domingo, 25 de junio de 2017

EVANCAT - “DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD” (PDF)




Evangelio según San Mateo 10,26-33. 

No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."

 Catecismo de la Iglesia Católica

 Evangelizar con el testimonio de la vida.


904 "Cristo realiza su función profética, no sólo a través de la jerarquía, sino también por medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra" (LG 35). Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de todo creyente (Sto. Tomás de A., STh III, 71. 4 ad 3).

905 Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, esta evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo" (LG 35): Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes como a los fieles.

El valiente testimonio de la fe supera el miedo y la muerte.

1808 La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. "Mi fuerza y mi cántico es el Señor" (Sal 118,14). "En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).

1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: "Por todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32-33).


Dar testimonio de la Verdad.

2471 Ante Pilato, Cristo proclama que había "venido al mundo: para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37). El cristiano no debe "avergonzarse de dar testimonio del Señor" (2 Tm 1,8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de S. Pablo ante sus jueces. Debe guardar una "conciencia limpia ante Dios y ante los hombres" (Hch 24,16).
  
2472 El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia los impulsa a actuar como testigos del evangelio y de las obligaciones que de ello se derivan. Este testimonio es trasmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18,16): Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación.

2473 El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. "Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios" (S. Ignacio de Antioquía, Rom 4,1).



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martes, 20 de junio de 2017

HOMILÍA DE MONS. COLOMBO (CORPUS CHRISTI) - "UNA MIRADA RELIGIOSA, SOCIAL Y POLÍTICA" (audio)



HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
(Catedral y Santuario de San Nicolás, La Rioja, 18-06-2017)
Mis queridos hermanos,
La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos convoca una vez más para expresar públicamente nuestro seguimiento del Señor, Pan Vivo bajado del cielo. Comunidad de discípulos de un Dios que se entrega incondicionalmente por amor, nos reunimos para hacer presente la vitalidad de ese amor redentor que nos dignifica.

  1. MEMORIA
En la primera lectura (Deut. 8, 2-3. 14-16), la Palabra de Dios nos invita a considerar la obra de Dios en la historia del Pueblo de Dios al sacarlos de la esclavitud y conducirlos por el desierto a la tierra prometida. Es una llamada a una memoria agradecida. Lejos de descartar los momentos de fracaso, infidelidad y angustia de los hombres, los evoca con justeza para señalar cuán grande es el amor de Dios, un Dios compañero de los hombres,  que no los destina a un lugar de pasividad sino que los constituye en sus interlocutores, enseñándonos que no sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Dios es el Padre que nos da la Palabra, la libertad y un Pan que en Cristo se revelará pleno y definitivo para nuestra vida.
Nosotros, la Iglesia, somos ese Pueblo de la Palabra, de la Libertad y del Pan. Llevamos en nuestros corazones y en la memoria del camino estos dones que en su Providencia Dios ha querido confiarnos no para cerrarnos en un disfrute egoísta sino para fecundar nuestro propio andar fraterno y solidario. ¿Cómo aceptar entonces, sin una respuesta urgente y comprometida de los cristianos, que haya hermanos que todavía no han recibido la Palabra en sus vidas, hombres y mujeres que viven en el cautiverio de las adicciones, personas y familias que padecen hambre?
En un país rico de alimentos como el nuestro, es escandaloso el incremento permanente de los precios de los alimentos básicos de la canasta familiar. Más de una vez hemos escuchado a distintos funcionarios explicar e incluso querer justificar las “cadenas” de precios que se van agigantando por segmentos y que deja en situación de pobreza a numerosos productores que han generado esos bienes e impide además su acceso a los más pobres. Esas cadenas de la exclusión seguramente tienen sus responsables y beneficiarios.
Para el bien del pueblo encomendado, las autoridades correspondientes deben acometer con energía, eficacia y verdadero compromiso, la problemática de la inflación en el precio de los alimentos y poner los límites que sean necesarios a los desbordes de la ambición de algunos sectores que amontonan pingües ganancias a costa del hambre de tantos hermanos. Algunos de ellos, inclusive donan más tarde y pomposamente algunas miguitas, abanderándose en la responsabilidad social empresaria, constituyendo fundaciones que despiertan la admiración de las tapas de diarios y revistas. En nombre de Dios, les pedimos que antes no fabriquen el hambre ni las necesidades básicas de nuestra gente con su irresponsabilidad y avaricia.
Ayer, en una hermosísima Asamblea Decanal, los hermanos del Decanato San Francisco Solano nos ayudaron con sus propios testimonios. Le pusieron nombre a las distintas pobrezas y hambres que hoy agobian a nuestras familias y comunidades. No porque no las conociéramos sino porque necesitamos una y otra vez considerar lo que nos esclaviza, limita y hunde, para apretarnos solidariamente en torno al Señor y buscar repechar juntos la realidad cruda y desafiante. La pobreza es un “monstruo grande y pisa fuerte”, como dice la canción, y por eso nos pide la fuerza testimonial de un amor que es misión, anuncio gozoso de Jesucristo, y solidaridad, entrega generosa y compartida de los hermanos.  
  1. UNIDAD
Presente entre nosotros, Jesús se nos reparte y nos invita a  la unidad. Él es su fundamento. (…) la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Co 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos.” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 3)
Una unidad que acoge las diferencias como una oportunidad para crecer juntos, una unidad que no se asusta de que seamos muchos; al contrario se alegra y alienta mayor participación invitando a nuevos hermanos. Comer de ese pan único que es Cristo mismo nos invita a trabajar por la unidad, conscientes de las dificultades que ello implica, de los vaivenes de nuestras inconstancias y fragilidades que nos hacen traicionar la nobleza de la unidad que buscamos.
Hace un par de semanas concluyó la visita pastoral de San Nicolás a los Llanos riojanos. Fueron para mí, días inolvidables de encuentro con nuestro pueblo, sencillo y creyente, fervoroso discípulo del Dios de la Vida. Uno de los comentarios permanentes que escuchaba de tantos hermanos y hermanas que integraban los consejos pastorales o las comisiones de pueblos y capillas, era: “¡Cuánto nos unió San Nicolás! Nos juntamos y todos pusimos algo de nosotros para recibir al Santo.” La alegría que traía el visitante, que era la alegría del Evangelio mismo de Jesús, provocaba una reacción llena de vitalidad comunitaria. Del poquito de cada uno nacía la abundancia de la alegría de todos.
No se me borran de la memoria esas bandejas de pan tibio y fraterno que en lugares tan alejados de nuestra geografía diocesana los hacían cercanos por la acogida festiva de todos. Llenos de detalles, nuestros hermanos visitados nos recibían, haciéndose ellos mismos, visitantes del corazón de los que, peregrinos, llegábamos, un poco cansados pero felices. Y nos sentíamos y nos reconocíamos uno en Él, el Señor que nos llamaba a celebrar la fraternidad de los riojanos,
Por este mismo motivo, pensando en todos los riojanos, en los que visito con frecuencia como parte de mi misión de obispo, en aquellos que la están pasando mal por las crecientes dificultades económicas, quiero pedir a los cristianos que actúan en política que trabajen con todas sus energías para cuidar la institucionalidad en nuestra provincia. Se trata de apostar con toda energía a su fortalecimiento, dejando de lado comportamientos que multipliquen las divisiones y desborden las propias competencias de actuación. Con una agenda social tan importante, respetar y cuidar la institucionalidad debe ser nuestro compromiso como comunidad política, la meta permanente de todo dirigente, para contar con todos, para no perder tiempo y energías en el agravio, la prepotencia, el desconocimiento de la función del otro con chicanas políticas mezquinas y de corto plazo.
La amistad social no es una sonrisa de plástico que dice que todo está bien, que no pasa nada. Por el contrario, la amistad social tiene arrugas y cicatrices que expresan la vida vivida y conquistada. A los cristianos nos toca construir la amistad social asumiendo los rigores de desiertos y tempestades, los peligros de los atajos y desvíos, buscando siempre el camino hacia la Libertad, con una Palabra de Vida que nos llena el corazón, y el Pan compartido que nos hace uno en Él.
  1. PARA LA VIDA DE TODOS.
El Evangelio de hoy (Jn 6, 51-58) nos invita a volver sobre la vida entregada por Cristo. Su vida es la nuestra. Su sacrificio en la Cruz nos ha ganado la Vida nueva, la Vida verdadera. Recibimos este don imperecedero que es su Cuerpo y su Sangre, con la única exigencia de encontrarnos con Él para unirnos, para ser a su imagen y semejanza, Hijos del Dios amor.
 “La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor” (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 1)
Vuelvo con la memoria del corazón a todos los rinconcitos de la diócesis visitados con San Nicolás en estos tres años de visita pastoral, a todas las parroquias y comunidades visitadas en los cuatro años de obispo entre Uds. ¡Cuántas celebraciones de la Misa, llenas de luz y de fiesta! ¡Cuánta presencia del Señor que nos hace suyos y de los hermanos! Jesucristo, se queda entre nosotros y se nos entrega para que comiéndolo, tengamos Vida en Él.
Crecen en nuestra diócesis, distintas iniciativas relacionadas a la adoración eucarística. El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico (…)  La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino–, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.” (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 25) Agrega elocuente, San Juan Pablo II: “Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración» ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? “(ibid)
Toda iniciativa de erigir una capilla de adoración permanente, requiere el discernimiento y el consentimiento del obispo (cfr. Congregación para el Culto Divino, Instrucción Redemptionis sacramentum, n. 140)  que es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica de la Iglesia particular que se le ha encomendado (Cf. Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos, Christus Dominus, día 28 de octubre de 1965, n. 15; cf. también, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 41; Código de Derecho Canónico, c. 387)
La adoración de Cristo vivo nos debe llevar a los rostros permanentes del mismo Señor, presente en las innumerables periferias existenciales de la vida de hoy. Por eso pido a los párrocos y responsables de las capillas de adoración que igualmente organicen la participación de quienes asistan a éstas, a sostener las iniciativas solidarias de la comunidad diocesana y en particular de la propia parroquia.
En este contexto del que venimos hablando, convoco a la comunidad diocesana a participar de la Celebración Eucarística que tendrá lugar el próximo lunes 26, a las 19.30, en la Iglesia de la Merced en la ciudad Capital. Allí celebraremos el Día de la Lucha contra las adicciones. Como comunidad cristiana estamos comprometidos a buscar junto a nuestros hermanos adictos la puerta salida de esa cautividad dolorosa. Es significativo que lo hagamos al amparo de nuestra Madre asociada a la redención de los cautivos, en un templo tan querido de nuestra ciudad donde diariamente se adora al Señor de un modo tan elocuente sea por la participación de numerosos fieles como los frutos de dicha adoración. Deseo que, especialmente, los jóvenes de la Pastoral Juvenil y los animadores de espacios parroquiales de Pastoral Familiar, educadores de nuestros colegios católicos, particularmente los que están cerca y los catequistas de Confirmación, se hagan presentes para unirnos en esa jornada de oración y clarificación de la Pastoral de Adicciones.
La hondura de adorar al Señor, vivo y presente en medio nuestro, nos invita a continuar esta contemplación del Pan vivo bajado del Cielo, en el servicio cariñoso y fraterno de tantos hermanos pobres y abatidos por situaciones dolorosas de todo tipo. Junto al acompañamiento solidario de los pobres, nos urge tomar parte en la misión evangelizadora de la Iglesia para hacer presente a Jesucristo, especialmente donde no hay  misioneros y catequistas.
Como nos enseña el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: ”La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad.” (n. 262)
Queridos hermanos en el Señor, ¡Alabado sea Jesucristo! En su seguimiento fiel, vivamos la alegría, el gozo de tomar parte de la vida y misión del Pueblo de Dios.

La Rioja, 18 de junio de 2017.-
+Marcelo Daniel Colombo, Padre Obispo de La Rioja.

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viernes, 16 de junio de 2017

EVANCAT - “LA EUCARISTÍA COMO PAN ESPIRITUAL” (PDF)


Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo



Evangelio según San Juan 6,51-58. 

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". 

 Catecismo de la Iglesia Católica

 “La Eucaristía como pan espiritual”


1275 La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación que es su afianzamiento; y la Eucaristía que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en El.

1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).

2837 "De cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy" (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza "sin reserva". Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra [epiousios: "lo más esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56)  Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este "día" es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día". La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación (San Agustín, serm. 57, 7, 7).


El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn6, 51). Cristo "mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial" (SanPedro Crisólogo, serm. 71)


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jueves, 15 de junio de 2017

Opción preferencial por los pobres y Doctrina Social de la Iglesia




Destino universal de los bienes y opción preferencial por los pobres

182 El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y, en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado. A este propósito se debe reafirmar, con toda su fuerza, la opción preferencial por los pobres: «Esta es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes. Pero hoy, vista la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión social, este amor preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor ».[1]

183 La miseria humana es el signo evidente de la condición de debilidad del hombre y de su necesidad de salvación.[2] De ella se compadeció Cristo Salvador, que se identificó con sus «hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45). «Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres. La buena nueva "anunciada a los pobres" (Mt 11,5; Lc 4,18) es el signo de la presencia de Cristo».[3]

Jesús dice: «Pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre» (Mt 26,11; cf. Mc 14,3-9; Jn 12,1-8) no para contraponer al servicio de los pobres la atención dirigida a Él. El realismo cristiano, mientras por una parte aprecia los esfuerzos laudables que se realizan para erradicar la pobreza, por otra parte pone en guardia frente a posiciones ideológicas y mesianismos que alimentan la ilusión de que se pueda eliminar totalmente de este mundo el problema de la pobreza. Esto sucederá sólo a su regreso, cuando Él estará de nuevo con nosotros para siempre. Mientras tanto, los pobres quedan confiados a nosotros y en base a esta responsabilidad seremos juzgados al final (cf. Mt 25,31-46): «Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos».[4]

184 El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa.[5] La Iglesia «desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables».[6] Inspirada en el precepto evangélico: «De gracia lo recibisteis; dadlo de gracia » (Mt 10,8), la Iglesia enseña a socorrer al prójimo en sus múltiples necesidades y prodiga en la comunidad humana innumerables obras de misericordia corporales y espirituales: «Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios»,[7] aun cuando la práctica de la caridad no se reduce a la limosna, sino que implica la atención a la dimensión social y política del problema de la pobreza. Sobre esta relación entre caridad y justicia retorna constantemente la enseñanza de la Iglesia: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia».[8] Los Padres Conciliares recomiendan con fuerza que se cumpla este deber «para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia».[9] El amor por los pobres es ciertamente «incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta»[10] (cf. St 5,1-6).

Extraido de: "COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA - PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ"





Publicaciones relacionadas:



[1] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 42: AAS 80 (1988) 572-573; cf. Id., Carta enc. Evangelium vitae, 32: AAS 87 (1995) 436-437; Id., Carta ap. Tertio millennio adveniente, 51: AAS 87 (1995) 36; Id., Carta ap. Novo millennio ineunte, 49-50: AAS 93 (2001) 302-303.
[2] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2448.
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 2443.
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 1033.
[5] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444.
[6] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica, 2447.
[8] San Gregorio Magno, Regula pastoralis, 3, 21: PL 77, 87: «Nam cum quaelibet necessaria indigentibus ministramus, sua illis reddimus, non nostra largimur; iustitiae potius debitum soluimus, quam misericordiae opera implemus».
[9] Concilio Vaticano II, Decr. Apostolicam actuositatem, 8: ASS 58 (1966) 845; cf.
Catecismo de la Iglesia Católica, 2446.
[10] Catecismo de la Iglesia Católica, 2445.


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miércoles, 14 de junio de 2017

1° Jornada Mundial de los Pobres



El próximo 19 de Noviembre del corriente año se celebrara la primera Jornada Mundial por los Pobres, bajo el lema “No amemos de palabra sino con obras”. Esta jornada mundial tiene el objetivo de que  en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados.

Cabe destacar que la preocupación del papa Francisco por la opción preferencial por los pobres se ve reflejada en Evangelii Gaudium, Laudato Si y en Amoris Laetitia. (Tema que se desarrollare en siguientes publicaciones).

En el día de ayer (Memoria de San Antonio de Padua) se presento el mensaje para esta Jornada Mundial por los pobres. En la presentación, intervinieron Mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. José Octavio Ruiz Arenas, secretario del mismo Consejo.

Con su Mensaje, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad «a mantener, en esta jornada, la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial. Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro».
Monseñor Fisichella relató cómo y cuándo surgió la iniciativa de dedicar una Jornada para los pobres: “Era el domingo 13 de noviembre de 2016, mientras en todas las catedrales del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, el papa Francisco celebraba en la basílica de San Pedro el Jubileo dedicado a todas las personas marginadas socialmente”, comenzó explicando el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

En aquella ocasión el pontífice expresó en su homilía: “Pidamos la gracia de no apartar los ojos de Dios que nos mira y del prójimo que nos cuestiona. Hacia allí se dirige la lente de la Iglesia y a la luz de estas reflexiones, quisiera que hoy sea la «Jornada de los pobres»”, concluyó Francisco su homilía.

Monseñor Fisichella explicó que “la frase final no estaba en el texto de la homilía preparado para esta circunstancia. El papa Francisco la pronunció de forma espontánea, viendo los miles de pobres que estaban presentes en la celebración eucarística, y que habían hablado con él en los días previos”. “Probablemente, añadió monseñor Fisichella, precisamente las miradas y las lágrimas de esas personas se le habían grabado con fuerza, cuando, levantando los ojos del texto, anunció el deseo de una “Jornada de los pobres”.
El deseo, de todas formas, pronto se convirtió en una realidad”, señaló el prelado.



Fuentes: www.romereports.com, www.news.va, www.aica.org

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martes, 13 de junio de 2017

LA PALABRA TIENE FUERZA CUANDO VA ACOMPAÑADA DE LAS OBRAS



SAN ANTONIO DE PADUA, presbítero y doctor de la Iglesia. 

Nació en Lisboa (Portugal) a finales del siglo XII. Primero formó parte de los canónigos regulares de san Agustín, y poco después de su ordenación sacerdotal, ingresó en la Orden de los frailes Menores, con la intención de dedicarse a propagar la fe cristiana en África. Sin embargo, fue en Francia y en Italia donde ejerció con gran provecho sus dotes de predicador, convirtiendo a muchos herejes. Fue el primero que enseñó teología en su Orden. Escribió varios sermones llenos de doctrina y de unción. Murió en Padua el año 1231. 




LA PALABRA TIENE FUERZA CUANDO VA ACOMPAÑADA DE LAS OBRAS

El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y por esto el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice san Gregorio- es poner por obra lo que predica.» En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.

Pero los apóstoles hablaban según les hacía expresarse el Espíritu Santo. ¡Dichoso el que habla según le hace expresarse el Espíritu Santo y no según su propio sentir!
Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndolas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas -oráculo del Señor- que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos -oráculo del Señor-, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso son inútiles a mi pueblo -oráculo del Señor-.

Hablemos, pues, según nos haga expresarnos el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino.



De los Sermones de san Antonio de Padua, presbítero
(I, 226)



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sábado, 10 de junio de 2017

EVANCAT - "EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD"

Solemnidad de la Santísima Trinidad



Evangelio según San Juan 3,16-18.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»  El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. 


Catecismo de la Iglesia Católica
 “EL MISTERIO DE LA TRINIDAD”


202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que él mismo es "el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único: Creemos firmemente y afirmamos sin ambages que hay un solo verdadero Dios, inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Tres Personas, pero una Esencia, una Substancia o Naturaleza absolutamente simple (Cc. de Letrán IV: DS 800).


234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos"

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).

254 Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804).
La Unidad divina es Trina.

255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. De Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia

1442: DS 1331).

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miércoles, 7 de junio de 2017

La Paz en la Doctrina Social de la Iglesia



Mañana, 8 de Junio se recuerda el aniversario el encuentro promovido por el Papa Francisco para invocar la paz. Estamos todos invitados a orar por la paz del mundo y la unidad de todos los cristianos.


A continuación les comparto algunos párrafos del compendio de doctrina social de la iglesia en relación a la paz y a la oración universal del santo padre Francisco de este mes de Junio: “Eliminar el comercio de las armas. Oremos Por los responsables de las naciones, para que se comprometan con decisión a poner fin al comercio de las armas, que causa tantas víctimas inocentes.”

95 Con la encíclica « Pacem in terris », Juan XXIII pone de relieve el tema de la paz, en una época marcada por la proliferación nuclear. La « Pacem in terris » contiene, además, la primera reflexión a fondo de la Iglesia sobre los derechos humanos; es la encíclica de la paz y de la dignidad de las personas. Continúa y completa el discurso de la «Mater et magistra» y, en la dirección indicada por León XIII, subraya la importancia de la colaboración entre todos: es la primera vez que un documento de la Iglesia se dirige también «a todos los hombres de buena voluntad», llamados a una tarea inmensa: « la de establecer un nuevo sistema de relaciones en la sociedad humana, bajo el magisterio y la égida de la verdad, la justicia, la caridad y la libertad ». La «Pacem in terris» se detiene sobre los poderes públicos de la comunidad mundial, llamados a «examinar y resolver los problemas relacionados con el bien común universal en el orden económico, social, político o cultural». En el décimo aniversario de la « Pacem in terris », el Cardenal Maurice Roy, Presidente de la Pontificia Comisión « Iustitia et Pax », envió a Pablo VI una carta, acompañada de un documento con un serie de reflexiones sobre el valor de la enseñanza de la encíclica del Papa Juan para iluminar los nuevos problemas vinculados con la promoción de la paz.


508 La doctrina social propone la meta de un « desarme general, equilibrado y controlado. El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad y la paz. El principio de suficiencia, en virtud del cual un Estado puede poseer únicamente los medios necesarios para su legítima defensa, debe ser aplicado tanto por los Estados que compran armas, como por aquellos que las producen y venden. Cualquier acumulación excesiva de armas, o su comercio generalizado, no pueden ser justificados moralmente; estos fenómenos deben también juzgarse a la luz de la normativa internacional en materia de no proliferación, producción, comercio y uso de los diferentes tipos de armamento. Las armas nunca deben ser consideradas según los mismos criterios de otros bienes económicos a nivel mundial o en los mercados internos.

El Magisterio, también ha formulado una valoración moral del fenómeno de la disuasión: «La acumulación de armas es para muchos como una manera paradójica de apartar de la guerra a posibles adversarios. Ven en ella el más eficaz de los medios, para asegurar la paz entre las Naciones. Este procedimiento de disuasión merece severas reservas morales. La carrera de armamentos no asegura la paz. En lugar de eliminar las causas de guerra, corre el riesgo de agravarlas ». Las políticas de disuasión nuclear, típicas del período de la llamada Guerra Fría, deben ser sustituidas por medidas concretas de desarme, basadas en el diálogo y la negociación multilateral.

511 Es necesario que se adopten las medidas apropiadas para el control de la producción, la venta, la importación y la exportación de armas ligeras e individuales, que favorecen muchas manifestaciones de violencia. La venta y el tráfico de estas armas constituyen una seria amenaza para la paz: son las que matan un mayor número de personas y las más usadas en los conflictos no internacionales; su disponibilidad aumenta el riesgo de nuevos conflictos y la intensidad de aquellos en curso. La actitud de los Estados que aplican rígidos controles al tráfico internacional de armas pesadas, mientras que no prevén nunca, o sólo en raras ocasiones, restricciones al comercio de armas ligeras e individuales, es una contradicción inaceptable. Es indispensable y urgente que los Gobiernos adopten medidas apropiadas para controlar la producción, acumulación, venta y tráfico de estas armas, con el fin de contrarrestar su creciente difusión, en gran parte entre grupos de combatientes que no pertenecen a las fuerzas armadas de un Estado.

516 La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión con la que la Iglesia prosigue la obra redentora de Cristo sobre la tierra. La Iglesia, en efecto, es, en Cristo «“sacramento”, es decir signo e instrumento de paz en el mundo y para el mundo». La promoción de la verdadera paz es una expresión de la fe cristiana en el amor que Dios nutre por cada ser humano. De la fe liberadora en el amor de Dios se desprenden una nueva visión del mundo y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero: es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a sus discípulos (cf. Jn 14,27). Movida únicamente por esta fe, la Iglesia promueve la unidad de los cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. Las diferencias religiosas no pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz por parte de todos los creyentes es un decisivo factor de unidad entre los pueblos. La Iglesia exhorta a personas, pueblos, Estados y Naciones a hacerse partícipes de su preocupación por el restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en particular, la importante función del derecho internacional.

519 La Iglesia lucha por la paz con la oración. La oración abre el corazón, no sólo a una profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo inspirado por sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor. La oración infunde valor y sostiene a «los verdaderos amigos de la paz», a los que tratan de promoverla en las diversas circunstancias en que viven. La oración litúrgica es « la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza »;  en particular la celebración eucarística, «fuente y cumbre de toda la vida cristiana», es el manantial inagotable de todo auténtico compromiso cristiano por la paz.

520 Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI las instituyó con el fin de «dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz, una celebración particular en el día primero del año civil». Los Mensajes Pontificios para esta ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social, e indican la constante acción pastoral de la Iglesia en favor de la paz: «La Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad».

Extraido del "Compendio de Doctrina Social de la Iglesia" - Pontificio Consejo de Justicia y Paz




Leer "Pacem in Terris" (JUAN XXIII)- Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse
en la verdad, la justicia, el amor y la libertad-


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