sábado, 29 de diciembre de 2018

Toma de posesión de la diócesis de La Rioja - Monseñor Dante Braida (Homilía)


El día de ayer, 28 de diciembre, la Iglesia diocesana de La Rioja se vistió de fiesta al recibir a su nuevo Padre Obispo: Mons. Dante Gustavo Braida. 8° Obispo diocesano. 
En el marco de la novena de San Nicolás que prepara a todos los riojanos para la celebración del Tinkunaco, el próximo 31 de diciembre, el nuevo Obispo recibió el gran abrazo de un pueblo, que con ansias esperaba su nuevo pastor.
Desde las 18:30 hs. a pesar del calor riojano, todas las comunidades parroquiales de la ciudad y muchas llegadas del interior comenzaron reunirse en la Iglesia Catedral y Santuario de San Nicolás para recibir al ansiado pastor.
Presidieron la celebración las imágenes del Niño Jesús Alcalde, la Virgen del Valle y San Nicolás, patrono de la diócesis y provincia.
Acompañaron a Mons. Dante el nuncio apostólico Léon Kalenga Badikebele , el presidente de la conferencia episcopal Monseñor Oscar Ojea , Mons. Colombo anterior Obispo de esta diócesis, obispos eméritos de La Rioja y otros 16 obispos y sacerdotes de distintas diócesis del país.

19:30 hs. Mons. Dante Braida ingresa solemnemente
a la Iglesia Catedral y Santuario de San Nicolás.

En un primer momento el flamante obispo
realizó un momento de oración en la capilla del Santísimo Sacramento. 

A continuación rezo a los pies de la tumba del Siervo de Dios Monseñor Enrique Angelelli
 (mártir junto con Carlos de Dios Murias OFMC - Gabriel Longueville Sacerdote Donum Fidei y Wenceslao Pedernera Laico y padre de familia +1976.
Serán beatificados el próximo 27 de abril)

Finalizado el momento de oración, el obispo se dirigió a la nave central de su Catedral
y delante del Nuncio Apostólico,  el clero y obispos que asistieron, realizó la profesión de fe
y juramento de fidelidad al Santo Padre.


La Santa Misa comenzó presidida por el Nuncio Apostólico.
Luego del acto penitencial se dió lectura del acta apostólica,
finalizada la misma el Nuncio Apostólico hizo entrega del Báculo Pastoral a Mons. Dante.  

Este momento fue acompañado con el recitado de una poesía del siervo de Dios Mons. Enrique Angelelli.:

"El Cayado animó la marcha,
el Libro encendió la Luz,
las manos abrieron los surcos
para el hombre necesitado de amor.

(¡Doce jornadas... son tuyas, Señor!
Me llamaste para que fuera testigo...
soy débil, soy pobre y con temor.)

Tú me dices: "¡No temas!... mi amor te ungió;
no es tuyo lo que llevas... apura la marcha...
te basta mi Palabra... lo demás es ilusión".

También Felipe y Juan, Pedro y Pablo,
aprendieron que el llamado es Misterio,
es muerte, es vida y es misión...
para que en Tí el pueblo encontrara el camino,
en tu Cayado, en tu Libro y en tu Unción"


La comunidad de Olta acerca la ofrenda del pan.

La señora madre de Mons. Dante, su hermano,
junto a otros familiares acercan la ofrenda del vino.




(Homilía pronunciada por Mons. Dante Gustavo Braida en la celebración eucarística
 de toma de posesión de la diócesis de La Rioja. 28/12/2018)


CAMINAR JUNTOS, CRECER JUNTOS

Queridos hermanos y hermanas:                                             

1-  Con alegría nos hemos reunido para vivir hoy este acontecimiento eclesial donde asumo como Obispo y vengo a sumarme al andar de esta diócesis de la Rioja con su rica y fecunda historia.
Este acontecimiento lo vivimos en torno a la fiesta de la Navidad. Navidad es el gran encuentro de Dios y el hombre, el “gran Tinkunaco”, como dice la canción. Dios que se ha hecho hombre para desde allí salvarnos, rescatarnos del mal y llevarnos a una amistad más honda con Él y una comunión de vida fraterna entre nosotros. Para que, unidos a Cristo, podamos acceder a la Vida plena que solo Él nos puede dar.
Hoy, en la fiesta de los santos Inocentes, mártires, vemos cómo la fuerza de los poderosos que se ve amenazada por la realidad de este Niño, que vino a traernos vida y vida en abundancia, se ensaña con muchos inocentes a quienes quita la vida. Sin embargo la Vida se abre paso. La obediencia de José y María al asumir la migración y el cuidado del Niño permiten que el plan de Dios siga adelante.
El compromiso por cuidar la vida en todas sus etapas es parte de nuestra misión evangelizadora. Por ello los invito renovar nuestra dedicación para con la vida de toda persona particularmente si esa vida está en situación de fragilidad o vulnerabilidad.

2-     La Vida es un don de Dios y de un Dios que es Amor. Por ello todo compromiso verdadero con la vida implicará un crecimiento en el amor. Cristo vino a manifestar el valor de toda vida y por amor a ella se comprometió con el ser humano hasta dar la vida.
Por ello para que nuestra vida sea plena y podamos trabajar con amor por el bien de todos es necesario que el vínculo con el Señor crezca día a día. “Cristo no nos quita nada y nos lo da todo” nos decía el papa Benedicto XVI (homilía inicio de su ministerio petrino). Crecer en la amistad con Jesús es  fundamental para que la vida y amor que provienen de él fluyan en cada uno. Para ello es indispensable dar lugar a la escucha atenta de la Palabra en el silencio, la escucha de la Palabra en comunidad, el diálogo cotidiano con Él y la participación en los sacramentos, particularmente en la Reconciliación y la Eucaristía.
En este sentido, las diferentes expresiones religiosas del pueblo riojano y de la Región son también un sendero seguro y necesario para el cultivo de una vida orante y entregada a los designios de Dios. Quisiera, en el inicio de mi ministerio aquí, pedir la gracia de poder acompañarlos en ese camino y pedirles que rueguen por mí para que sea responsable y entregado en esta búsqueda de una vida de mayor comunión con el Señor.

3-     Esta nueva etapa en la vida diocesana, en sintonía con lo que nos enseña el Concilio y con lo que han propuesto mis hermanos obispos predecesores, quisiera que sea un “caminar juntos”, como hermanos miembros de un mismo pueblo. Donde cada uno, de acuerdo a su estado de vida y los talentos recibidos se pone al servicio de los demás, ocupando su propio lugar y desplegando desde allí sus capacidades. Una iglesia que sea cada vez más sinodal, como nos lo pide el papa Francisco de tantas maneras.
Hace poco tuve la gracia de participar del Sínodo de los jóvenes y a este tema se le dio una gran importancia. Entre otras cosas se dijo: “La sinodalidad caracteriza tanto la vida como la misión de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios -formado por jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de cualquier cultura y horizonte- y el Cuerpo de Cristo, en el que somos miembros los unos de los otros, empezando por los marginados y los pisoteados… En las relaciones -con Cristo, con los demás, en la comunidad- es donde se transmite la fe. También con vistas a la misión, la Iglesia está llamada a asumir un rostro relacional que ponga en el centro la escucha, la acogida, el diálogo, el discernimiento común, en un camino que transforme la vida de quien forma parte de ella… Es una escucha recíproca en la que cada uno tiene algo que aprender.” (Doc. conclusivo 121, 122) ///Invito a todos a poner lo mejor de sí para que este caminar juntos crezca en nuestro andar pastoral cotidiano. En particular invito a caminar de modo cercano y comprometido con los jóvenes. Será una gran oportunidad, al camino que ya viene recorriendo la diócesis, incorporar las reflexiones y aportes del reciente Sínodo. También para que de este acompañamiento puedan florecer diversas vocaciones para bien de la Iglesia y la sociedad.

4-     Una iglesia sinodal y centrada en Cristo es una iglesia que se abre al diálogo con todos y que enfrenta las diversas situaciones que se presentan buscando hacer de cada una de ellas una oportunidad pastoral para que el Reino de Dios, de justicia, paz, amor se manifiesta de manera clara y contundente. Es una iglesia que ama a todos pero de modo particular a los más pequeños, a los preferidos del Señor, a aquellos que carecen de lo necesario para vivir y desarrollarse adecuadamente. El papa Francisco con sus enseñanzas, sus gestos y sobre todo con sus obras nos exhorta a recorrer este camino de misericordia sin distracciones.
Pastores Gregis, la exhortación apostólica que trata sobre la vida de los obispos, dice que (Éste)“…Llevará a cabo este servicio con eficacia si su vida es sencilla, sobria y, a la vez, activa y generosa, y si pone en el centro de la comunidad cristiana, y no al margen, a quienes son considerados como los últimos de nuestra sociedad”(n° 20)
Nuestra iglesia Latinoamericana viene recorriendo un camino decidido en este sentido. Invito a todas las comunidades a renovar nuestro fervor misionero y el amor con los más pobres con la conciencia que ante Dios todos somos necesitados.



5-     El camino de crecimiento en la vida cristiana y en mi caso como pastor, tiene un recorrido particular y en iglesias concretas. Por eso quiero recordar en este momento a la diócesis de Reconquista, donde tengo mis raíces, donde recibí el don de la vida y la fe a través de mi familia, y de la Parroquia Inmaculada Concepción de Reconquista, donde hice mi camino de formación en la fe y de discernimiento vocacional. Luego de transitar la formación inicial en el Seminario Interdiocesano “La Encarnación” de Resistencia, Chaco, en la diócesis de Reconquista, ejercí el ministerio durante diecinueve años con la gracia de ser enviado, durante un tiempo, a la misión ad gentes a la diócesis de Holguín en Cuba. Agradezco a las comunidades y a los sacerdotes que me han acompañado a lo largo este camino allí y a los diferentes Obispos: a Mons. Iriarte que me confirmó en la fe; Mons. Sigampa que me recibió para el ingreso al seminario; a Mons. Martinez que me ordenó sacerdote; a Mons. Stanovnik y Mons. Dus que me acompañaron en tiempos particulares de maduración personal y en el ministerio; y Mons. Macín con quien compartí el último tramo como vicario.

6-     También agradezco todo lo vivido en la Arquidiócesis de Mendoza, donde fui ordenado obispo y en la cual he dado los primeros pasos junto a Mons. Frazini, luego como Administrador Apostólico y últimamente con los obispos Mazzitelli y Colombo. De cada uno de ellos he aprendido mucho y de modo concreto esto de ser pastor para una diócesis. El caminar pastoral cotidiano y las diferentes situaciones que hemos tenido que transitar fueron forjando una relación con la comunidad mendocina que sin dudas nos ha enriquecido mutuamente. Agradezco de corazón a la Iglesia de Mendoza la acogida cordial, la cercanía y también el camino compartido.

7-     Hoy estoy aquí, en esta ya querida diócesis de la Rioja, enviado por el Papa Francisco quien con la guía del Espíritu Santo, me ha encomendado esta misión. En la persona del Nuncio Apostólico, Mons. Leon Kalenga, agradezco al Papa la confianza y la cercanía en el acompañamiento. Agradezco también la acogida cordial de este día y de modo particular al P. Roberto Queirolo por haber guiado una vez más la diócesis en tiempos de transición. Como les decía aquí estoy para caminar juntos y crecer juntos, ayudándonos y animándonos mutuamente.

8-     La próxima beatificación de los mártires riojanos es una gracia para nuestra diócesis y también para la Iglesia argentina y latinoamericana de modo especial. Tendremos que transitar juntos este tiempo de preparación en primer lugar para abrir nuestros corazones al Espíritu Santo para que obre en nosotros la santidad a la que todos somos llamados. Luego trabajar para preparar una bella celebración y acoger a los peregrinos que participarán.
Un laico, Wenseslao Pedernera; un religioso, Carlos de Dios Murias; un sacerdote diocesano, Gabriel Longueville; y un obispo, Enrique Angelelli, mártires de diferentes estados de vida que, animados por el Evangelio y comprometidos con el desarrollo integral del pueblo asumieron el momento histórico  que les tocó vivir hasta dar la vida. Toda una luz para iluminar nuestro presente y asumirlo con un renovado ardor misionero y compromiso social.

9-     Que la gracia del Niño Alcalde, la intercesión de la Virgen del Valle y San Nicolás nos animen a vivir juntos, con alegría y fidelidad, la vocación y misión a la cual cada uno ha sido llamado.


Así sea.



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lunes, 24 de diciembre de 2018

"Te pido por..." - Monseñor Angelelli - Mensaje de Navidad 1971


Te pido por los que esta noche no tienen nada para armar una mesa ... Somos nosotros los culpables ... Tú nos diste lo suficiente para que alcance para todos .. Pero somos egoístas y duros para con nuestros hermanos. Te pido por lo que están solos; por lo que no tienen dinero para el pasaje y así poderse juntarse con familia. Te pido por los ancianos, por los enfermos, por los hermanos que están en la cárcel. Te pido por todos los Hogares de la Rioja ... Por los chicos y por la juventud. .Habría tantas cosas para pedirte! Tú sabes que es difícil concretar la: Salvación y la Liberación que trajiste en Tu Persona ... Algunos se molestan ... Es que Tu Buena Nueva no es tan fácil de vivirla ... Es que a veces el dinero ... el poder o un efímero status social nos hace perder el verdadero sentido de la vida y de las cosas ... Danos creatividad, coraje, constancia y valentía para que vayamos solucionando viviendas indignas, creando fuentes de trabajo; to-do el problema de la salud, de la educación, del descanso ... Danos esperanza y alegría para vivir... que no nos cansemos ... Tú nos iluminaste para que hiciéramos un Concilio en tu Iglesia .... para que nosotros los cristianos fuéramos los testigos de tu Evangelio ... pero ¿te das cuenta lo que cuesta llevarlo a la práctica? Te pido por los que nos conducen como pueblo organizados: ayúdalos a que compartan más con su pueblo ... que no los aten tantos intereses. Te pido por mi presbiterio, por mis hermanas religiosas y por los laicos ...que te seamos fieles en esta hora difícil. .. Que las "añadiduras" no nos hagan perder la dimensión de la misión comprometida que un día asumimos en tu nombre y con tu gracia. Te pido por mí. .. me conoces mejor que cual-quiera ... Sabes hasta donde doy y hasta donde no, que te sea fiel y sea un buen pastor de mi pueblo ... Que los ayude a que todos "pechemos juntos" 

(Monseñor Angelelli Fragmento del Mensaje de Navidad de 1971)




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sábado, 22 de diciembre de 2018

Cuarto domingo de Adviento - Homilía del Cardenal Pironio




Evangelio según san Lucas 1, 39-45

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.

Homilía del Cardenal Eduardo Pironio, Siervo de Dios (IV Domingo de Adviento, Ciclo C)

«Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa de Judá». Lo primero que nos llama la atención es la prontitud con que María se levanta y se pone en camino. Una vez que hemos sentido que la Palabra de Dios ha nacido en nuestro interior con toda la fuerza del Espíritu, una vez que en la oración hemos gustado una presencia nueva del Señor, sentimos irresistiblemente la necesidad de irradiarla, de contagiarla a los hermanos, de una manera silenciosa y serena, con el testimonio de la vida. Levantarse con prontitud no significa romper el silencio del desierto donde la Palabra nos es comunicada, no significa que ni bien hemos gustado la presencia de Jesús debemos dejar la oración y correr enseguida a comunicar la Buena Nueva a los demás. Debemos dejar que Dios siga obrando en nosotros, en silencio. Pero una vez que hemos terminado el encuentro con la Palabra y con la acción del Espíritu, una vez que el desierto se ha instalado en nosotros, sentimos, como Jesús, la necesidad de ir a proclamar la Buena Noticia a los pobres; sentimos, como María, la necesidad de ir donde está Isabel, de un modo silencioso, no con muchas palabras sino simplemente con nuestro saludo.

María se puso con prontitud en camino. Esta prontitud significa la disponibilidad total para servir a nuestros hermanos. Es una disponibilidad que nace de la apertura al Señor que nos habla, una disponibilidad que está a la escucha del Señor y por eso se convierte en servicio. La mujer verdaderamente contemplativa está siempre en camino y la mujer en camino siente la necesidad de estar constantemente en contemplación. El Magníficat de Nuestra Señora, al término de su camino, es una expresión muy concreta de cómo su contemplación fue constante, ininterrumpida. María, al término de la visitación, pudo contestar a Isabel simplemente con el Magníficat porque, si bien se puso en camino para servir a su prima, nunca interrumpió su continua comunicación con el Señor. María fue la mujer orante, la contemplativa. Lo que le dio esa agilidad para el camino fue justamente su serenidad contemplativa.


Si nosotros oramos bien, escuchamos y acogemos la Palabra, la misma Palabra se hace, en nosotros, fuerza que nos impulsa a la comunicación. Recibimos el Espíritu y el Espíritu nos lleva a ponernos prontamente en camino. Estamos siempre en camino cuando hemos sido verdaderamente orantes, contemplativos, cuando hemos vivido en el desierto. No es necesario contar a los demás lo que ha pasado, no es necesario pronunciar ni una palabra. Lo importante es ir, estar, comunicar en silencio.

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domingo, 16 de diciembre de 2018

Tercer domingo de Adviento - Homilía de Monseñor Angelelli




Evangelio según San Lucas 3,10-18.

La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.


Homilía de Mons. Enrique Angelelli.


            Nos estamos aproximando a celebrar la venida de Jesús al mundo: la Navidad.
Hoy comenzamos la tercera semana de adviento, de preparación para ese advenimiento: el Hijo de Dios se hace Hombre para que los hombres se hagan más hermanos, porque esa es la voluntad de Dios Padre. Nos preparamos para el gran advenimiento: “el Señor viene” y “está muy cerca”. Viene a reconciliarnos en el amor, porque El es amor.
            La Navidad es el paso de Dios. Dios pasa entre nosotros, dejándonos un mensaje que alegra nuestra vida, que da esperanza a nuestra marcha de peregrinos y que inspira confianza en medio de nuestra debilidad e impotencia.
         Por eso, el adviento es hacer realidad las palabras del profeta Isaías; “preparen los caminos del Señor”... porque el Señor Dios pasa y nos trae su mensaje. Por esto el Apóstol San Pablo nos insiste: “Alégrense en el Señor en todo tiempo. les repito: alégrense”... “Entonces la paz de Dios, que es mucho mayor de lo que se puede imaginar, les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo Jesús”...
            Prepararnos a recibir al Señor Dios que pasa y a escuchar su mensaje, implica y exige un cambio de vida. Es una ruptura con el hombre viejo, con el hombre que ha crecido deformado por el pecado, por el egoísmo que lo ha tornado indiferente ante sus hermanos, por la ambición de dinero y de poder que lo ha llevado a subestimar la persona de los otros hombres, el afán de tener más, a costa de cualquier precio, en lugar de ser más.
         El Adviento es clima propicio para hacer una revisión personal, pensando que Dios es testigo de nuestros pasos y actitudes, de nuestras palabras y pensamientos. No se trata de una justificación ante los hombres, a quienes podemos engañar fácilmente. El Adviento nos pide sincerarnos ante Dios, para que cambiemos el corazón de Piura en un corazón de carne.
            “Rellénense todas las quebradas, aplánense todos los cerros, los caminos con curvas serán enderezados. Y los ásperos suavizados”... grita el Profeta Isaías. Es una forma gráfica, pero terminante, que usa el profeta para explicar que la conversión o el cambio de vida tiene que llevarse a cabo sin pérdida de tiempo y sin retaceos ni mezquindades.
            Nosotros también podemos preguntar como lo hicieron quienes llegaban a Juan Bautista pidiendo el bautismo: “¿qué debemos hacer?...” Y el Precursor,Juan, les contestaba: “el que tenga dos vestidos, dé uno al que no tiene y quien tenga qué comer haga lo mismo”... “No cobren más de debido”... “No molesten a nadie, no hagan denuncias falsas y conténtense con lo que les pagan”...
         Sí, ¿qué debemos hacer para convertirnos, para cambiar de vida?... ¿Cómo disponernos a descubrir el paso del Señor Dios?... ¿Qué tenemos que hacer hoy y aquí, en nuestra Rioja? ... ¿Existen el respeto al otro y, como consecuencia, la armonía a nivel de familiar, de barrio, de pueblo, de provincia?... ¿Buscamos la verdad, como fruto del diálogo o más bien recurrimos a la mentira, a la calumnia, para encubrir la ambición de poder y de dinero. ... Si creemos estar en lo cierto, ¿tomamos una postura valiente conversando con quien o quienes juzgamos equivocados?... ¿O más bien nos escondemos en la cobardía, lanzando los dardos de la difamación, atacando impunemente el honor de las personas? ... ¿Queremos una sociedad más humana, más fraterna y más justa? ... O permitiremos que el egoísmo y el odio, la envidia y la murmuración se enquisten en nuestras familias, en nuestros barrios y pueblos, en nuestra provincia, para que “el hombre sea lobo del hombre?”... ¿Anhelamos la paz o la guerra?... ¿Deseamos vivir alegremente porque respondemos sirviendo al Cristo que está en cada hermano? ...¿o preferimos ser esclavos de las pasiones, abusando, extorsionando, delatando o denunciando falsamente, con el pretexto de una felicidad, que es aparente y que, luego, se transformará en tortura y en amargura?...
         El hombre y la mujer, el anciano, el joven y el niño, el funcionario y el empleado, el ilustrado y el que no lo es, el que vive holgadamente y el que sufre la estrechez económica... todos tenemos una misma raíz: somos hijos de Dios. Y todos caminamos hacia un mismo fin: dar cuentas a Dios de la propia vida. Entre el origen y el fin de nuestra existencia hay un camino, que no lo hacemos solos, hay una historia en la que no estamos abandonados; sino que Dios camina con nosotros y con nosotros hace la Historia. Y para que ese camino no sea tortuoso ni la historia esté protagonizada por el  pecado que destruye y divide, Dios deja oír su voz llamándonos a la conversión: “no te fijes en la paja que hay en el ojo de tu hermano, sino en la viga que hay en tu ojo”... “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos”... “muchos que ahora son los primeros, serán entonces los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros”... “Guías ciegos: cuelan el mosquito, pero tragan el camello”...
         Dios deja oír su voz llamándonos al cambio de vida: que dejemos el odio, para vivir el amor; que practiquemos la justicia, contribuyendo a la realización personal de nuestros hermanos; que seamos los constructores de la paz desde una actitud servidora y desinteresada.
            El Señor Dios está cerca. Pronto será Navidad. Está muy próximo el Encuentro del Niño Alcalde y San Nicolás. Nos encontramos celebrando el Año Santo. No cerremos nuestros oídos al Dios que nos habla. La conversión es costosa, porque somos débiles y orgullosos, porque somos limitados y soberbios. Por eso nos aconseja el apóstol Pablo: “...recurran a la oración y a la súplica”... Está en juego nuestra liberación. Jesús vendrá por segunda vez. San Lucas nos escribe que Jesús tiene en sus manos “la zaranda para limpiar el trigo y recogerlo después en su granero; pero, la paja la quemará en el fuego que no se apaga”...
            La conversión provoca la verdadera alegría y nos introduce en lo que afirma San Pablo; “Y sea tal la perfección de su vida, que toda la gente lo pueda notar”.

Misas Radiales. Editorial Tiempo Latinoamericano, Córdoba.  Tomo 3,214 s
La Rioja, 16 de diciembre de 1973
Tercer domingo de Adviento  C

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sábado, 8 de diciembre de 2018

Segundo domingo de Adviento - Monseñor Angelelli


Evangelio según San Lucas 3,1-6.

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.

Homilía Monseñor Angelelli:

Amigos y hermanos: después de escuchar las lecturas de la Biblia, la Profecía del Profeta Baruc, la carta de Pablo a los Filipenses y el Evangelio de Lucas, con la figura central de Juan el Bautista, meditaremos hoy sobre el tema central de la CONVERSIÓN.

Dios llamó a los hombres a entrar en comunión con El por medio de Jesucristo. Pero se trata de hombres pecadores, la respuesta al llamamiento de Dios le exigirá por tanto en el punto de partida una conversión y luego a todo lo largo de la vida una actitud penitente. Por esto la conversión y la penitencia ocupan un lugar considerable en la revelación bíblica. La Biblia usa diversas maneras de expresar la conversión del hombre. "Buscar a Dios es buscar su rostro, humillarse delante de él es fijar su corazón delante de él". Pero la idea de conversión nos lleva a entenderla mejor, diciendo: es un cambiar de rumbo, de volver los pasos andados, de volver atrás, reconstruir el amor roto para con Dios y para con nuestros hermanos; ruptura de un pasado que nos desvía de nuestra plena realización como hijos de Dios.

Ratificar de nuevo la condición que aceptamos el día de nuestro bautismo para que se nos entregara la Fe que es la VIDA NUEVA que nace por el agua y el Espíritu Santo. Esa condición era AMAR a Dios con todo lo que somos y con la misma fuerza amar a nuestros hermanos. El Apóstol Juan nos dirá: "no amemos sólo de palabra sino con las obras..."

En el Evangelio de Lucas aparece la figura de Juan que llama a la conversión. El último de los profetas, JUAN EL BAUTISTA, que llama a los judíos a penitencia, que anuncia la aproximación del Reino de Dios entre los hombres, que anuncia la inminencia de la llegada de Jesús, el Mesías, que sumerge a los pecadores en el agua del Río Jordán para que esa levadura exterior fuera como principio de la purificación interior. Hijo de la vejez y del milagro, fue desde su nacimiento, consagrado a ser Nazareno, es decir PURO, limpio, envuelto en una piel de camello, ceñida a su cintura con una correa de cuero, con el cuerpo quemado por el sol del Desierto y el alma quemada por el deseo del Reino de Dios, es el anunciador de la Luz, que es Cristo, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El que traerá otro bautismo, el bautismo del agua y del Espíritu Santo para hacer hombres nuevos, un pueblo nuevo, un pueblo sacerdotal y profético, anunciador de las maravillas que Dios realiza entre los hombres. Este Juan que no es ni Elías ni Cristo sino UNA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO, que anuncia que en medio de ustedes hay uno a quien ustedes no conocen y a quien no soy digno de desatarle las correas de su sandalias. El que viene...
Y este Cristo, ya está en medio de nosotros, que por el Hijo de Dios se hizo hombre y habita en medio de nosotros. Seguimos con la mirada fija en la Navidad, esa Navidad está en cada hombre, en cada pueblo, es decir Cristo está en el corazón de cada hombre que se alegra o sufre, rico o pobre, sabio o ignorante. Este es el Gran acontecimiento de que hablamos el domingo pasado, cada Adviento es un llamado a nosotros los cristianos a ayudar a nuestros hermanos para integrarlos plenamente en Jesucristo, porque en El encontrarán su plena realización humana.

Así comprenderemos mejor, a Pablo VI, el Santo Padre, que hecho peregrino, misionero y apóstol, por los caminos del lejano oriente, nos enseña que esta es la Iglesia que sale, consciente de saberse misionera y apostólica, no puede quedarse encerrada sobre sí misma, sería infiel a su Divino Fundador Jesucristo, sino que debe ir donde están los hombres, con respeto, con amor, con misericordia, con acogida fraternal, con actitud de sirvienta y "experta en humanidad" brindarle con toda fidelidad todo lo que posee, íntegramente, sin claudicaciones, EL EVANGELIO, JESUCRISTO, revelación del Padre de los Cielos, Camino y Vida, y Luz para que los hombres logremos nuestra total e integral realización.
Fue otro JUAN, el Bueno como le hemos llamado, Pastor Supremo de este Pueblo de Dios, quien convoca a este PUEBLO para la CONVERSION, es necesario presentar a nuestro mundo una Iglesia, con un rostro limpio y sin mancha como enseña el apóstol Pablo. HOY, después de varios años de un Concilio hecho para que resplandezca mejor en Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles cristianos, la fuerza y la vitalidad siempre joven y llena de vida y esperanza del Evangelio de Jesucristo que es BUENA NOTICIA, vivimos el proceso del camino del EXODO, cuando el pueblo elegido, debe salir de Egipto para emprender la marcha del Desierto rumbo a la Tierra Prometida. Camino duro y difícil, hecho con rupturas interiores y sacrificios exteriores, con la sola confianza puesta en el Señor, con la sabiduría y la Luz del Concilio, sentimos en carne propia las exigencias que este camino de conversión supone, de dolor y alegría a la vez.

En cada uno de nosotros y en la comunidad eclesial nos entra la tentación del miedo, nuestra FE se ve seriamente replanteada e interpelada por el Señor y por quienes nos ven obrar cada día, parecería que, a veces, no advirtiéramos que el Señor está haciendo el camino con nosotros.
Nuestra debilidad humana, nuestras pasiones desordenadas, cobran, por momento, toda la fuerza del hombre viejo que se resiste a la conversión, que debe ser de mente y corazón como lo hemos dicho hasta la saciedad. Caminar como Iglesia mezclado con un mundo que aceleradamente cambia y sufre toda clase de tensiones, es correr los riesgos humanos de equivocarnos y de no tener miedo de meter nuestras manos para ayudar a nuestros hermanos, con quienes hacemos el mismo camino, como lo acaba de hacer el Papa Pablo, para asumir todas las alegrías y esperanzas, los dolores y sufrimientos que a diario pesan sobre la vida de cada hombre concreto.

A todos nos cuesta cambiar nuestro ritmo, a veces rutinario, quizás algunas veces, escondemos, en nuestras agresividades, un sentido hondo de frustración personal, de miedo a asumir nuevos compromisos exigidos por la Fe y la Vida. Quizás escondemos, en la falta de cordura y madurez personal en nuestras actitudes cristianas, la debilidad de nuestra carne, la poca solidez de nuestra Fe, sentimientos encontrados; para ser acogedores y simplemente AMAR y no vivir condenando, quizás, nuestra falta de valentía para tomar en serio nuestra conversión, nos haga aparecer en aparente postura de firmeza o reacciones incontroladas la pobreza de nuestro espíritu.
Amigos: los invito a que piensen seriamente, no se alimenten con la murmuración y la falta de nobleza de espíritu, a Usted y a mí, San Pedro, en su carta, nos dice que debemos ser piedras vivas del edificio espiritual que es el Cuerpo de Cristo. Pablo, el apóstol, a Ud. y a mí nos dice que no profanemos el Templo del Espíritu Santo. A Ud. y a mí si nos decimos buenos hijos de esta Madre que es la Iglesia, que con la fuerza del Señor renovemos nuestro interior y aquellas instituciones que ya no sean capaces de engendrar vida.

La Conversión pedida por el Concilio exigirá todavía muchas renuncias y rupturas interiores y exteriores, la redención y la salvación se hace con SANGRE, sangre de nuestro corazón y si fuere necesario, y lo considero una gracia de Dios, con la misma vida. No nos engañemos, si no somos hombres nuevos seguiremos mintiendo a nuestro mundo que busca apasionadamente hombres capaces de testificar con la propia vida lo que dicen y creen. Quizás, para no hacer detener la marcha de un pueblo que grita su propia dignidad y no cambie el Evangelio, por cualquier otra cosa, porque los cristianos no somos capaces de asumirlo, en medio de nuestras debilidades, con alegría, con esperanza y con firmeza.

El Evangelio, la Fe cristiana en serio, actitudes nuevas que rompan con ese hombre viejo que todos tenemos dentro, Cristo ha resucitado, El es nuestra fuerza, El quiere que todos los hombres seamos hermanos, felices y nos ayudemos los unos a los otros para construir una comunidad de hombres que nos amamos de veras y no un conglomerado de individuos que perdemos el tiempo jugando con la vida a lo franco tirador, mientras existe todo un pueblo que espera, acusando el cansancio de la espera y el descreimiento a todo llamado para que juntos caminemos.

Amigos: ustedes los del interior y ustedes que viven en los suburbios de nuestra ciudad o Ud. que vive la soledad de saberse ignorado por sus hermanos, aprendan la lección en la debilidad y en el pecado de quienes nos decimos cristianos comprometidos, que si no nos convertimos en serio a Jesucristo y somos verdaderos hermanos, mentiremos en la próxima Navidad cuando partamos el pan en la mesa familiar a la luz de un Pesebre improvisado en nuestra casa o en un rancho. Acuérdense, como lo debo recordar yo también, el día de nuestro bautismo le aceptamos a Cristo la condición que nos puso para darnos la FE, si éramos capaces de amar, no de condenar.

Misas Radiales. Editorial Tiempo Latinoamericano, Córdoba.  Tomo 1, Pág. 100 s
La Rioja, 6 de Diciembre de 1970  
Segundo domingo de Adviento C


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domingo, 2 de diciembre de 2018

Primer domingo de Adviento - Monseñor Angelelli

 

Amigos y Hermanos Radio Oyentes de L.V. 14:

          Como les decía al comienzo de esta misa radial, hoy comienza un nuevo tiempo litúrgico; se llama Adviento. Porque todo el año cristiano está vivido en “tiempos”, centrados y dirigidos, todos ellos, en la Persona de Cristo ya sea como Cabeza de un Cuerpo y de un Pueblo Nuevo, ya sea como Cristo Total, que es la Iglesia. Estos tiempos son: este que comenzamos: Adviento; el tiempo de Navidad, el tiempo de Cuaresma - Semana Santa; el Tiempo Pascual, y el tiempo de Pentecostés.
            Pero nos podemos preguntar: si Cristo ya vino al mundo, se hizo hombre, puso su “casa” entre la nuestra, en aquél primer Belén o primera Navidad; si Cristo murió y resucitó en aquella primera Semana Santa de Jerusalén; si Cristo fundó ya la Iglesia en aquel primer Pentecostés cuando estuvieron reunidos los apóstoles, con María en el Cenáculo, ¿por qué seguimos diciendo que esperamos la venida de Cristo?

          La respuesta es sencilla: Cristo seguirá viniendo hasta el fin del mundo, hasta que cada hombre y todos los hombres y pueblos le demos cabida a su Redención o Liberación que El nos trajo con su muerte y resurrección; hasta lograr en el mundo, pensemos en La Rioja y en nuestra Patria, se realice en nosotros el Reino de Cristo que es de: santidad, de verdad, de amor, de justicia y de paz. Hasta que penetre Cristo en nuestra inteligencia y en nuestros corazones, mejor, en nuestra vida personal y en la vida de cada pueblo, como penetra el aceite en la ropa o en una madera; hasta que la Vida de Dios, que es la Vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, crezca,  madure y sea abundante en cada uno de nosotros y en toda una comunidad.

          Por eso, comprenderán, que nunca acabaremos de prepararnos y de brindar acogida a Dios que irrumpe en nosotros, como personas y como pueblo, para que logremos realizar una verdadera familia fraternal y en estrecha comunión entre nosotros, a semejanza de la Familia Divina. Y nunca lograremos darle acogida a Dios, si no damos generosa acogida en nuestro corazón a nuestros hermanos. Por eso nunca podemos quedar inmovilizados, sino que estamos permanentemente llamados a “convertirnos cada día”; a actualizarnos permanentemente para no quedarnos envejecidos por dentro; nunca lograremos, suficientemente, desterrar de nosotros el egoísmo y la soberbia que llevamos dentro para que entre en nosotros el sentido del amor y de la fraternidad. Nunca la Iglesia podrá renunciar a ayudarnos a crecer en fraternidad, que es crecer en vida cristiana, porque Dios es Amor, con los criterios y con los medios divinos que Dios mismos nos ha regalado; nunca podrá renunciar la Iglesia  acompañar al hombre en todo el recorrido de su vida, ya sea ella privada o pública; ya sea ella dedicada a la economía, a la política, a la cultura, al trabajo manual, a la oficina o al campo o al trabajo en una mina o cantera.

          Siempre debemos estar vigilante para que la meta de que seamos: un pueblo santo, un pueblo sacerdotal, un pueblo profético, un pueblo fraternal, se vaya logrando, como verdaderos constructores de “paz”. Tomemos el ejemplo de lo que hacemos en el campo. Antes de sembrar preparamos y abonamos la tierra, al árbol y a todos los árboles frutales los acompañamos en todo su crecimiento; lo podamos en invierno y lo podamos en primavera para quitarle los gajos inútiles y secos o cortarles los gajos que se chupan la  savia pero que no darán fruto. Tratamos de buscar los mejores medios para que los frutos sean maduros, ricos en su sabor y sanos por dentro. Tratamos de curar la planta para que no nos engañe una fruta hermosa por fuera pero embichada y podrida por dentro. Tratamos de que no se propaguen las plagas, porque destruirían toda la plantación y el esfuerzo de nuestro trabajo. Más aún, cuando la plaga destructora es grande, unimos los esfuerzos de todos para que no se propague más, porque sería lamentable el resultado si nos quedamos quietos y tranquilos, creyendo que ya pasará.
         
Este ejemplo que traemos del campo, nos ayudará a comprender mejor todo lo que significa vivir una preparación para una Navidad; para una celebración, alegre, esperanzada, fraternal de nuestras fiestas de San Nicolás. Así comprenderemos mejor, qué es vivir un Año Santo, que es un año de gracia especial de Dios; pechar juntos buscando la felicidad de todos. Tenemos que ir realizando en la vida de la Rioja lo que hacemos en nuestros campos; que cada mujer u hombre; que cada joven o anciano, que todos, como pueblo, seamos en la vida fruta madura, sana, rica en sabor y no agria y agusanada por dentro. Ustedes bien saben cómo podemos no ser esa fruta madura por dentro.

                   , alegrías profundas y sufrimientos profundos hemos vivido este año como pueblo. Pero la Semana que acabamos de vivir, pasará a la historia de La Rioja, como una semana única y privilegiada. El Santo Padre Pablo VI, en la persona de su Representante Mons. Zazpe, ha estado presente entre nosotros compartiendo con nosotros esas alegrías y esos sufrimientos. Es un hecho privilegiado como cristianos, como riojanos y como argentinos. Nos debe hacer reflexionar mucho durante este Adviento y en este Año Santo para sacarle todas las lecciones y decisiones que encierra. Las Fiestas de fin de año deben distinguirse por la recolección de los primeros frutos que el Señor, Nuestro Padre Dios espera de nosotros.

          Y si nos alegramos por este privilegiado “paso del Señor” por La Rioja, también lo debemos decir, con pena, por cierto, por algunos gestos tan poco cristianos, responsables y hasta poco educados para con el Santo Padre en la persona de su legítimo enviado y representante Mons. Zazpe. Pero todo esto no empaña el importantísimo y singular hecho de una presencia Papal para La Rioja y para la Argentina. Y en este sentido, me permito hacer esta reflexión: creo que este hecho entraña un valiosísimo mensaje no sólo para La Rioja sino para todo el País. Visto y analizado desde la Fe y dentro del contexto histórico político en que vivimos los argentinos, nos debe hacer pensar y medir la responsabilidad que debemos asumir para el futuro, el hecho de que el Señor haya elegido a esta Provincia y a esta Diócesis, que por sus características está señalada como pobre, débil y necesitada en sus medios humanos, pero rica en su sabiduría de pueblo y en su contenido evangélico. Aparecen los signos de lo que muere y a la vez se dan  ya los retoños de lo que nace, tiene pujanza de vida y mira el futuro de un pueblo que es elegido, no por los hombres sino por Dios para que aportemos lo que tanto necesita nuestra patria para que vivamos confraternizados y abiertos al mundo.

          Este hecho nos llama a purificar la Fe y la “comunión” eclesial, para que seamos verdaderos testigos del Cristo de la Navidad. Todo esto nos obliga más a purificar nuestra fidelidad cristiana que no significa disminuir nuestra personalidad sino enriquecerla, enriqueciendo la vida y el sentido de todo un cuerpo eclesial. Todo esto nos llama a que purifiquemos todas las actitudes que reclaman, también, nuestra futura marcha con un mayor sentido de y desde el pueblo concreto de La Rioja, abierto a lo nacional y latinoamericano.

          Amigos radio oyentes: y este hecho evangélico y singular que todos hemos vivido junto al Representante del Santo Padre, ha tenido como término de esta misión pontificia la ordenación sacerdotal de un joven diácono, Lorenzo González, en la ciudad de Chilecito. La ordenación sacerdotal que me tocó presidir, acompañado por Mons. Zazpe, 27 sacerdotes, religiosas y la participación de la comunidad chileciteña, nos sigue diciendo cómo el Señor acompaña a su pueblo haciendo florecer el sacerdocio de Cristo en la persona de Lorenzo, al servicio de esta comunidad diocesana. Este quinto sacerdote consagrado para La Rioja y ya próximos otros en preparación avanzada para su consagración, es un signo de fecundidad y de vida.

          Por eso al despedir al Representante del Papa, le decía, entre otras cosas: llévale al Papa lo más importante que no pudiste escuchar: el silencio de los que no tienen “voz” para expresarse; los que están en los barrios de nuestra ciudad capital y los que están metidos en nuestros Llanos o entre los cerros del Velazco o del Famatina. Llévale el amor filial de toda la comunidad diocesana de La Rioja y la adhesión a la Cátedra de Maestro Universal de la Fe Católica. Llévale la voz de nuestra juventud, de nuestros niños, de nuestros hogares juntamente con la oración de nuestros enfermos y de nuestros ancianos.

          Llévale el testimonio de gratitud a Dios por el presbiterio que tiene esta Diócesis, por el Cuerpo de Consagradas en la vida Religiosa y por su laicado que buscan con renovado esfuerzo testimoniar en la vida el Evangelio de Cristo. Llévale nuestra gratitud por todo lo que realizaron nuestros antepasados y predecesores, porque solamente así se hizo posible la opción evangélica de la pastoral diocesana de hoy.

          Amigos: que María, en su Limpia y Pura Concepción, nos siga ayudando a no rechazar la Luz, que es Cristo, y a vivir este Adviento con espíritu de Año Santo.



 Monseñor Enrique Angelelli.
Misas Radiales. Editorial Tiempo Latinoamericano, Córdoba.  Tomo 3, Pág. 210
     La Rioja, 2 de Diciembre de 1973
Primer domingo de Adviento  C


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jueves, 29 de noviembre de 2018

¿En qué Dios yo creo? - P. Sergio Romera

Queridos amigos, muy pronto vamos a comenzar el Adviento, el camino hacia la celebración del nacimiento de nuestro salvador, a continuación les comparto un texto muy interesante del P. Sergio Romera que puede ayudarnos a reflexionar como vamos a transitar esté camino de fe.


C
on absoluta claridad recuerdo como si ayer fuera aquellas clases de filosofía donde al estudiar a los sabios de la antigua Grecia se nos citaba al célebre filósofo Aristóteles quien decía y escribía: “yo soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la Verdad”. Esto era para mostrarnos la inmensa discrepancia que en el orden gnoseológico hay entre uno y otro: mientras que para Platón el conocimiento encuentra su fuente en el mundo de las ideas (episteme), para Aristóteles la musa inspiradora del verdadero conocimiento estaría en los sentidos: “nada hay en el entendimiento que no haya pasado por los sentidos”.

Después de varios años –y ya no como seminarista y estudiante de filosofía, sino como cura y aparente estudiante eterno– atino a pensar en arriesgada analogía que podríamos decir: “nada asciende o llega de los hombres a Dios que previamente no haya descendido o pasado de Dios a los hombres”. Dicho de otro modo, todo aquello que podemos o debemos ofrecerle a Dios, en realidad no nos es propio sino de Dios, viene de Él y a Él retorna. Todo aquello que en apariencia le pedimos o le damos a Dios, en realidad viene de Él, le pertenece a Él, y lo vive Él. Nada es propiedad privada frente a Dios, todo es pura gratuidad, todo es gracia y dádiva. Esto no es un dato menor, es fontal para quienes somos, o al menos intentamos, ser cristianos. Si todo lo que le ofrecemos a Dios es en realidad devolución de un don anticipado ¿qué don he recibido cuando le ofrezco a Dios mis sufrimientos y mi cruz? ¿Qué gracia me ha concedido cuando le entrego mis tristezas, amarguras y lágrimas? ¿Cuál es el regalo que de Dios recibo cuando le imploro y le ofrezco mis indigencias a causa de la injusticia, la decepción, el egoísmo, la persecución? Más aún, ¿qué hace Dios frente a tanto dolor? ¿Qué hace Dios cuando la ofrenda de la entera humanidad es el grito desgarrador de un corazón destrozado por la injusticia, la guerra, la enfermedad y la muerte?  

Y la respuesta a borbotones emerge desde lo más profundo de mi corazón. Una respuesta que no puedo musitar, sino que debo gritar a cuatro vientos (por ello se grita también en este espacio cibernético llamado Facebook o blog): todos esos sufrimientos, cruces, tristezas, lágrimas e injusticias las vivió y las vive Dios. El padre sufre, llora, se conmueve y padece en y con nosotros. Dios sufre con nuestros sufrimientos, llora con nuestras lágrimas, es pasible con nuestros padecimientos. Si nuestro dolor suele durar un instante, el sufrimiento de Dios es eterno. Si nuestros llantos parecen ser ineficaces e irremediables, sus lágrimas son la medicina divina que nos cura y nos salva. Si su trascendencia pareciera ser inalcanzable, su inmanencia está más cerca que nuestro propio yo freudiano. Allí donde hay un refugiado sin hogar, allí está Dios sufriendo con él y por él. Allí donde hay un niño desnutrido sin comer, allí está Dios muriéndose de hambre. Allí donde están todas nuestras dolencias, allí está Dios.

Esto que para algunos puede tener sabor a irrelevante, para otros, olor a palabrerío innecesario, y para otros tantos color a locura y estupidez, para mí hoy es fontal. Esto me lleva a pensar en qué Dios creo, en quién profeso y a quién me entrego. Por ello hoy me declaro ateo de ese Dios que equivocadamente tantas veces prediqué y enseñé: el Dios metafísico, inconmutable, inmenso, incomprensible, inconmensurable y de tantos “in” más. Ese Dios inmutable y todopoderoso que ajeno y desde lejos del mundo y del hombre pareciera no moverle un mísero pelo de su supuesta compasión frente a tanto sufrimiento y dolor. Me declaro ateo de ese Dios retrógrado y escolástico que era accesible a la razón pero que jamás penetraba en la entraña del corazón. No quiero creer en ese Dios adusto que no se conmueve, que no puede cambiar, como si no le afectaran las cosas del mundo y la historia.  No puedo creer en el Dios idealista y abstracto de “descartes”, necesito creer en el Dios real y concreto, de aquí y ahora, de hoy y de mañana. El Dios eterno y cotidiano.

Sí creo en el Dios compasivo, que se conmueve, que sufre y que llora, cercano y amigo. Creo más en el Dios omni-debilidad que omni-potente, en el Dios todo-fragilidad que todo-poderoso. Creo más en el Dios en devenir de Hegel, que en el Dios inmutable de Tomás. Elijo con Pascal el Dios que tiene corazón y sentimientos, y no el Dios descorazonado e insensible de la escolástica. Creo más en el Dios muerto de Nietzsche que en el Dios vivo de los monarcas medievales. Prefiero el Dios libre de la postmodernidad que el imperativo Dios kantiano. Creo en el Dios del mundo entre los hombres y no creo en el Dios intocable  e inaccesible del cielo. Creo en Dios que no es una pasión inútil, sino una pasión apasionada.  Rechazo el Dios del más allá y proclamo el Dios del más acá: vivo, cercano, pasible, posible y amigo. Profeso el misterioso Dios de paradojas y no el de fórmulas, recetas y dogmas. Aunque suene fuerte y atrevido, sí, prefiero el Dios relativo pero real, que el Dios definido e ideal. Prefiero el Dios de los ateos auténticos que el Dios de los creyentes y piadosos hipócritas. Prefiero el Dios dionisiaco: poeta, bohemio, loco y trasnochado que el Dios apolíneo de los perfectos y pietista de devociones y máscaras espirituales.


Amigo, si hasta aquí has llegado en la lectura de mi loca confesión, que aún no termina,  me gustaría pedirte dos cosas para que esto no sea en vano.  Primero, no te apresures, no me juzgues y mucho menos me condenes. Quizá, aún no creemos en el mismo Dios, pero lo bello y reconfortante es saber que en el misterio, Dios es infinitamente mucho más que esto y que ese mismo Dios es capaz de unir lo que nuestras razones y criterios dividen. Y segundo: ya que llegaste al final de este texto, que sirva para que te animes a preguntarte ¿en qué Dios crees vos?


P. Sergio Romera, Arquidiócesis de San Juan de Cuyo
(Las Hurdes, España, 30-10-2016)

Otros escritos del mismo autor en este blog:




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domingo, 25 de noviembre de 2018

Homilía de Cristo Rey - Mons. Angelelli



Samuel 5,1-3. / Salmo 122(121),1-2.4-5. / Colosenses 1,12-20.

Evangelio según San Lucas 23,35-43.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!". Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino". 
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli (22 de noviembre de 1970
Misa Radial):

Saludos: a los Músicos de la banda y a cuantos se dedican a este noble arte, a las Enfermeras de toda la Provincia que con abnegación sirven nuestros enfermos en hospitales, clínicas y casas particulares, a los chicos que han finalizado su Primaria.

Hoy celebra la Iglesia la Fiesta Litúrgica de Cristo Rey y pone fin a todo el tiempo llamado después de Pentecostés, que nos ha llevado a meditar sobre la Iglesia y su misión en el mundo hoy.

En los textos leídos en la Biblia nos da el alimento para nuestra meditación dominical, Jesús le dice a Pilato que él es Rey que anuncia el Reino de Dios entre los hombres, que el Reino ya ha comenzado con El desde su Encarnación en el Seno de María, la Virgen. Conocer a Jesús es conocer el Reino del Padre de los cielos. Este Reino es: Reino de Verdad, de Vida, de Paz, de Justicia, de Amor. No es de este mundo ¿por qué?, porque su contenido lo trae del Padre, es la misma vida de Dios participada a nosotros los hombres. Es la Vida, la Comunión, el Amor, la Misión salvadora que Jesús trae del Seno de la Santísima Trinidad. Es para todos los hombres y para cada hombre, sin distinción alguna. Para eso vino al mundo, para ser Rey, no para dominar, sino para servir.

Amigos: el Papa Pablo VI nos decía a más de seiscientos obispos latinoamericanos el 24 de noviembre de 1965, sobre nuestra Misión Pastoral: "América Latina presenta una sociedad en movimiento, sujeta a cambios rápidos y profundos. En el Pastor se determina una primera actitud: defender lo que existe; pero esto no basta, ya sea porque lo que existe no es adecuado a toda la población y todas las necesidades, ya sea también porque aún lo que existe está compenetrado y arrastrado por el movimiento y la transformación. El Pastor debe advertir -continúa el Papa que no faltan lamentablemente, quienes permanezcan cerrados al soplo renovador de los tiempos y que se muestran faltos no sólo de sensibilidad humana, sino aún de una visión cristiana de los problemas que se agitan a su alrededor". ...Se diría que la Fe del pueblo latinoamericano debe alcanzar todavía una plena madurez de desarrollo...

"El Pastor debe advertir que el momento es propicio; el Concilio ha suscitado un fuerte despertar de energías que hay que saber alimentar y poner en acción; ha producido una esperanza ardiente que es preciso no defraudar; deberá tener siempre abiertos los ojos sobre el mundo, porque la observancia y la vigilancia evangélica deben continuar, porque el mundo cambia y es necesario satisfacer las crecientes exigencias e interpretar las nuevas necesidades. El sabrá servirse de la ayuda de especialistas en la reflexión teológica y sociológica. El Pastor hará uso amplio e inteligente de los datos sociológicos y elaborados acerca de las condiciones religiosas de su diócesis. Invitará a sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos con espíritu de fraternal entendimiento a la renovación querida por el Concilio partiendo del exacto conocimiento de las situaciones y de la urgencia del trabajo... La conciencia de ser y de querer ser hombre de nuestro tiempo nos hará conocer también la necesidad imperiosa y la medida exacta de nuestra participación humilde, pero sincera, en la solución de los problemas humanos y de la hora actual".

Y como decíamos el domingo pasado, el mismo Pablo VI nos despedía a los Obispos aquel 8 de diciembre del 65 para que cargados cada uno con el fruto de las deliberaciones conciliares, lleváramos la doctrina católica auténtica del Concilio, confirmada por la asistencia del Espíritu Santo, a nuestras diócesis para que fuera alimento y fermento de un nuevo rejuvenecer de la Iglesia en el mundo actual. Mediamos y medimos la responsabilidad de sucesores de los apóstoles y de maestros auténticos de la Fe, en comunión con los demás obispos y con Pedro.

Toda la Iglesia, por fidelidad a su pasado, a su historia y a la Tradición Viva a través de los siglos, debía entrar en una profunda, equilibrada y madura revisión y renovación interior en todos y cada uno de los cristianos, sus hijos, para que aparezca como Signo de Salvación puesto por Dios entre los hombres. Este hecho auspicioso y cargado de esperanzas, traería y trae consigo el precio de toda verdadera renovación y rejuvenecimiento: la CRUZ, el Dolor purificante de toda redención capaz de engendrar vida nueva, que es la VIDA DE LA PASCUA DEL SEÑOR.

El Concilio no trae sólo cambios de métodos sino algo mucho más profundo, cambios de mentalidad, de actitudes, actitudes nuevas, que respondan mejor a un genuino espíritu evangélico, actitudes que lleven a una Fe adulta, responsable de los compromisos asumidos en el Bautismo.

Porque la Iglesia no sigue los criterios y los módulos humanos, sino aquello de Pablo: en la debilidad y en la escoria construye su Reino. Doce hombres pescadores, son elegidos para hacerlos fundamentos de su Iglesia: son débiles, el que será cabeza le negara tres veces; esperan un Reino Temporal; son miedosos ante el escándalo de la Cruz, huyen, son incultos. Pero para hacer brillar la fuerza que viene de Dios, los confirmará con el Espíritu Santo y hará de ellos, testigos, hombres comprometidos, que sellarán su testimonio de anunciadores de la Muerte y Resurrección del Señor con la propia vida.

Se necesita, AMIGOS, ser muy sencillos de corazón para entender a Jesús, que se proclama Rey, este Jesús no condena a la Pecadora si los otros no le tiran la primera piedra. Acoge a Nicodemo y le habla que tiene que nacer de nuevo en el Espíritu Santo; no teme echar a los mercaderes del Templo; denuncia la hipocresía de los fariseos. Alaba al publicano; siente todo el peso de la Pasión que se avecina. A Pedro lo reprende como hombre de poca Fe; a la Samaritana le describe toda su historia personal pero al mismo tiempo la llama a que tome el agua viva que salta hasta la vida eterna. ¿Qué les dice a los de Emaús?, que son tardos y duros de entender las Escrituras y que ¿no entienden que el Cristo tiene antes que morir en la Cruz para resucitar?

Que si el grano no muere no da fruto. Que a quién a vosotros escucha, a Mi me escucha. Quién a vosotros persigue a Mí me persigue. Que llora sobre Jerusalén porque no recibe al Señor, le sobrevendrán ruinas y destrucción. Que condena a quienes cuelan el mosquito y por dentro son sepulcros blanqueados y lobos rapaces. Que nos describe la Paternidad de Dios y su gran Misericordia en la acogida del hijo pródigo y no aprueba la conducta arrogante, mezquina y cerrada al hermano, en el hijo mayor de la parábola. Que deja a las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la perdida para que sea acogida con gozo y alegría por quienes están en el corral.

Así Jesús anuncia su Reino. Reino de Verdad y de Vida, Reino de Paz y Justicia. Reino de Amor. No teme hacerse hombre, mezclarse con los hombres, tomar todo lo nuestro menos el pecado, pero cargará el pecado de los hombres, que lo acusarán de endemoniado y amigo de juntarse con pecadores y publicanos. Es decir hombres mal vistos por quienes creían tener el monopolio de la verdad y de la virtud. Y por amor al Hombre, para y por el hombre herido por el pecado, irá hasta la muerte y muerte de Cruz. Esta es la prueba más estupenda del amor y el servicio al amigo. Nos convoca a ser perfectos como el Padre de los cielos.

Amigos: las características del Reino traído por Cristo, debe hacernos reflexionar seriamente a todos nosotros. No podemos construir el Reino del Señor, hacerlo crecer entre nuestros hermanos, si excluimos, condenamos, nos alimentamos con el comentario fácil, superficial. "Temo al Señor que pasa" decía San Agustín. Es hora de despertar de nuestro letargo, si la Fe nuestra ya no nos hace hacer opciones en la vida. La Fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicción.



Mientras muchos hermanos nuestros riojanos se debaten en la extrema necesidad material, espiritual y moral, no escandalicemos con nuestras actitudes que contradicen a la Verdad, a la Vida de Dios, a la Paz, a la Justicia y al Amor, característica del Reino de Dios. Padres y Madres de Familias: piensen en sus hijos cuando asumen determinadas actitudes ¿son verdaderamente cristianas, justas, fruto de la caridad?

Démosle a nuestra juventud y a nuestros niños el testimonio de que vivimos una Fe sincera y madura.
Amigo, usted que me escucha, si ama a su Iglesia y la quiere de verdad, no mezclemos criterios puramente humanos y personales con los criterios que da la FE CRISTIANA para discernir cualquier acontecimiento de la vida diaria; escandalizamos y cerramos la puerta de quienes con corazón recto y comprometidos con la suerte de sus hermanos buscan descubrir el rostro y la Voz de Dios en el clamor justo y legítimo de los que sufren, de los que tienen hambre de pan, de cultura y de Dios; abramos los ojos y dilatemos el corazón para saber percibir que una sociedad nueva se está gestando y que la Iglesia, nosotros los cristianos, debemos acompañar este doloroso alumbramiento para que nazca con el sello de Dios. ¿No le parece, amigo, que no hay tiempo que perder?





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