jueves, 2 de agosto de 2018

TRIDUO CELEBRANDO EL MARTIRIO DE MONSEÑOR ENRIQUE ANGELELLI Y COMPAÑEROS MARTIRES - 2° DIA

2° Día: Meditamos sobre la vida sacerdotal y religiosa.

"Agradeciendo a Dios por la vida y testimonio de los sacerdotes: Carlos de Dios Murias OFM Conv. y Gabriel Longeville."


Primera jornada pastoral con el clero en 1969



LA PALABRA DE DIOS ILUMINA NUESTRA VIDA

Del Evangelio según San Marcos (6, 6-13)

Jesús recorría las ciudades, enseñando a la gente. Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir» (…) Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

                                          Palabra del Señor.


---Meditamos en silencio el gran misterio de servicio que es
el Sacerdocio. Recemos por nuestros sacerdotes y por los
jóvenes que se preparan para serlo.---


LA VOZ DEL PASTOR


Nos enseñaba Mons. Enrique:

“El sacerdote ha sido consagrado y ungido para ser enviado. Nunca seremos lo suficientemente conscientes de lo que Dios obra en la ordenación sacerdotal. El sacerdocio que recibimos no es para nosotros; no es una dignidad solamente personal; no es fin en sí mismo; está destinado al mundo; a la Iglesia, a la comunidad, a los hombres. El sacerdocio es apostólico; es misionero; es ejercicio de mediación; es esencialmente social; el sacerdocio es caridad; es amor; pobres de nosotros si lo convertimos para nuestra propia utilidad y provecho; es donación total de la vida; es “crucificante” y a la vez signo de vida; de la Pascua; de la esperanza; deberá estar inmerso en la agitada y multiforme experiencia y vida de los hombres: “ustedes son sal y luz del mundo...”; es constituido en ministro de la Palabra de Dios, de la Gracia y del Amor. La misión sacerdotal deberá estar siempre marcada por la caridad de Cristo que nos urge; ningún otro estímulo la podrá sustituir y superar.”

(Homilía del 9 de Noviembre de 1975)


VIDA DE LOS TESTIGOS DE NUESTRA IGLESIA





Padre Gabriel Longeville: Nació en Francia en 1931 donde fue ordenado sacerdote en 1957. Ingresó en la Organización del apostolado francés que preparaba sacerdotes para ser enviados a América Latina. En 1971 llegó a La Rioja, donde Mons. Angelelli lo destina a la parroquia El Salvador de Chamical.

Fray Carlos de Dios Murias: Nació en Córdoba en 1945. Fue fraile franciscano conventual. En 1972 Mons. Angelelli lo ordenó sacerdote en Buenos Aires. Atraído por la pastoral que había en La Rioja pidió a sus superiores servir en esta diócesis, a la que llegó en 1975 siendo destinado a la parroquia de Chamical, donde lo recibió el padre Gabriel.

Identificados profundamente con Jesús sacerdote, emprendieron una pastoral comprometida con la construcción de una sociedad más fraterna, justa e igualitaria. Ambos vivían la pobreza evangélica con la naturalidad de quienes han nacido para eso. Durante la noche del 18 de julio de 1975 ambos fueron secuestrados de su casa, torturados y asesinados. Sus cuerpos fueron arrojados en la orilla de las vías del tren.



- Rezamos: Padre Nuestro. Ave María y Gloria.
- Testigos de la Iglesia riojana.
- Rueguen por nosotros.
- Rezamos la oración pidiendo la glorificación de nuestros testigos:

Oración pidiendo la glorificación de los
Testigos de la Iglesia riojana

Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que en Él y por Él manifestaste bienaventurados
a los que tienen hambre y sed de justicia,
y a los perseguidos y ultrajados por causa suya,
te imploramos que la Iglesia en Argentina
recoja y siga haciendo fecunda
la siembra evangélica de los Siervos de Dios
Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias,
Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera.
Te pedimos la gracia
de ver proclamados sus nombres
entre los mártires de tu Iglesia.
Que sus vidas y muertes,
como testigos de la fe en Jesús,
afiancen por tu Espíritu la esperanza
en el corazón de tu pueblo,
para que, peregrinando hacia el Tinkunaco final,
construya la paz en la justicia y el amor. Amén


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