miércoles, 12 de julio de 2017

PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (2° Parte) - P. QUIQUE BIANCHI




2. La muerte del obispo

Las personas cercanas al obispo sabían que éste recibía permanentes amenazas. Consta en las actas de reuniones del Consejo Presbiteral que él los puso al tanto de esos anónimos. A veces llamados telefónicos, a veces panfletos con un ataúd. Según sus allegados, con ocasión de la muerte de Angelelli el mensaje era: “el próximo sos vos”. En los archivos de la CEA pudo encontrarse una carta firmada por todos los sacerdotes de San Nicolás dirigida a monseñor Tortolo, por entonces presidente de la CEA (y con copia a los dos vicepresidentes y al nuncio Pío Laghi) en la que le expresan que recurren a él “como hermano de nuestro Pastor” para manifestarle “una seria inquietud que nos preocupa y nos angustia: nuestro obispo ha sido amenazado de muerte y lo es ya reiteradamente”, pidiéndole que la Iglesia busque una solución ya que “uno de sus Pastores sufre la ola de violencia que nos envuelve”. Leer hoy esa carta, a la luz del fatal desenlace de Ponce hace inevitable la referencia al poema que Casaldáliga le dedica a monseñor Romero: ¡Pobre pastor glorioso, abandonado por sus propios hermanos de báculo y mesa!

Los informes secretos sobre Ponce de León

Entre los documentos de inteligencia militar que pudieron rescatarse en tiempos de democracia, hay algunos sobre Ponce de León que fueron recogidos en la nueva investigación judicial. En ellos puede verse claramente que estaba marcado. Entre ese material, se destaca un informe de catorce páginas firmado por el propio teniente coronel Manuel Fernando Saint Amant.
En la actualidad, gracias a los juicios de lesa humanidad en los que Saint Amant fue condenado por varios crímenes, se conocen detalles del accionar de este jefe militar. Era el hombre fuerte en una zona difícil, un hombre de acción, de modales marciales y férreo catolicismo. Han sido probados cerca de 150 secuestros en su zona y casi todos tenían informes secretos firmados por él. Según cuentan testigos le gustaba participar de todas las fases de la represión ilegal, incluidos los “interrogatorios”.[1]
Experto en “lucha antiguerrillera” llegó a San Nicolás en 1975 para neutralizar la avanzada obrera en la zona. Esta ciudad, como todas las del eje que va desde Villa Constitución hasta Campana, constituía por ese entonces un creciente polo industrial con importantes empresas siderúrgicas como Somisa o Acindar, cada una de las cuales estaba rodeada de empresas satélites. Esto hacía que en la zona haya una notable presencia obrera. En gran parte se trataba de trabajadores venidos de las otras provincias atraídos por la posibilidad de un buen trabajo. La geografía de estas ciudades veía aparecer barrios obreros cotidianamente. De ahí la importancia que las autoridades militares le asignaban a la región. Recordemos que en 1975 se produjo en Villa Constitución el llamado Operativo Serpiente Roja del Paraná en el que fueron arrestados, desaparecidos y asesinados trabajadores sindicalizados de Acindar. Muchos de ellos vivían el San Nicolás, por lo cual el obispo Ponce de León se hizo eco de sus situaciones y apoyaba el reclamo de sus familiares. Este es uno de los tantos “pecados” que le achacan en el informe de inteligencia.

El fantasma del marxismo

El informe secreto de Saint Amant sobre Ponce de León está fechado el 16 de diciembre de 1976, apenas siete meses antes de su muerte. Lo dirige al Comandante del Primer Cuerpo del Ejército, Carlos Guillermo Suarez Mason, respondiendo a una orden de éste. La sola existencia de ese informe demuestra que la Iglesia de San Nicolás estaba siendo cuidadosamente seguida por la inteligencia militar. Una lectura corrida de esas catorce páginas resulta entre surrealista y espeluznante. Duele comprobar en manos de quiénes estaban la vida y la muerte de tantos argentinos. En una prosa inflamada describe una colección de hechos –reales o inventados- hilvanados en una convicción: el enemigo principal es el marxismo, que se infiltró en la Iglesia de esta diócesis y que tiene como su mejor aliado al obispo Ponce de León.
En uno de sus párrafos introductorios dice: “Este informe se ha preparado en función de la prioridad fundamental que tiene nuestra Institución, en este momento histórico: la guerra contra la subversión. Prioridad declarada fundamental, al menos desde el punto de vista inmediato, pues se juega en ella el ser o no ser de la Patria. Para ganar dicha batalla, que estamos librando exitosamente, hay que atacar al enemigo en todos sus frentes. El enemigo no es un grupo minoritario de jóvenes guerrilleros, hoy en triste y escandalosa retirada, sino el MARXISMO que lo caracteriza”.
Eran los tiempos de la llamada “guerra fría” entre Estados Unidos y Rusia, que tenía su reflejo en el debate ideológico entre capitalismo y marxismo. Guerra fría que entre nosotros fue bien caliente. En toda la geografía latinoamericana fueron apareciendo dictaduras militares que, bajo la excusa de luchar contra el marxismo y mediante el terrorismo de Estado, implantaron una economía de mercado que derivó en pocos años en una deuda externa astronómica. Hoy está comprobado que Estados Unidos articulaba y apoyaba esas dictaduras a través, por ejemplo, del Plan Cóndor.[2]
Como parte de esta lucha de intereses económicos, se favoreció una ideología que, bajo un ropaje de patriotismo, infundía frente a palabras como marxismo o comunismo un sentimiento de santo odio similar al de los inquisidores medievales ante la palabra herejía. El enemigo es el marxismo y hay que combatirlo en todos sus frentes. Llama la atención que en el informe se considere a la guerrilla ya vencida siendo que fue redactado apenas a nueve meses del golpe militar y la represión duró varios años más. Una prueba más de la crueldad innecesaria de la dictadura y de que el objetivo principal no era con terminar con los grupos guerrilleros sino de otra índole…
También resulta llamativo el nivel de detalle con el que describe algunos hechos. Da a pensar que, o bien fueron inventados, o bien se seguía muy de cerca las actividades del obispo y sus sacerdotes, con informantes en el riñón de la institución eclesial. Por ejemplo, cuenta que los “curas marxistas” almorzaban todos los miércoles en la Catedral y que “en dichas reuniones han celebrado públicamente y alborozados la caída de Vietnam del Sur en manos del comunismo”.
En todo el informe, la idea que hay del marxismo es la de una especie de demonio camaleónico que está al acecho en todos lados: “El marxismo se vale indistintamente de la pornografía, del liberalismo, del capitalismo, de los medios de comunicación, del freudismo, de los partidos políticos, de la pobreza, de la explotación de las injusticias, de la UNESCO, de la declaración de los derechos humanos, etc.”. Con respecto a la Iglesia Católica lo que busca como fin último es aplastarla, “pero como el enfrentamiento abierto y desembozado le ha resultado en muchos países perjudicial, el marxismo (y la llamada ‘subversión’) acude a la infiltración”. Un instrumento de esa infiltración del marxismo en la Iglesia –según el informe- es el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo (MSTM), que tendría prácticamente copada la diócesis de San Nicolás. Es notorio el contraste de esta afirmación con los estudios históricos actuales sobre el MSTM, donde puede verse que no hubo ni un solo sacerdote de San Nicolás con un rol destacado en ese movimiento tercermundista.[3]   

Un obispo marcado

La imagen del obispo que presenta el informe es contradictoria. Por momentos lo describe aislado, “casi desconocido en la ciudad”, perdido en su desgobierno, aferrado a los privilegios del cargo y no tomado en serio por nadie. Pero en otros párrafos habla del respaldo que tendría de parte de los curas y algunos obispos si el gobierno precipitara su salida y del prestigio que ganó entre la gente por su apoyo a la subversión.
Reconoce que “se habla de que recibe permanentemente amenazas, en sus sermones hace alusión siempre a dichas amenazas”. Por eso lo describe como alguien que “ahora vive atemorizado”. Sobre su prédica dice que hasta hace alrededor de dos años hablaba como tradicional y gobernaba (incluso con su desgobierno) como subversivo”. También denuncia que alguna vez llegó a referirse a la muerte de Angelelli “insinuando que dicha muerte fue provocada”.
Si en el ejercicio de la lectura del informe hacemos una composición de lugar e intentamos leerlo en el contexto del aire envenenado de esos tiempos hay párrafos que resultan escalofriantes: ES EVIDENTE QUE LA IGLESIA OPERA EN LA DIÓCESIS DE SAN NICOLÁS BAJO LA DIRECCIÓN DE MONSEÑOR PONCE DE LEON COMO UNA RESULTANTE DE FUERZAS ENROLADAS SUSTANCIALMENTE EN LAS FILAS DEL ENEMIGO” (las mayúsculas son del original). En su descripción de la situación, Saint Amant no escatima dramatismo sobre la real amenaza que representaba la Iglesia de San Nicolás para el régimen militar: “Cuando a esta ‘fuerza’ puedan unirse posibles representantes de partidos políticos, cierto resentimiento peronista subsistente, grupos marxistas no destruidos y los infaltables idiotas útiles, tontos y democráticos que pidan elecciones, ESTA FUERZA, QUE ES LA ÚNICA INSTITUCIÓN A LA QUE EL GOBIERNO LE PERMITE SACAR UNA MULTITUD A LA CALLE CONTRA EL GOBIERNO, será la principal fuerza enemiga”. Desde su concepción integrista del catolicismo, cree que la infiltración marxista en la Iglesia, tal como ve en San Nicolás, es la peor amenaza que tiene por el momento el gobierno. Advierte, por ejemplo, que si bien el Ejército está resultando “triunfante contra las armas subversivas guerrilleras”, todavía no está “SUFICIENTEMENTE AVISADO DE LO QUE ES LA SUBVERSIÓN DE VALORES OPERADA EN LA IGLESIA, en particular en San Nicolás”.
Pero tal vez el párrafo más terrible sea el que le dedica a reflexionar teóricamente sobre la figura del obispo: “Según la Doctrina Católica, el Obispo es el sucesor directo de los Apóstoles; la unión de la Iglesia se hace mediante la unión con el Obispo y fuera de la Iglesia ‘no hay salvación”. Por eso –argumenta Saint Amant- “los católicos de convicción, sacerdotes o no, al cuestionarse la actuación del Obispo, de los sacerdotes o del Papa, piensan que ponen en juego su salvación eterna”. De lo que concluye, que: “Hace falta lucidez intelectual y cierto coraje para entender que un Obispo es traidor a la Iglesia, y para obrar sin el respeto que la doctrina enseña para con el sacerdote, cuando éste está destruyendo su patria y su fe”.
El planteo global del informe es claro: el enemigo de la Patria no tiene mejor camino para destruirnos que infiltrarse en la Iglesia y hay que tener la lucidez y el coraje para extirpar eso de raíz. En San Nicolás –zona sensible por la gran presencia obrera- el peligro es muy grande porque hasta el obispo es “traidor a la Iglesia”.
A modo de respuesta de su afiebrado informe, Saint Amant recibe una carta del Director General de Culto, el teniente coronel José Luis Picciuolo, antiguo compañero de promoción en la escuela militar. La misiva está fechada el 14 de febrero de 1977 y encabezada: “Estimado compañero y amigo”. Allí se muestra alarmado por el informe e intenta poner paños fríos al temperamento de Saint Amant que seguramente conoce. Le recomienda que mantenga “una prudente actitud mientras se actúa por la vía política”. También pide cualquier detalle ampliatorio que haya sucedido los últimos días.
El 8 de marzo, apenas cuatro meses antes de la muerte de Ponce, Saint Amant le responde al Director de Culto con una carta de tres páginas en las que detalla la situación presente. Comienza mostrándose sorprendido por “el nivel al que llegó el informe presentado sobre la situación existente en el obispado de San Nicolás”. Este nuevo informe pone el foco en la situación del sacerdote Luis Efraín López Molina, párroco de Ramallo, detenido desde el año anterior. Si bien ahora está fuera de la jurisdicción de Saint Amant, él sabe que Ponce gestionó activamente por este sacerdote ante las más altas autoridades del gobierno militar y que le darían el beneficio del destierro. La conclusión es palmaria: “La acción desarrollada por el obispo Ponce de León posibilita: 1. Aumentar su prestigio en deterioro del accionar de las FF.AA. 2. Facilitar la acción del MSTM al ver éstos la impunidad con la cual pueden moverse”. Ante este panorama, y siguiendo “lo aconsejado de mantener una prudente actitud”, recomienda que “mediante la negociación se retire al obispo Ponce de León de la Diócesis, a cambio del salvoconducto para López Molina”. No sabemos qué rumbos tuvieron esas negociaciones. Lo que se sabe es que Ponce de León llevó a López Molina hasta la escalerilla del avión que lo sacaría del país el 30 de mayo y que luego no pidió el traslado de la diócesis. ¿Fue el fracaso de ese intercambio la gota que colmó el vaso que se rompió el 11 de julio?
Hay una carta más entre estos militares antes de la muerte de Ponce. Con fecha del 13 de mayo de 1977 el Director de Culto le cuenta a Saint Amant que la situación de la diócesis de San Nicolás fue planteada ante el Vaticano y ante el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el cardenal Primatesta. Lamentablemente hasta el momento ni en los archivos de la CEA ni en los de la Santa Sede se encontró un documento que certifique este contacto.

Conclusión sobre los informes

En un estudio reciente sobre la represión a miembros de la Iglesia durante la dictadura militar se muestra (desde documentos de inteligencia) que los militares se habían arrogado el derecho de defender la “ortodoxia” católica. Al punto tal, que a la hora de condenar al MSTM no lo hacían porque estos sacerdotes pongan en riesgo la “seguridad nacional” sino en nombre de la doctrina católica.[4] Homologaban naturalmente “herejía” con “subversión”. Angelelli lo había denunciado en una carta al episcopado en que decía: “no dejemos que Generales del Ejército usurpen la misión de velar por la Fe Católica”.[5] La misiva, fechada el 25 de febrero de 1976, concluía con una profética premonición de su martirio: “Por ahí se me cruza por la cabeza el pensamiento de que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de algún obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra colegialidad episcopal”.[6] También puede verse en esta investigación de M.S. Catoggio que San Nicolás estaba especialmente en la mira. Fue la diócesis donde hubo más sacerdotes diocesanos que sufrieron acciones de terrorismo de Estado (siete sacerdotes, le sigue La Rioja con seis sacerdotes apremiados).[7]
Esta misma actitud de cruzados de la “civilización occidental y cristiana” puede verse en la exaltada correspondencia entre Saint Amant y sus superiores. Estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de purificar la Iglesia y la Patria. La sola etiqueta de “subversivo” o “marxista” sobre un religioso tenía un efecto desacralizador que lo hacía merecedor de que sobre él “se obre sin respeto”, incluso en el caso de un obispo.

Leída hoy esta documentación, puesta en el contexto de todo lo que sabemos de la dictadura, es innegable que una sentencia de muerte pendía sobre la cabeza del obispo Ponce de León. Sólo era cuestión de tiempo…

 
Si llegó a ejecutarse esa condena o si el azar anticipó los tiempos es algo que tendrá que dictaminar algún día la justicia. Por fuera de eso, sólo podemos mostrarnos sorprendidos por la cantidad de indicios. Podríamos enumerar muchos, de entre ellos llama la atención por ejemplo que la camioneta que embistió al obispo haya estado a nombre de una empresa llamada Agropolo S.A. con dirección a pocos metros del temible Batallón de Inteligencia 601 en Buenos Aires, verdadero cerebro de la represión, siendo que todos los edificios vecinos eran por entonces controlados por ese batallón. También resulta llamativo que quien manejaba la F100, Luis Antonio Martínez, declaró que tuvo que hacer esa maniobra brusca porque delante de él frenó un colectivo sobre la ruta para levantar un pasajero, pero en la causa no hay ningún testigo que certifique la presencia del colectivo ni se constató la existencia de huellas de neumáticos en el pavimento. Además, en la primera causa judicial consta que el conductor de la camioneta dio una versión de lo sucedido, que luego al ampliarla lo hace con contradicciones, pero como en ambos relatos su responsabilidad era indudable no se profundizó en las causas de las divergencias. Tampoco está claro qué pasó entre el momento del choque y la muerte del obispo. No se sabe quién lo llevó al hospital de Ramallo. No hubo tampoco antes del sepelio una autopsia o un informe médico que certifique que las heridas que le causaron la muerte son compatibles con el choque automovilístico. A esto se suma que un reconocido perito en accidentología, el ingeniero Jorge Gueretto, estudió el caso haciendo una simulación informática y concluyó que la camioneta tendría que haber estado detenida transversalmente o moviéndose a muy poca velocidad para producir un impacto como el que se ve en la foto (la marca de los faros del R4 en el lateral de la F100 es bastante nítida). Apuntemos como último indicio el sugerente hecho de que en el momento del asesinato de Angelelli el responsable del Batallón de La Rioja era el coronel Osvaldo Pérez Battaglia. Este militar, de quien puede suponerse que conocía el modus operandi de simular un accidente, era nicoleño por adopción y en esos tiempos visitaba a su familia en San Nicolás asiduamente y tenía fluido diálogo con Saint Amant.



                                                                                                            P. Quique Bianchi


Leer: PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (1° Parte)


[1] Cf. Infojus: El ex militar Saint Amant y su “guerra santa” contra la “subversión”, www.avestruz.com.ar/infojus/2014.
[2] Para una somera aproximación a lo que significó el Plan Cóndor puede verse el artículo en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_C%C3%B3ndor.
[3] Cf. J. P. Martín, El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo: un debate argentino, Ed UNGS, 2010. J. P. Martín, Ruptura ideológica del catolicismo argentino: 36 entrevistas entre 1988 y 1992, Ed UNGS, 2013.
[4]  Cf. M.S. Catoggio, Los desaparecidos de la Iglesia, Ed. Siglo XXI, 2016, p.115.
[5] Ibíd. p.111.
[6] Ibíd.
[7] Cf. ibíd. p.154.




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