los enemigos son enviadas al santuario de Luján, para que el pueblo las vea y al mirarlas le agradezca a la Virgen la protección con que Ella animaba este nuevo sueño de libertad.

La historia de la Virgen de Luján está muy compenetrada con nuestra historia. Por eso fue nombrada patrona de la Argentina. Ella comenzó como nuestro patria, humildemente, desde los más pobres. Pero fueron pasando los años y con esa atracción de Madre fue congregando un pueblo que hoy abarca a todo un país y hasta una Patria Grande.

Ella, como buena Madre, nos quiere hermanos. Hoy en su día, pidámosle que nos ayude a vivir eso que enseña el Martín Fierro cuando dice “los hermanos sean unidos”. Que al ponernos como hijos ante la ternura de su mirada nos mueva el corazón y nos muestre los caminos para construir una patria donde entren todos. 

P. Quique Bianchi, diócesis de San Nicolás de los arroyos - Buenos Aires 





Otras publicaciones del P. Quique Bianchi en este blog:


"Los pobres nos salvan"

Angelelli: ¿qué significa martirio “en odio de la fe”?

"Fui homeless y me echaste de tus ciudades"

"Una Iglesia de rostro amazónico y el escándalo de la inculturación"



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viernes, 1 de mayo de 2020

CUENTOS CORTOS PARA LEER EN CUARENTENA (II) - Matías García Fernández




Hola queridos amigos y amigas seguidores de este blog, estamos pasando una cuarentena debido a la pandemía del corona-virus. Estos días se vuelven difíciles, a veces nos preguntamos ¿Que podemos hacer en cuarentena? Yo te recomiendo quedarte en tu casa y leer estos cuentos cortos de Matías García Fernández. No te pierdas estos textos muy entretenidos que te harán volar la imaginación. 
Hoy te compartimos la segunda parte de los cuentos de Matías, más abajo encontraran el link para leer los primeros cuentos. Espero que lo disfruten

Presentación de Matías:


Hola. Mi nombre es Matías García Fernández. Soy seminarista de Tucumán. Tengo 27 años y estoy en el 3ro de teología (séptimo año de formación del seminario).

Hace un par de años me animé a publicar escritos que puedan ayudar a reflexionar y ahondar más sobre la vida. La escritura es mi pasión tanto como leer y compartir a corazón abierto con los demás. Es así que mis escritos nacen de la experiencia propia del caminar, y del fruto de muchas vidas que me dan alas y me inspiran para seguir escribiendo.

De corazón, agradezco a todos aquellos que puedan abrir su vida a mis palabras y darse un tiempo para la lectura que les propongo.

Cuentos:


Cuento IV: "Vita Incipit" (3 páginas)

Llovía finamente aquella mañana de Julio. El Monasterio apenas mostraba su piel de piedra cuando llegó temprano.
-¿Te busco el viernes, entonces?
-Sí. Por favor, después del mediodía.
-Bien. Nos vemos. Estaremos rezando por ti.
-Gracias. Nos vemos el viernes.
Era lunes. Su hermano lo había llevado hasta allí.
Entró al templo con un profundo silencio. No había nadie allí. Sabía que los monjes a esta hora trabajaban.
Se sentó frente al Santísimo y esperó....

Lectura on-line completa de "Vita Incipit" o Descargar (Aquí)

Cuento V: "Corazón de acero" (4 páginas)


Amanecía en la finca de los Cazorla. Como cada mañana don Rafael se levantaba primeriando al alba y ponía la pava. Encendía la radio y se quedaba en silencio en la galería hasta que cantaba el gallo.
Su mujer, doña Helena se levantaba después de la aurora. Hacía sus oraciones diarias y después se ponía a barrer el patio y la casa.
Tenían un solo hijo, Federico. Un chango guapo, laburador. Ayudaba a sus padres en todo lo correspondiente al campo. Era artesano. Muchas de sus obras y esculturas se lucían en mansiones y casa de estancieros ricos....

Lectura on-line completa de "Corazón de acero" o Descargar (Aquí)


Cuento VI: "La Corona" (5 páginas)

Cinco meses llevaba como vicario de la parroquia más concurrida de la ciudad, cuando se enfermó el párroco y tuvo que asumir todas las responsabilidades correspondientes.
Se acercaba la fiesta más importante del año, y el año más importante de la historia para la parroquia. Cuatrocientos años de tradición y fe que tendrían como centro a la hermosa y esplendida imagen de la Madre de Dios. Él era un cura joven, recientemente ordenado. Un chango de barrio, muy querido y valorado....

Lectura on-line completa de "La Corona" o Descargar (Aquí)


Cuento VII: "La Tormenta" (3 páginas)


Se armaba el cielo de nubes; cargadas de agua se acercaban al barrio con un viento fresco del sur.
El padre Sebastián cerraba las ventanas del templo por si el viento las golpeara y rompiese sus vidrios. Ya había gastado fortunas en esos ventanales durante tres años seguidos.
La tarde se volvía fría de a poco.
Mientras cerraba con fuerza la gran puerta del templo, se percató de un sobre de papel como traído con el viento. Lo tomó pensando que quizá se trataba de algún impuesto. Pero no traía sellos ni firmas....


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Y no te olvides de dejarnos tu comentario: ¿Cuál es el cuento que más te gustó? ¿Alguna opinión?



Leer: CUENTOS CORTOS PARA LEER EN CUARENTENA (I)


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