miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Los Pobres en Laudato Si" - Francisco



El próximo 19 de Noviembre celebraremos la Jornada Mundial de los Pobres, a continuación les comparto algunos párrafos de la carta enciclica "Laudato Si" (Alabado seas) del papa Francisco (18 de Junio de 2015) sobre el clamor de los pobres.

20. Existen formas de contaminación que afec­tan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, espe­cialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras.

29. Un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres,  que provoca muchas muertes todos los días. En­tre los pobres son frecuentes enfermedades rela­cionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servi­cios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la conta­minación que producen algunas actividades ex­tractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y con­troles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas. Los detergentes y pro­ductos químicos que utiliza la población en mu­chos lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares.

30. Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso es­caso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamen­tal y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el de­recho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes econó­micos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrolla­dos, sino también en aquellos menos desarrolla­dos que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad.

48. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar ade­cuadamente la degradación ambiental si no pres­tamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el dete­rioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: «Tanto la experiencia común de la vida ordina­ria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresio­nes ambientales los sufre la gente más pobre». Por ejemplo, el agotamiento de las reservas ictíco­las perjudica especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen cómo reemplazarla, la contaminación del agua afecta particularmente a los más pobres que no tienen posibilidad de com­prar agua envasada, y la elevación del nivel del mar afecta principalmente a las poblaciones costeras empobrecidas que no tienen a dónde trasladarse. El impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos po­bres, en los conflictos generados por falta de re­cursos y en tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo.

49. Quisiera advertir que no suele haber con­ciencia clara de los problemas que afectan par­ticularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemen­te parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, que­dan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, for­madores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desinte­gración de nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis sesgados. Esto a veces convive con un discurso «verde». Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convier­te siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.  

52. La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desa­rrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el de­sarrollo de los países más ricos a costa de su pre­sente y de su futuro. La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satis­facer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de pro­piedad estructuralmente perverso. Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resol­ver esta deuda limitando de manera importante el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para apoyar políticas y programas de desarrollo sostenible. Las regiones y los países más pobres tienen me­nos posibilidades de adoptar nuevos modelos en orden a reducir el impacto ambiental, porque no tienen la capacitación para desarrollar los proce­sos necesarios y no pueden cubrir los costos. Por eso, hay que mantener con claridad la conciencia de que en el cambio climático hay responsabilidades diversificadas y, como dijeron los Obispos de Es­tados Unidos, corresponde enfocarse «especial­mente en las necesidades de los pobres, débiles y vulnerables, en un debate a menudo domina­do por intereses más poderosos». Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia.

91. No puede ser real un sentimiento de ínti­ma unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres huma­nos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extin­ción, pero permanece completamente indiferen­te ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser huma­no que le desagrada.  

152. La falta de viviendas es grave en muchas partes del mundo, tanto en las zonas rurales como en las grandes ciudades, porque los presupuestos estatales sólo suelen cubrir una pequeña parte de la demanda. No sólo los pobres, sino una gran parte de la sociedad sufre serias dificultades para acceder a una vivienda propia. La posesión de una vivienda tiene mucho que ver con la dignidad de las personas y con el desarrollo de las familias. Es una cuestión central de la ecología humana. Si en un lugar ya se han desarrollado conglomerados caóticos de casas precarias, se trata sobre todo de urbanizar esos barrios, no de erradicar y expul­sar. Cuando los pobres viven en suburbios con­taminados o en conglomerados peligrosos, «en el caso que se deba proceder a su traslado, y para no añadir más sufrimiento al que ya padecen, es ne­cesario proporcionar una información adecuada y previa, ofrecer alternativas de alojamientos dig­nos e implicar directamente a los interesados». Al mismo tiempo, la creatividad debería llevar a integrar los barrios precarios en una ciudad acoge­dora: «¡Qué hermosas son las ciudades que supe­ran la desconfianza enfermiza e integran a los di­ferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!».

158. En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas conviccio­nes creyentes. Basta mirar la realidad para enten­der que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común.

172. Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desa­rrollo social de sus habitantes, aunque deban ana­lizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción. También es verdad que de­ben desarrollar formas menos contaminantes de producción de energía, pero para ello requieren contar con la ayuda de los países que han creci­do mucho a costa de la contaminación actual del planeta. El aprovechamiento directo de la abun­dante energía solar requiere que se establezcan mecanismos y subsidios de modo que los paí­ses en desarrollo puedan acceder a transferen­cia de tecnologías, asistencia técnica y recursos financieros, pero siempre prestando atención a las condiciones concretas, ya que « no siempre es adecuadamente evaluada la compatibilidad de los sistemas con el contexto para el cual fueron dise­ñados ».
Los costos serían bajos si se los compa­ra con los riesgos del cambio climático. De todos modos, es ante todo una decisión ética, fundada en la solidaridad de todos los pueblos.

241. María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasa­do la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. 





Pagina oficial de la I JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES


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