viernes, 22 de abril de 2022

"Pascua Joven" - Testimonio de Laura Pimentel


Queridos amigos, en este viernes de la octava pascual, compartimos con todos ustedes, el testimonio de Laura Pimentel, una joven venezolana de 20 años que desde el año 2019 vive en Buenos Aires, Argentina.

- "Después de dos años de lo que me gusta llamar “Virtualidad Pastoral”, pude en este 2022 volver a lo presencial para la Semana Santa, gracias a la Pascua Joven que organizaron los jóvenes y el seminarista de la parroquia.

Diría que esta fue distinta a todas las que viví antes: tuve menos tiempo disponible por todas las responsabilidades que van llegando cuando te vas haciendo grande; sin embargo, hace mucho no vivía con tanta profundidad los días de la Pasión y no me daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba hasta que me encontré delante de la cruz, llorando a mares y con el corazón necesitado de Dios. Pero esa parte la contaré más adelante…

Una de las primeras preguntas con las que arrancó el retiro fue ¿En qué parte de mi mundo está Dios? ¿Está acaso en mis debilidades, fortalezas o afectos? ¿Solo en los momentos de necesidad o en el 100% de mi mundo?

Pensando un buen rato llegué a la conclusión de que aunque Jesús está en toda mi existencia, yo lo había limitado a una sola parte que se hacía cada vez más pequeña por algo que venía arrastrando desde hace un tiempo: Desierto Espiritual.

Para una persona creyente, con vida parroquial y demás es difícil reconocer cuando no estás conectando mucho con Dios y eso era lo que me estaba pasando. El ego de pensar que podía hacer mi camino por mí misma me estaba haciendo sentir lejos de Él (aunque siempre supe que estaba cerca) e incluso llegué a encontrar cierta “comodidad” en esa lejanía.

Aunque estaba yendo a la parroquia de vez en cuando, mi fe no tenía esa chispa de antes y honestamente no había hecho mucho para recuperarla, pero fue entonces cuando Jesús volvió a llamar y recordé que las cosas no suceden cuando yo quiero sino cuando Él hace que sucedan.

El viernes santo fui al templo (parroquia Santa Maria, Buenos Aires - Argentina) para el segundo día del retiro. Se estaba rea la celebración que terminaría con la adoración de la cruz. Me dediqué a mirar ese crucifijo, donde el Hijo de Dios estaba maltratado y con heridas abiertas. Empecé a llorar. A mi mente llegó la idea de cuánto de aquel daño que tenía su cuerpo había sido causado por mí, y que sabiendo la respuesta igual fue al madero. Fue como mirar el amor directo a los ojos, un amor que sentí no merecer.

Parroquia Santa María, Buenos Aires - Argentina

Después de llorar y contemplar la cruz, miré la imagen de María Dolorosa. Lloré más. Que difícil debió ser para ella y que fortaleza de quedarse al pie de la cruz. Pensé también en mi mamá, a quién no veo desde hace tres años pero sigue abrazándome desde la distancia y enviándome su bendición día tras día.  

Luego por la mente pasó el pensamiento de todas las madres que habían perdido a sus hijos y en ese momento redescubrí que si algo tienen en común muchas madres es que son lo más cercano al amor de Dios; entrega y amor incondicional incluso en los momentos más dolorosos y de oscuridad.

Con la imagen de Jesús en la cruz, la Virgen María y alto playlist para los momentos de reflexión seguí transitando el camino de la Pascua Joven. Alguien dijo que “La cruz es una victoria” y hay tantísima verdad en tan pocas palabras que ahora puedo pensar en cuántas veces en mi propia vida me quedé solo en la cruz y la muerte. ¿Te ha pasado?

Reflexionando sobre eso hice conciencia de que solo con Dios puedo hacer de mi propia vida un testimonio de la Resurrección. Sí, hay oscuridad y momentos de dolor, pero Jesús no venció la muerte para que quedemos en la pena y el duelo. Recordar esto dentro del retiro fue un punto importante porque ahora esa era (y es) la misión: Aprender a descubrir la alegría de Resucitar con Él dentro de nuestras propias cruces.

Las pregunta que decidí empezar a hacerme a mí misma -y que te comparto ahora por si te sirve- es:  ¿Cruz, o Resurrección?

¿Desde dónde voy a mirar y vivir? Nunca antes cobraron tanto sentido las palabras de Santa Teresa de Ávila “Todo se pasa, Dios no se muda”.


Esto que acabo de contarte junto con el amor reflejado también en los otros (la comunidad) y otras experiencias, hicieron de mi Semana Santa un verdadero reencuentro con Dios. Espero que tú también puedas encontrarlo cada día más. ¡Felices Pascuas de Resurrección!"

Laura Pimentel



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